Unidos por España y la democracia

Thomas Mann defiende la Segunda República y Juan Negrín le corresponde años después con un discurso por el 70 cumpleaños del Nobel recordando que «ningún país es inmune al veneno de la regresión del totalitarismo»

Libros de Thomas Mann expuestos en ‘Una pasión vital’ y que forman parte de la biblioteca de Negrín.

Libros de Thomas Mann expuestos en ‘Una pasión vital’ y que forman parte de la biblioteca de Negrín.

Thomas Mann y Juan Negrín: 

La relación entre el autor de ‘La montaña mágica’ y el político republicano a través de la exposición ‘Una pasión vital’, dedicada a su biblioteca errante

«Fuera de esta fiesta universal de la muerte, fuera de este extremo de la fiebre, encendiendo el cielo vespertino lavado por la lluvia con un resplandor ardiente, ¿puede ser que el Amor un día triunfe?» Con esta cita de La montaña mágica acaba el discurso que pronuncia Juan Negrín (verano de 1945) en la cena-homenaje a Thomas Mann, en el hotel Waldorf Astoria, en Nueva York, con motivo del 70 cumpleaños del Nobel de Literatura. Son dos exiliados frente a la violencia totalitaria y por la paz en libertad y democracia. La relación entre el escritor y el presidente del Gobierno republicano es una de las bifurcaciones que aparece en la exposición Una pasión vital organizada en la Fundación que lleva su nombre, donde se muestra una selección de libros de la inmensa biblioteca errante del catedrático y científico grancanario.

Las hijuelas de su bibliofilia podrían ser incontrolables. Los 11.000 títulos —una cifra aún abierta— que conforman el patrimonio, unido a la exuberancia de su archivo, dan lugar a interconexiones aún por descubrir. Ciencia, medicina, filosofía, tecnología, religión, antropología, política, arquitectura, arte, fotografía, diccionarios, enciclopedismo, literatura, cuentos infantiles, raros, manuales de resistencia, revistas satíricas, historia, física nuclear, un corpus imprescindible de la cultura antes y durante la Guerra civil, psicoanálisis son, entre otros, los epígrafes de un material inflamable para excavar en la personalidad poliédrica de Negrín.

Las primeras ediciones de los libros de Thomas Mann, expuestas en Una pasión vital, certifican la cercanía del estadista a la obra del autor alemán. Pero no era el único punto en común. Su activismo a favor de la República y contra los golpistas va unido a su posición inequívocamente luchadora contra el nazismo y la indiferencia de la sociedad alemana frente al holocausto judío. En la exposición, junto a las narraciones clásicas del Nobel, está Advertencia a Europa, publicado por Gallimard en 1936 a instancias de André Gide. Bajo este título de inusitada actualidad, se incluye el escrito de Thomas Mann España. En el mismo denuncia lo que ocurre en el país tras el golpe de Estado de Franco y la indiferencia internacional —con Francia e Inglaterra a la cabeza— ante el intervencionismo del fascismo.

Recuperado en español por el editor Jean-Pierre Barou, en 2021, en el libro La guerra de España: reconciliar a los vivos y a los muertos (Arpa), el posicionamiento de un liberal burgués como Mann se une al de otros protagonistas más radicales como Malraux, Hemingway, Dos Passos o Camus. «Lo que viene sucediendo en ese país [España] desde hace meses constituye el escándalo más inmundo de la historia humana. ¿Pero es qué el mundo no se da cuenta? Me temo que no, porque los intereses asesinos no saben hacer nada mejor que volver al mundo estúpido, ocultar su verdadero carácter. El otro día me llegó esta información desde el lugar más sombrío de Europa: Alemania. ‘¿Quién habría podido imaginar que, cayendo del cielo azul, los Rojos de España fueran capaces de tales horrores?’ ¡Los Rojos! ¿Cayendo del cielo azul!», escribe indignado y exiliado en Zúrich.

De vuelta a la exposición Una pasión vital encontramos la primera prueba de la bifurcación del bibliófilo, un telegrama que le remite Thomas Mann a Juan Negrín. «Permita que un escritor alemán que admira al mundo español y está imbuido de pleno sentido y valor de su heroica lucha le salude calurosamente con motivo de su estancia en Zürich», recoge la comunicación. 19 de agosto de 1938, la guerra está en su momento álgido, y el presidente del Gobierno republicano vuela hacia la capital de Suiza para asistir a un congreso de fisiólogos, pese a los riesgos e inoportunidad del desplazamiento. El encuentro científico, afín a la especialidad de Negrín, no era otra cosa que una tapadera para establecer contactos e influencias al más alto nivel para entretejer el apoyo internacional a una paz sin represalias para los republicanos. ¿Se vieron Negrín y Thomas Mann? José Medina, presidente de la Fundación, deja la respuesta en el aire. El archivo, aún en proceso de investigación, puede dar alguna que otra sorpresa.

De lo que no hay duda alguna es de que sí se vieron o se reencontraron siete años después en la cena del Waldorf Astoria en otras circunstancias: la posguerra mundial y la batalla del exilio para que las democracias inmovilicen a Franco. «Muy lucido, más de 500 personas a pesar de que el cubierto costaba 25 dólares. Muchos espectadores además en palcos y galerías. Gran ovación a España al hablar yo», escribe Negrín el 26 de junio de 1945 a Feli, su compañera, sobre el homenaje por el cumpleaños de Thomas Mann. No había irrumpido la Guerra Fría ni la persecución macartista contra los comunistas. El Nobel aún se encontraba cómodo en Norteamérica, mientras que el estadista rehacía su vida en París. 1945 va a ser un año difícil para él: dimite ante las Cortes en el exilio por divergencias. En 1946 es expulsado del Partido Socialista junto a una treintena de militantes.

A la luz de la invasión de Ucrania por Putin, sus palabras en honor a Mann tienen un carácter iluminador: «Estoy convencido de que nos encontramos en medio de uno de los periodos más difíciles que ha atravesado la humanidad. Solo los hombres de carácter y sabiduría pueden conducirnos al mundo mejor que queremos construir. Para que la democracia tenga éxito requiere una fuerte determinación y liderazgo y los requiere en mayor grado que cualquier otros sistema político».

El testimonio de Negrín era importante en una capital que acogió al exilio de la elite cultural y científica europea de origen judío, para la que Thomas Mann era un líder. Un lobby, por otra parte, que el catedrático frecuentaba ya desde que buscaba apoyos durante la Guerra civil para contrarrestar la ayuda alemana e italiana a Franco. Con la derrota de la República, la campaña a favor de los refugiados, con sede en Nueva York, cuenta, entre más de una treintena de patronos, con personalidades como Albert Einstein, el doctor Albert B. Cannon o su amiga Freda Kirchwey, periodista y editora The Nation, diario progresista que todavía sobrevive

El científico aprovecha la excepcional tribuna para llamar la atención sobre la dictadura española y crear opinión pública a favor del intervencionismo de las democracias para asfixiar al régimen de Franco. En el salón del Waldorf Astoria: «En ese sentido ha sido ud. [Thomas Mann] un ejemplo para nosotros en su lucha contra el esnobismos y los prejuicios nocivos, en su lucha por preservar los valores superiores de nuestra civilización que nunca estuvieron tan amenazados en el curso de la historia como lo han estado y, tengo que reconocer, todavía lo están. Porque ningún país es inmune al veneno de la regresión del totalitarismo. La tendencia hacia la dominación y el chauvinismo patriotero no es exclusiva de ninguna raza o nación, y su peligro para un desarrollo paulatino de la humanidad subsistirá mientras no se cambie la actitud mental de gran parte de las generaciones vivas a través de una educación real y democrática».

Setenta y ocho años después de este discurso y en la celebración de los 131 años del nacimiento del político, catedrático y científico, su biblioteca, que arranca con su época de estudiante en Leipzig, tiene el sello laberíntico con el que Borges impregnó La biblioteca de Babel. Pero no es enrevesada y sorprendente por sus hexágonos, pieza estructurante de la ficción borgiana, sino por varios motivos: primero, su contenido río, quizás la biblioteca de las bibliotecas, marcada por la captación insaciable del saber. Nada le era ajeno, ni el manual para el manejo de una cámara Leica. Los cometidos debían tener su reflejo en los anaqueles; sin ir más lejos, la construcción de la Universidad Central (ahora Complutense), de cuya junta fue responsable, con libros de arquitectura. Su nombramiento como ministro de Hacienda, con textos capitales de la economía y la administración contable del Estado.

Thomas Mann, como hemos dicho, es una de las tantas hijuelas que aguardan a los investigadores una vez se cierre el desbroce de los papeles. Una pasión vital descubre, por ejemplo, los libros que lanzó España, la editorial de Negrín, demostración fehaciente de su entusiasmo por el soporte en sus diversas vertientes: también de los diseños, cubiertas y tipos de letra. Ahí está el histórico Elementos de Bioquímica (1932), escrito por el malogrado científico canario Domingo Hernández Guerra con Severo Ochoa.

Y otra condición que hace babélica esta biblioteca reside en su carácter errante y oculta, enriquecida también por los entresijos del exilio, en permanente aparición y desaparición, aunque siempre con el control férreo de Negrín y su red de amigos. Una cobertura casi utópica en un tiempo donde todo desaparecía, y donde las bibliotecas acaban en hogueras, basureros o desperdigadas en subastas.

Y es babélica también por el caudal de idiomas que acumula: alemán, castellano, inglés, francés, italiano, portugués, catalán, ruso, latín y griego. Otro espejo de la condición políglota de Negrín. Entre la jungla de portadas, todo contribuye a ver a través de las mismas la personalidad del hombre, que se intuye o confirma por medio del retrato de su biblioteca, ya sea para lo bueno o para lo malo. El bibliófilo que siente placer cuando encuentra un libro construye su biblioteca y su archivo frente al desinterés del resto. Trabaja como una hormiga para la posteridad, incansable en su acumulación en sótanos, pasillos y buhardillas. Negrín dejó tras el envío de los contenedores desde París, donde vive su nieta Carmen, la estela de un misterio: ¿cómo consiguió burlar la Historia?

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