Entrevista | Carolina Sarmiento Escritora

"Al escribir puedo subir al dragón y arrasar o esconderme o huir"

"Me metí en una historia oscura y por momentos caí en su abismo, indagar en el horror más atávico tiene sus peligros"

Carolina Sarmiento.

Carolina Sarmiento. / Ángel González

Tino Pertierra

Carolina Sarmiento (Asturias, 1981) hizo de letras corazón y en 2018 apartó timideces y dudas para publicar su primer poemario, “Ikiru (Vivir)”. En 2020 liberó los cuentos de “Animales urticantes”. Luego, la novela "Tarada". Ahora llega "Vrësno" (Pez de Plata), que presenta mañana en Oviedo.

–¿En qué se parecen, en qué se diferencian sus libros?

–Creo que se parecen en que me obsesiona la precisión del lenguaje, también en la apuesta por la imaginación y en un vicio por explorar los sentimientos, a veces por la vía irónica y gamberra, como en algunos relatos de "Animales urticantes" y sobre todo en "Tarada", y otras metiéndome por vericuetos más serios y oscuros, como es el caso de "Vrësno". Gracias a varios lectores también me he dado cuenta de que tengo un gusto por las historias de huida. No era consciente de esto, pero es cierto, uso la huida como motor narrativo.

–¿Qué coordenadas íntimas nos llevan al pueblo de Vrësno?

–La intimidad es un misterio tan grande como el que rodea Vrësno. Y me refiero a la de cada uno de nosotros, no a la mía, pero la novela sí que está atravesada por temas que me tocan: la fragilidad y las dudas del creador, el magnetismo de las montañas, la atracción por las leyendas, la contradicción entre el deseo de naturaleza y su temor, la incertidumbre de quién soy y si soy inocente de mi devenir.

–La protagonista es Stanis Otief. Otief al revés es Feito.

–Bien visto. De hecho, en el primer borrador era Stanis Feito. Te cuento. Hace años los padres de un amigo se fueron a vivir a un pueblo. Era una pareja de urbanitas recién jubilada y fue en la visita que les hicimos cuando surgió esta historia que hoy se titula "Vrësno". El primer apellido de mi amigo es Feito, ahí el guiño, pero decidí darle la vuelta para esconderlo... y me has pillado. ¿Y por qué esconderlo? Feito es un apellido vaqueiro, con toda su carga histórica y social. Me parecía peligroso apuntar ahí, directamente, cuando todas las ubicaciones de la novela son nombres inventados. Sin embargo, en la novela palpita esa humanidad agreste, de tradiciones milenarias, un pueblo habitado solo por miembros de una misma familia… En fin, en Otief algo del vaqueiro queda, y además con ese punto de los límites de la ficción que se mantiene durante toda la historia. Respecto a ella, Stanis Otief compone temas con los que canta a lo que no entiende, a lo que anhela, a lo que teme. Qué mejor que una guitarra y una canción para desempolvar lo oculto.

–¿Siempre es inquietante indagar en la vida de los padres?

–Es muy difícil conocerlos. Tal vez imposible. La paternidad/maternidad supone tantas responsabilidades que la chispa previa se diluye. Por lo tanto, ¿quién puede asegurar que conoce realmente a sus padres, si estos ya no son los mismos? Y la inquietud que señalas viene de su idealización durante los primeros años de vida. Para los niños sus padres siempre son los mejores, porque los desean, porque los quieren sin condición. Luego, cuando crecemos, como con el resto de la vida adulta, nos vamos enterando de que tienen defectos, frustraciones y un pasado en el que no existíamos y eran jóvenes y libres. Perfectos desconocidos.

–¿Mete miedo conocer los secretos de Vrësno?

–A mí me lo metió. Escribí fisgando por la mirilla cómo se comportaban sus habitantes, los Zalea. Los observé temerosa de salir herida. En parte, así fue. Me metí en una historia oscura y por momentos caí en su abismo. Tiene sus peligros indagar en el horror más atávico.

–¿En qué le gustaría que su novela fuera considerada transgresora?

–Es una pregunta complicada porque no escribo con la intención de transgredir, pero sí de hacerlo con una libertad total. Ese compromiso puede que me haya llevado a límites en los que afortunadamente no me planteo si transgredo o no. Por concretar, tal vez el mayor de los riesgos esté en la ambigüedad entre la novela que lee el lector, el manuscrito que entrega la madre de Stanis y el propio testimonio de la protagonista. Giro ese caleidoscopio y su rosca va cambiando de destellos hasta el final. Cambiemos transgresión por exploración.

–¿El paisaje tiene algo de metáfora en el libro?

–Marcar aquí mi metáfora sería matar la reflexión del lector, algo que me es tan sagrado… como las montañas, los ríos y los bosques de Vrësno. Lo salvaje del pensamiento me merece tanto respeto como lo salvaje del paisaje. Una pista, el primer título fue "Montaña animal".

–He buscado Vrësno en internet. No existe nada que se le parezca. ¿Cómo nace ese título?

–Como te decía jugué a inventar todas las ubicaciones que aparecen en la novela, pero en el caso de los dos puntos de Vrësno hay una justificación en la historia. Son dos puntos, no una diéresis. Es una advertencia, y esto es importante. Trualla, Cozul y Méligo son los otros pueblos del recorrido vital de Stanis. Localidades imaginarias para una leyenda que creer o no.

–¿Por qué esa necesidad de Stanis de saber más de sus padres? ¿En el fondo está investigando sobre sí misma?

–Por supuesto. Quiere entender por qué no actuó cuando la intuición le susurraba que algo extraño sucedía en Vrësno, quiere entender dónde nació su incapacidad para relacionarse y cómo se forjó la distancia con sus padres, por qué la infancia que le dieron. Y ante todo, purgar su culpa, ¿fue culpable o no de su desaparición?

–Un pueblo habitado solo por parientes entre sí… ¿Tiene mucho que esconder?

–Ya te digo. Donde no hay mezcla, sospecha. Y en el caso de los Zalea, créeme, algo esconden.

–¿Escribir le da libertad?

–Sí. Cada vez más, porque la libertad se va estrechando en el resto de la vida y la ficción me permite subirme a un dragón y arrasar o esconderme en una gruta o, como vengo haciendo últimamente, huir.

–Como madre, ¿hay secretos guardados para su hijo?

–Sí, alguno delictivo-bochornoso-juvenil, aunque poca cosa, y si llega la ocasión me gustará contárselos igual que en el día a día no me escondo. Prefiero que vea a mis imperfecciones y mis errores a ser una farsante. Lo que sí guardo con más celo son los mismos secretos que me oculto a mí. Los que no verbalizo para que sigan siendo secreto.

–La protagonista es cantautora, ¿qué música acompañaría bien la lectura de su libro?

–Durante el proceso escuché a Nick Drake en bucle. Su voz, las melodías y la sensibilidad me ponían en el tono justo para escribir. La novela está escrita como una canción. Y hay temas de Antonio Vega o Nacho Vegas que me provocan respingos por la similitud entre sus letras y el alma de Stanis. Es el caso de "Monstruo de papel" o "La fi". También el "Romance de la plata" de Christina Rosenvinge. Por un verso que hace plata, se quemó tu corazón es la cita inicial de la novela.

–¿Qué ha aprendido de sí misma al viajar a Vrësno?

–Que soy capaz. Escribir una novela era un reto. Me tenía por inconstante, pero descubrí que era todo lo contrario. Simplemente necesitaba el tiempo. Pedí una licencia sin sueldo y apareció la Carolina más perfeccionista, currante, apasionada y entregada que conozco. "Vrësno", aunque salió después de "Tarada" y luego la he reescrito mucho, fue mi primera novela. En cuanto al lugar concreto, aún veo su silueta oscura y totémica. No es fácil escapar de su montaña. Quisiera decir que de este viaje he aprendido sobre el riesgo de las obsesiones creativas, pero no es así, porque también yo he caído.

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