Nostalgia de lo utópico

El artista tinerfeño participa con la beca Artnow’23 en la feria Hybrid de Madrid | El creador plantea una resignificación de la cultura de la experiencia

El artista tinerfeño Federico García Trujillo, en su estudio.

El artista tinerfeño Federico García Trujillo, en su estudio. / F.G.T.

Federico García Trujillo (Tenerife, 1988) se sumerge en los archivos, rescata la memoria, encuentra dobleces del tiempo en los que situar su arte. A través de los lápices, prestos a recrear la inocencia de la infancia, conforma la segunda parte del proyecto ‘The Beginning of Spanish Psychedelia’ con el que disfruta del apoyo de la galería Artizar para acudir a la comunidad madrileña y mostrar las posibilidades que hubo en otro tiempo.  

Federico García Trujillo decidió volver a Tenerife cuando la gran ciudad lo asfixiaba. Después de estudiar la carrera de Bellas Artes, el máster, hacer contactos y exprimir al máximo la experiencia, encontró que la metrópolis no satisfacía sus necesidades vitales y la precariedad asomaba su hocico amedrentador. Había que encontrar una alternativa, y así lo hizo: se instaló en su estudio santacrucero, y las oportunidades no le han dejado de llover, así que venció al miedo de un nuevo comienzo. Después de ser seleccionado en la Bienal de Arte Contemporáneo—Joven Creación Europea, ganar el Premio Ibercaja de Pintura Joven y tantos logros más, ahora asiste a la feria Hybrid en Madrid de la mano de la beca Artnow’23 de la galería Artizar. La nostalgia de lo no vivido lo retrotrae a la década de los 70, cuando la dictadura caía y la cultura auguraba un futuro fulgurante.

A punto de morir el dictador, Ibiza acogió en 1971 el Congreso de Diseño ADI-FAD, una de las asociaciones más emblemáticas de diseño industrial de España. Durante el transcurso de ese evento se vivió la entrada del turismo cultural y la experiencia del festival como motor económico ideando la cultura como forma de vida, explica el artista. «Es la ilusión por una nueva sociedad que viene, así que me interesó esa voluntad y entusiasmo, casi que me generaba cierta ternura recuperar esas ganas por lo utópico. Por tanto, hago una lectura interesada que me genera una nostalgia de algo que no he vivido, pero que desde fuera parece muy atractivo», reseña.

Un nuevo comienzo

La serie que viaja con él, fruto del proyecto The Beginning of Spanish Psychedelia, llevará cinco dibujos y dos cuadros realizados en el último verano donde se utilizan imágenes extraídas de los videos de archivo del ICSID de aquel año y fotografías recogidas a lo largo de diferentes días del festival tinerfeño Keroxen. «Mediante la reordenación y el retoque fotográfico digital se trabajan diferentes formas de narratividad y reapropiación de archivos audiovisuales», apunta, además, «se utilizan los lápices de colores como un aspecto más de la narrativa gracias a la posible asociación con lo infantil y el carácter ingenuo de esta técnica».

Sin embargo, los tiempos cambian y, a partir de enfrentar este trabajo de recuperación y resignificación, también surgen las incongruencias con la actualidad: «Toda esa ilusión se ha convertido en la precariedad de la industria cultural en España, donde eres voluntario en el Primavera Sound o que la economía de la experiencia al final se haya convertido en una especie de turismo de masas», ejemplifica García.

Creer, a pesar del caos

«Al final, algo que comienza como utópico nos llega con una versión adulterada y sistematizada, ya que se ha introducido dentro de la economía capitalista y se ha reducido su potencia». Al mezclar estos archivos audiovisuales con sus propias experiencias y frustraciones como agente cultural obtiene una nueva lectura que entronca con esta segunda fase de la iniciativa.

Añadiendo esas capas simbólicas, el artista trabaja con ahínco la producción con calma. Una cuestión que encuentra primordial debido a que entiende que, más allá del compromiso político y la utilidad del arte como herramienta social, ha de encontrar una calidad estética: «El arte tiene un compromiso con lo utópico o con imaginar futuros posibles, buscar esa esperanza, más que explicitarse en luchas donde el tema acaba siendo más importante que la propia obra», comenta. Pronto acudirá al óleo, aunque recuerda aquellos grafitis que pintaba en su adolescencia y que lo llevaron a donde está ahora, y mientras, bucea entre los lápices, los recuerdos, y todos los futuros rememorados.

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