Entrevista |

Guillermo García Calvo: «Hay muchos tesoros por descubrir, obras que han desaparecido del repertorio»

"Escuchar a Asier Polo es un lujo porque creo que está en el cénit de su carrera como artista"

Guillermo García Calvo.

Guillermo García Calvo. / El Día

Almudena Cruz

Almudena Cruz

Guillermo García Calvo se pone este viernes día 17 de marzo al frente de la Orquesta Sinfónica de Tenerife. La formación retoma su programación de temporada con la Sinfonía Dólar, de Atterberg. Será a partir de las 19:30 horas en la Sala Sinfónica en un concierto que incluirá, además, piezas de Montsalvatge y Saint-Saëns y que cuenta con el violonchelista Asier Polo como solista invitado.

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No venía a dirigir a la Sinfónica de Tenerife desde 2018. Desde entonces han pasado muchas cosas en el mundo, ¿cómo ha sido el reencuentro?

Precioso. Teníamos planeado un concierto en mayo de 2020 y, como sabemos, ese comienzo de la pandemia hizo que se cancelara todo. Era un concierto muy bonito, con Mendelssohn, El sueño de una noche de verano y la escuela de teatro de Tenerife. No pudo tener lugar, claro. Estos años de la pandemia han sido para mí un paréntesis en el mundo entero. Cuando me reencontré con la orquesta me dio la impresión de que no había pasado tanto tiempo desde 2018. La mayoría de las caras eran familiares. No sé, es como la magia del paso del tiempo, que hace que algunas cosas no se olviden y otras parezca que fueron ayer. Tengo muy buen recuerdo del Festival de Música de Canarias de 2018, de ese mundo de antes de la pandemia. En seguida, en cuanto nos hemos visto, todo se ha refrescado. Ha sido una experiencia muy, muy natural.

El programa que ofrecerán este viernes arranca con Calidoscopi Simfònic, de Xavier Montsalvatge.

Es una obra muy original de Montsalvatge, que como su título indica, es un caleidoscopio. En el sentido de que se escuchan muchas cosas, mucha variedad de color, de melodías y ritmos en un espacio muy reducido de tiempo. Igual que cuando miramos por un caleidoscopio, que con el mínimo movimiento aparecen otras imágenes. En este caso es igual, hay pocas músicas donde sucedan tantas cosas distintas en tan poco tiempo. Vamos a escuchar fragmentos que nos pueden recordar al impresionismo francés, músicas indianas, de origen tropical–Montsalvatge tenía gran obsesión por ese tipo de música–, tendremos momentos camerísticos, hay solos de viola, de primer violín, de corno inglés, de fagot... Pero todo sucede muy rápido, hay que estar muy atento. Es como cuando aparece un pájaro muy bonito, hay que estar atento porque de repente ya ha desaparecido. Es muy conciso y me encanta de esta obra también que es todo muy minimalista. En el sentido de que no insiste con nada. Aparece una idea, la presenta, la desarrolla en un par de segundos y se terminó. No es pesado, es un compositor que sabe sacarle partido a la brevedad. No es insistente.

Una de las curiosidades de esta pieza es que iba a ser la base para un ballet...

Efectivamente, un ballet que nunca se llevó a cabo. Un ballet que pasa más allá –como los grandes ballets– de lo que es el escenario. Tiene su vida propia como obra sin escena y sin baile. Porque uno se puede imaginar perfectamente una historia, ya no solo el ritmo para los pasos de la danza sino una historia de amor o de juego. Queda todo un espacio abierto para el espacio de la imaginación del que escucha.

La siguiente obra del programa es, además, una oportunidad para ver sobre el escenario de la Sala Sinfónica a Asier Polo...

Sí, el Concierto para violonchelo número 1 en La menor de Saint-Saëns. Es un concierto del repertorio de violonchelo que a mí me encanta porque se relaciona mucho con la obra de Montsalvatge en el sentido de que también es muy conciso. Es una obra de unos veinte minutos de duración con tres movimientos y el tercero es una reexposición del primero. Es una obra que permite muy bien escuchar la personalidad del violonchelista. Hay otras obras, como el Concierto de Dvořák, que son abrumadoramente complejas técnicamente. En este caso, este concierto permite más espacio y más libertad. Si uno compara grabaciones, a veces parecen hasta piezas distintas en función de que la toque Jacqueline du Pré o Rostropóvich, por ejemplo. Con esta obra vamos a poder acercarnos más al violonchelista. Está, por supuesto, la obra del compositor, pero nos permite ver más la impronta, el sello, del violonchelista. Y claro, escuchar a Asier Polo es un lujo porque es una persona que, personalmente, creo que está en el cénit de su carrera como artista. Está en un momento de nivel técnico altísimo y podemos escuchar lo que nos cuenta una persona en el mejor momento de su madurez. 

Semanas como esta en Tenerife son un momento para encontrarme conmigo mismo

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Tras el descanso, la Sinfónica afronta el estreno de la Sinfonía Dólar, que ya es curiosa solo por su nombre. ¿Se estrena usted también en la dirección de esta creación de Atterberg?

La historia es muy simpática. La obra ganó un concurso en 1928 que se hizo para celebrar el centenario de Schubert. En principio, el concurso tenía como objetivo completar la Sinfonía inacabada de Schubert pero al final se cambiaron las bases. Realmente era muy difícil en el estilo de aquella época encontrar una manera coherente de terminar la sinfonía de Schubert. Entonces, la premisa era escribir una obra en el estilo de Schubert. Esta obra ganó pero fue muy criticada porque nadie encontraba una afinidad con el estilo de Schubert. Aunque en realidad en el tercer movimiento hay un tema que cita el famoso Quinteto de cuerda en do mayor de Schubert pero está muy oculto, no la habían descubierto en un principio. El caso es que hubo tanto revuelo y tanta crítica que el jurado pidió a Atterberg que devolviera el premio, que eran 10.000 dólares. Él dijo que no podía hacerlo porque con ese dinero se había comprado un coche, además de la marca Ford, y que ya había aprendido a conducir. Con esa historia se quedó con ese nombre, por esos 10.000 dólares de premio. La obra tuvo mucha difusión en aquel entonces y una vida muy internacional. Luego terminó cayendo en el olvido, al igual que el compositor, después de la Segunda Guerra Mundial. Creo que es una obra que merece ser rescatada por su virtuosismo y por su final, que es apoteósico. He tenido la oportunidad de hacerla antes dos veces, enMadrid y en Alemania, y las dos veces han sido experiencias muy positivas. Primero para los músicos de la orquesta, que se maravillan del placer de tocar la música de un compositor que en muchos casos no conocían. Y lo mismo para el público. Muchas veces pensamos en que si un compositor o una música caen en el olvido será por algo. Casi siempre es verdad pero creo que hay muchos tesoros por descubrir de obras que han tenido un momento de gloria y por distintos motivos han desaparecido del repertorio común. Creo que esta es una de esas obras. Cualquiera que la escuche no va a creerse el motivo de por qué esta obra no ha permanecido en el repertorio. Es extraordinaria. Es muy enriquecedor para todos conocer estas obras que no son tan frecuentes. Nos dan una visión general de lo que era el panorama compositivo de la época.

Usted compatibiliza una vida profesional muy intensa: titular de la Robert-Schumann-Philharmonie, dirige el Teatro de la Zarzuela... ¿La vida de un director es tan complicada como parece?

Sí, porque además tengo dos niños en Viena –mi mujer es austriaca– y en este momento de mi vida estoy entre tres países: Alemania, España y Austria. Cuando lo piensas, es una locura, pero en el día a día no es tan difícil. Semanas como esta en Tenerife son un momento para encontrarme conmigo mismo. Echo de menos a mis niños, no estoy en los lugares donde soy titular pero puedo estar más conmigo mismo y con la música Saboreo cada minuto de una semana así. Para mí es un regalo y me siento muy privilegiado.

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