Entrevista | Maximiliano Martín Primer clarinete de la Scottish Chamber Orchestra

«Los sueños hay que perseguirlos, el mío me ha salido bien»

El músico regresa a Tenerife como solista de la Scottish Chamber Orchestra en el marco del Festival Internacional de Música de Canarias

Maximiliano Martín.

Maximiliano Martín. / Jen Owens

Regresa a casa como solista de la Scottish Chamber Orchestra en el marco del Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC), una cita que Maximiliano Martín (1976, La Orotava) aprendió a querer cuando solo tenía doce años. «Los sueños hay que perseguirlos y el mío me ha salido bien, pero en el currículum solemos poner solo aquellas cosas que terminan bien», avanza el clarinetista.

¿Por qué el clarinete?

En la banda estaban flojos de clarinetes y un día mi padre me llevó a una tienda de música [el dueño era el director de la banda]... Hablamos un rato, más ellos que yo, y al final él dijo: ¡Vale, dale un clarinete al chico!

A veces pasa y las cosas sencillas se convierten en las más hermosas...

Mi relación con el clarinete nació así [sonríe]. Ha sido larga e intensa. Años de estudio, mucha cabezonería y soledad. Sobre todo, en el momento en el que mis amigos iban a jugar y a mí me tocaba practicar con el clarinete.

¿Ha valido la pena?

Los sueños hay que perseguirlos y el mío me ha salido bien, pero es verdad que en el currículum solemos poner solo aquellas cosas que terminan bien.

¿Cuesta creer que alguna le haya salido mal?

Más de una, pero también se pueden sacar argumentos positivos de una mala experiencia... La gente desconoce el esfuerzo que hay que hacer para llegar a dominar un instrumento. Eso sí, todo es un poquito más «fácil» si lo tienes claro.

¿Y usted lo tenía claro?

Sí, lo que yo quería era expresarme a través de un tubo de madera...

Si analizamos su trayectoria musical, esto se le ha ido de las manos. ¿Qué hay que hacer para llegar a ser solista en una orquesta?

Hay que trabajar un montón de años y tener una gran vocación; lo mío casi ha sido una obsesión desde que era niño...

...¿algo de suerte?

Sí, para estar el lugar adecuado en el momento oportuno pero sin trabajo no hay nada. Eso es lo que al final te garantiza el éxito. Para llegar a tener este estatus hay que meterle muchas horas.

¿Cómo se logra sobrevivir en el top de la música clásica?

Con los pies pegados al suelo. Aquí no puedes ser un día Dios y al siguiente lo peor del mundo... Todo depende de lo que quieras hacer en el escenario. Siempre hay algo más que hacer, ese es el gusanillo que te lleva a otros retos. Si crees que ya lo tienes todo estás muerto.

¿Ese «gusanillo» fue lo que le llevó a coger las maletas hace más de 25 años para buscar una oportunidad en el Reino Unido?

Me fui a Londres con la intención de estar solo un año, pero hice una audición y me cogieron... Lo de Edimburgo vino cinco años después.

¿Fue algo así como de isla en isla y tiro porque me toca?

Edimburgo es una ciudad fantástica... ¿La conoce?

No, aún no, pero está en esa «lista» de viajes que todos queremos hacer algún día...

El clima es muy distinto al que tenemos en Canarias pero lo importante es hacer las cosas que más te apetezcan. A lo otro te adaptas sí o sí. La Scottish Chamber Orchestra tiene un gran prestigio internacional y eso me ha permitido conocer mundo.

¿Sintió que Canarias se le quedaba pequeña?

Mucho antes de liarme la manta a la cabeza y plantarme en Londres [lo del kilt escocés vino más tarde] en Tenerife logré hacer realidad algunos de mis sueños... Completé mis estudios, puse en marcha algunos proyectos y tenía mi plaza de profesor en la Escuela de Música. No me podía quejar. Todo cambió el día que me hice esta pregunta: ¿No hay nada más? Sí, de alguna manera llegué a sentir que mi mundo se me había quedado pequeño.

Lo cuenta con una naturalidad en la que no se distingue ni un solo átomo de desprecio.

No hay desprecio... Siento admiración por aquellos que son felices y trabajan en el lugar en el que han decidido vivir. Tengo amigos que tomaron otros caminos. Yo no voy a decir nunca que fueran peores o mejores que el mío, simplemente, eligieron ese y ahora desarrollan una interesante labor a nivel cultural y pedagógico.

Viniendo de donde viene se intuye que los antecedentes parranderos están, ¿pero hay genes musicales en su familia?

Hay una ligera vena musical en la parte de mi padre, pero no mucho más... Lo que sí hay en mi familia es gente con mucha creatividad.

¿Usted es un hombre de banda?

Sí, yo he llegado a ser lo que soy porque antes estuve en una banda municipal...

Si me permite una comparación algo simplona, en Tenerife se multiplican como los champiñones y son clave en el tejido social de los municipios.

Son maravillosas. Yo nunca me he dejado de sentir un músico de banda... Sé de lo que hablo porque he estado mucho tiempo cerca de ese mundo y, por lo tanto, me atrevo a decir que los músicos de viento españoles que ahora triunfan en las grandes orquestas europeas son músicos de bandas.

De vuelta a 2023 pero ya con la vista puesta en el futuro, ¿dónde se ve dentro de unos años?

En Edimburgo... Mi mujer y mis hijos [ya tocan el clarinete y el violín] están a gusto en Escocia y, a pesar del frío, yo tampoco tengo otros planes. Creo que aún no ha llegado el momento de volver a casa. No sé si eso va a ocurrir o no, pero es algo que hoy no tenemos planeado.

¿El brexit no ayuda?

El brexit solo crea problemas, nos ha reventado... Ese asunto me enfada porque está teniendo unas malas consecuencias. La explosión de unas posiciones nacionalistas extremas han quebrado a un país que hasta hace poco amaba a los extranjeros que venían a busca una oportunidad... Yo sentí ese cariño al llegar a Londres.

¿Qué siente al volver a casa?

Estar en el Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC) toca mi corazón, Me hace volver a los 12 años cuando lo conocí por primera vez y recordar el instante en el que mi padre me compró aquel clarinete.

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