Pinocho en la era de la posverdad

El personaje creado por el escritor florentino Carlo Collodi, que cumple 140 años, ha pasado a la historia como el epítome de la mentira

El mito reinterpretado

El mito reinterpretado / Eduardo Bravo

Eduardo Bravo

«Te mando esta chiquillada, haz con ella lo que te parezca. Pero si la publicas, págamela bien, para que me entren ganas de continuarla», le rogó Carlo Collodi a su amigo Guido Biagi, director de la publicación infantil Giornale per Bambini. La chiquillada en cuestión era Storia di un burattino  (Historia de una marioneta), un relato de aventuras protagonizado por Pinocho, un niño de madera construido por un humilde carpintero llamado Gepetto. A pesar del amor y la dedicación que dispensaba a su creación, el hombre era víctima del comportamiento voluble y caprichoso del niño de madera, que lo mismo se quemaba los pies en un brasero, mataba a un grillo que intentaba aconsejarle o malvendía los libros escolares para asistir a una función de circo.

Pese a la desconfianza inicial de Collodi hacia su obra, cuando en 1881 la historia se publicó en Giornale per Bambini, el éxito fue casi inmediato. Tanto es así que el escritor se vio obligado a improvisar sobre la marcha y cambiar radicalmente el final ya publicado, lo cual exigía resucitar a Pinocho, muerto a manos de la Zorra y el Gato que lo habían ahorcado de la rama de una encina.

«Una buena noticia: el señor C. Collodi me comunica que su amigo Pinocho sigue vivo y que podría contarnos más hazañas estupendas sobre él. Era natural: un muñeco, un objeto de madera como Pinocho, tiene los huesos duros y no resulta tan fácil mandarlo al otro mundo», escribió Ferdinando Martini, editor de Giornale per Bambini en el número correspondiente a diciembre de 1881. Dos años más tarde, en 1883 y con la historia ya completa, la editorial Felice Paggi recopiló todas las entregas en un libro, que ya no llevaba el antiguo título de Storia di un Burattino sino aquel con el que ha pasado a la posteridad: Las aventuras de Pinocho.

«Pinocho es más que una historia, es un mito moderno. Los mitos nacen como historias, pero, gracias a su elasticidad semántica y a su poder evocativo, pasan rápidamente a pertenecer a la cultura popular y se incorporan al inconsciente colectivo. Al hacerlo, el autor, o quien primero las narró, desaparece fagocitado por la enormidad de su creación y surgen centenares de nuevas versiones. Millones de personas saben que Pinocho es una marioneta de madera a la que le crece la nariz cuando miente y que, finalmente, se transforma en un niño de carne y hueso, sin saber que todo esto viene de una novela publicada a fines del siglo XIX por un florentino llamado Carlo Collodi», explica Pablo Maurette, escritor y profesor universitario, cuyo libro más reciente es Por qué nos creemos los cuentos (Clave Intelectual, 2021).

En la actualidad, Pinocho es el tercer libro más traducido de la historia después de La Biblia y El principito de Antoine de Saint-Exupéry . Un dato que prueba que, más de un siglo después de su aparición, la historia de esta marioneta de madera continúa vigente y sigue atrayendo a nuevos lectores.

«Creo que Pinocho nos sigue fascinando por dos razones. Por una parte, su estructura es milenaria y responde a la esencia misma de lo que es una narración. Pinocho cuenta un viaje a la vez literal y metafórico que conduce de lo más bajo a lo más alto de la naturaleza humana. Hay pruebas que el héroe debe superar, hay una dimensión sobrenatural, hay poderes benignos y malignos que se disputan la suerte del héroe y, al final, hay una transformación constitutiva, una metamorfosis espiritual. Es La Odisea, es El asno de oro, es La divina comedia», explica Maurette, que llama también la atención sobre el carácter moderno del mito. «Por si fuera poco, su protagonista es un niño y a la sensibilidad premoderna no le interesaba la niñez. El niño era considerado menos que una persona y solo en el siglo XIX, gracias a autores como Charles Dickens, Victor Hugo y Lewis Carroll, es cuando se descubre la niñez. En ese sentido, Pinocho nos fascina porque lo reconocemos como constitutivo de nuestra identidad cultural».

Además del esquema de El camino del héroe enunciado por el antropólogo Joseph Campbell y esa novedosa preocupación por la infancia, otro de los atractivos de la obra es su capacidad para ahondar en algunos de los comportamientos humanos más controvertidos, como la mentira.

«La mentira es un proceso cognitivo complejo y creativo que consiste en utilizar el lenguaje u otros recursos comunicativos para crear en la mente del otro una falsa realidad. Si bien hay animales que recurren a una forma de mentira más rudimentaria y no intencional, como el engaño o el disimulo, el ser humano es el único animal que miente de esta forma tan sofisticada e intencional», explica la psicóloga Violeta Alcocer, que diferencia distintos tipos de mentiras según el momento evolutivo en el que se encuentre el sujeto que recurre a ella. «En un primer momento, la mentira aparece como un juego, como una forma de probar el uso de la comunicación para descubrir el efecto que tiene en los demás y ganar atención sobre sí mismos. Es el caso de afirmaciones como ‘mi padre —o mi madre— es astronauta’, que son parte del proceso de separar realidad de imaginación y son habituales entre los 2 y 4 años, edades en las que los niños y niñas viven a medio camino entre la realidad y la fantasía».

Según el texto de Collodi, el origen de Pinocho está en un trozo de madera cuya principal característica es que llora y ríe. Asombrado por este extraño fenómeno, uno de los personajes, Maese Cereza, decide regalárselo a su amigo Gepetto que, tras tallarlo, crea a Pinocho, que viene al mundo como un niño ya crecido. Por tanto, cuando a lo largo de la historia el protagonista emplea la mentira, no lo hace ya para explorar los límites entre la realidad y la fantasía, sino para lograr conscientemente un beneficio o evitar un castigo, sin importarle que su actitud provoque, por ejemplo, que Gepetto acabe en prisión.

«La mentira rompe uno de los pilares básicos de la conexión social y los beneficios que de ella se derivan: la confianza. En ese aspecto, la mentira nos aísla y dificulta el establecimiento de lazos profundos entre las personas», explica Alcocer, que destaca la vigencia del texto de Collodi a la hora de transmitir los efectos nocivos de la mentira entre los lectores más jóvenes. «Los cuentos clásicos, especialmente aquellos que abordan temas universales como, en este caso, la mentira, siempre están vigentes. En una sociedad como la actual en la que la mentira es omnipresente tanto en sus formas más complejas —como podrían ser las fake news— como más simples —por ejemplo, los filtros en las redes sociales—, el cuento de Pinocho puede invitar a la reflexión tanto a niños como a adultos».

En todo caso y a pesar de la importancia que la mentira tiene en la historia, lo fascinante de la obra de Collodi es que va mucho más allá de la fábula de Esopo del pastor mentiroso. «Pinocho es mucho más que todo eso. De hecho, lo que lo convierte en un mito moderno es que admite una variedad descollante de lecturas e interpretaciones. Se lo puede leer desde el marxismo —Pinocho como viaje de la alienación a la emancipación y Pinocho como manifestación epifánica de la plusvalía—, desde el psicoanálisis —Pinocho como superyó encarnado—, desde la dialéctica hegeliana —los tres momentos dialécticos: Pinocho marioneta, Pinocho que se independiza de su padre y sale al mundo, Pinocho que se transforma en niño de carne y hueso y vuelve con su padre—, pero también puede ser una novela de aventuras o una alegoría religiosa», explica Pablo Maurette, que recuerda también que «incluso Giorgio Agamben escribió un libro maravilloso sobre Pinocho en el que hace una lectura esotérica de la obra. En definitiva, la creación de Carlo Collodi es inmensa y contiene multitudes».

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En 1940, Walt Disney estrenó Pinocho, película con la que se buscaba repetir el éxito de Blancanieves pero que no obtuvo los mismos resultados que su predecesora, a consecuencia principalmente del estallido de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, con el paso del tiempo, el Pinocho de Disney se ha acabado convirtiendo en la adaptación canónica de la obra de Carlo Collodi. Si bien fueron muchas las modificaciones destinadas a suavizar la crudeza de la historia original, Disney consiguió crear una iconografía que se ha repetido en versiones posteriores. «Es en gran parte gracias a Disney que el mito de Pinocho adquirió estatura universal. Las miles de versiones posteriores, incluidas las más recientes, serían quizá impensables sin ese antecedente. La película de Matteo Garrone, que es inquietante, bella, triste, oscura y luminosa es, en cierta forma, una respuesta a la de Disney y lo mismo sucede con la de Benicio del Toro [que acaba de ser premiada con el Oscar]», comenta Pablo Maurette.

La historia de Pinocho resulta tan versátil que, a lo largo de este casi siglo y medio de historia, no ha tenido grandes dificultades para adaptarse al gusto del público, a los cambios políticos, a los avances tecnológicos y a la lógica capitalista. Aunque en la reciente versión realizada por Del Toro Pinocho se enfrenta al mismísimo Benito Mussolini, ya el fascismo italiano de los años 30 recurrió al niño de madera para criticar al comunismo. Por su parte, la URSS presentó a Pinocho como un héroe proletario y, en lo que se refiere a España, la editorial Calleja creó nuevas aventuras en las que el niño era presentado como un especie de Quijote infantil que combinaba el idealismo cervantino con la novela picaresca.

Además, desde 1956, Pinocho cuenta con un parque temático en la Toscana, es una figura omnipresente en cualquier tienda de suvenires italiana, fue mascota de la Eurocopa de 1980 y ha inspirado todo tipo de obras. Desde fotonovelas hasta ballets, pasando por radioteatros, telefilmes, videojuegos y cómics, entre los que destaca el realizado por el artista francés Winshluss, en el que Pepito Grillo es una cucaracha; Gepetto, un fabricante de armas, y Pinocho, un robot inmerso en un mundo globalizado, mezquino y totalitario. «Pinocho da para todo. Drama, comedia, terror. Hay incluso versiones porno del mito en las que Pinocho miente y lo que le crece no es precisamente la nariz», concluye Maurette.

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