Óbito

Juan Muñoz Martín y la importancia de saber para quién escribes un libro

Los autores de literatura infantil y juvenil El Hematocrítico, Ledicia Costas y Blanca Lacasa evocan la figura y el legado del creador de 'Fray Perico y su borrico' y 'El pirata Garrapata' y defienden la importancia clave de este tipo de textos, a menudo menospreciados por los adultos

Eduardo Bravo

El escritor Juan Muñoz Martín falleció el lunes en Madrid a la edad de 93 años. A pesar de haber vendido millones de ejemplares de sus libros, era una persona casi anónima. Al menos hasta hace unos pocos años cuando, gracias a las redes sociales, comenzó a tener contacto con sus antiguos lectores. Aquellos niños que crecieron leyendo las aventuras de 'Fray Perico y su borrico' o 'El pirata Garrapata', pudieron comunicarse directamente con su creador para contarle lo mucho que habían disfrutado con sus libros y cómo, años después, compartían ese sentimiento con una nueva generación de lectores formada por sus hijos y sobrinos.

"Realmente sabemos muy poco de Juan Muñoz Martín como persona, pero conocemos muchas cosas sobre el pirata Garrapata y fray Perico, dos pilares fundamentales de Barco de vapor", explica El Hematocrítico, pedagogo y escritor de títulos de literatura infantil como 'Feliz Feroz' o 'Agente Ricitos', que reconoce que fue a través de la obra de Muñoz Martín cuando se acercó por primera vez a la narrativa. "La colección de Barco de Vapor aparecía como una colección para enseñarnos que había algo más además de los cómics, y ahí brillaban como dos soles esos dos personajes hipercarismáticos, protagonistas de libros honestos, frescos y, sobre todo, humanos".

"Pensamos que la gente como Muñoz Martín, que nos ha acompañado con sus libros, sus películas y sus canciones son eternas y, en cierta manera, lo son", comenta Ledicia Costas, escritora de literatura infantil juvenil galardonada en varias ocasiones con el Premio Lazarillo, que destaca cómo, desde que comenzase a escribir en la edad dorada de la literatura infantil, allá por la década de los ochenta, Muñoz Martín marcó a varias generaciones de lectores. "Tenía ese talento para conocer a los niños que no tienen todos los escritores y escritoras de literatura infantil y juvenil. Cuando eso pasa, los libros adquieren otra dimensión. De hecho, desde que soy pequeña busco aquello que sentí al leer esos libros infantiles y juveniles que me marcaron de verdad. Un sentimiento que es más raro que encuentre ahora que tengo muchas lecturas sobre los hombros", reconoce la autora de títulos como 'Esmeraldina, la pequeña difunta' o 'La liebre mecánica'.

Para Hematocrítico, Costas y Blanca Lacasa, autora también de libros para niños como 'El secreto de Abelardo', 'Casi un musical 'o 'Ni miau ni guau', la literatura infantil y juvenil tiene una importancia clave a la hora de aficionarse a la lectura. "Para mí el hábito de la lectura es la relación que tienes con el libro y creo que la literatura infantil y juvenil, categoría en la que incluyo también tebeos y cómics, es la puerta de entrada a todo eso. Los que somos lectores desde pequeños recordamos siempre nuestras lecturas infantiles y tenemos un agradecimiento infinito a aquellos autores que se han dedicado casi por completo a ese género injustamente denostado. Para mí son personas a las que tengo como en un templo; son como mis santos particulares, porque gracias a ellos descubrí un montón de cosas y me hice lectora", reconoce Lacasa.

No todo el mundo

Como apunta Blanca Lacasa, a pesar de su trascendencia como cantera de nuevos lectores, la literatura infantil y juvenil sigue sin ser suficientemente valorada. Al hecho de disfrutar de menor repercusión social tanto por la poca atención que le prestan los medios de comunicación como por la menor promoción que le dispensan las propias editoriales, se suma el prejuicio de que cualquiera puede escribir libros destinados para el público infantil. Una opinión con la que El Hematocrítico, Costas y Lacasa muestran un unánime desacuerdo.

"No cualquiera puede escribir literatura infantil y juvenil, del mismo modo que no todos los escritores pueden escribir poesía o literatura dramática", afirma Costas, que destaca la importancia de conocer al público al que van dirigidos esos libros, opinión que es compartida por Hematocrítico: "Si para escribir literatura convencional tienes que conocer a los humanos, para escribir literatura infantil y juvenil tienes que conocer a los humanos de esas edades. Hay que tener en cuenta cómo son, que cosas les gustan, cómo prefieren que se refieran a ellos, cuál es su lenguaje, qué cosas les mueven…", explica el autor de 'Doña Problemas', que señala que "los niños de ahora no se parecen en nada a los de hace diez años y no te digo ya a los que leímos 'El pirata Garrapata'. Es importante saber cómo evoluciona su mundo y escribir desde el respeto, sin tratarles como si fueran imbéciles o adultos en proceso de cocción. Son personas que están en un cambio permanente, que son curiosas y que tienen ganas de que les entiendas, no de que te muestres como un adulto y te limites a decir 'aquí estoy yo'".

Esa honestidad por parte del autor es también destacada por Blanca Lacasa, que defiende que escribir libros para niños no implica que el autor se infantilice o adquiera una personalidad que no es la suya. "Evidentemente tienes que pensar que te diriges a un público infantil, pero es algo que afecta más a la forma que al fondo. Más allá de eso, tienes que ser capaz de entrar en su universo y en sus códigos de una manera natural, no impostada. Eso hay gente que puede hacerlo y gente que no porque, cuando creas ese universo lo normal es que tú ya estés dentro y no todo el mundo es capaz de eso".

Además del talento del autor, tanto Costas como Lacasa y El Hematocrítico destacan que buena parte del éxito de los libros infantiles y juveniles radica en su finalidad lúdica. "El humor siempre funciona muy bien. Muñoz Martín tenía un sentido del humor muy absurdo y disparatado y creo que eso conecta con el público, especialmente con el infantil", explica Lacasa, opinión compartida por El Hematocrítico, que llama la atención sobre que, a diferencia de lo que sucede con otros libros, los de Muñoz Martín "no te machacan con una moraleja ni son libros tremendamente didácticos. Son libros divertidos, frescos, de aventuras, de conflicto, de humor y sin moraleja para que los lectores disfruten", condición imprescindible para conseguir que los niños y adolescentes continúen con la afición a a lectura. "Si consigues ganar a un niño o una niña como lector, ya no lo pierdes", comenta Ledicia Costas, que relata cómo en sus visitas a los centros educativos, "muchos de los alumnos de primero de bachillerato que ahora están leyendo 'Infamia', me traen 'Escarlatina' porque lo leyeron en sexto de primaria. Son lectores que te acompañan siempre y eso es maravilloso".