Tránsito por antojo

En ‘La realidad a dos’ Lázaro Santana recoge ensayos sobre arte de progenie diversa

Tránsito por antojo

Tránsito por antojo / Mariano de santa ana

Por una cuestión de principios empezaré por el final, por el último capítulo de este libro de Lázaro Santana, el cual el autor dedica a Cristino de Vera. Y ello porque, aunque, como debe ser, nunca lo dice, alguien tiene que decirlo alguna vez: Lázaro Santana es el primer poeta, cuanto menos en el ámbito canario, que se ha ocupado a fondo del pintor. Ello, además, antes de que se pusiese de moda, lo que calculo ocurrió cuando Pepe Espaliú, epítome del artista posmoderno español de los ochenta, se refirió a De Vera como uno de sus principales referentes creadores, junto a, entre otros, Joan Brossa, Louise Bourgeois, Gina Pane y Robert Mapplethorpe. De 1978 data el ensayo de Santana Cristino de Vera, publicado por el sello Fablas y el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Digo todo esto, más que nada, por el Apolo jeta que le ha salido a De Vera, por ese lírico que pretende erigirse en su principal estandarte verboso a lo que, naturalmente, no es ajeno el hecho de que, aparte de haberse convertido en una figura consolidada, desde hace unos años el pintor tiene una fundación en La Laguna.

Justamente en esta entidad Lázaro Santana pronunció su conferencia Oficio de pintor, oficio de escribir, que ahora recoge en este libro, en la que persiste en su interrogación sobre el artista que, antes y después de su celebridad, ha mantenido incólume y que en esta ocasión atiende a los textos de De Vera. Amén de cuestiones recurrentes en la escritura del artista, cuanto más en su pintura, tal que el enigma de la luz o lo insondable de la muerte, el ensayista atiende a aspectos de esta que quizá resulten desconcertantes para sus admiradores, caso de su interés en el cine neorrealista italiano. Pueden resultar estimulantes también para quienes siguen la pista del pintor tinerfeño sus disquisiciones verbales sobre figuras de su gremio como Zurbarán, Sánchez Cotán, Morandi o Rothko y con ellas las glosas que de las mismas hace Lázaro Santana.

Vayamos ahora al principio, al título del libro, La realidad a dos [Joaquím Sunyer-Isidre Nonell] y cuatro historias más, y a los dos pintores citados en él, protagonistas del capítulo inicial. Me temo que va ser muy limitado el influjo de esta contribución, inserta en un libro misceláneo publicado por una editorial canaria, a propósito de dos creadores sobre los que existe ya abundante literatura y que, aún más, son sobre todo objeto de escritura de historias del arte en Cataluña y de lecturas de historia del arte en Cataluña. Me mascullo que Lázaro Santana piensa como yo pero que el asunto le trae sin cuidado. Por lo demás, me parece patente que su comparación entre Sunyer y Nonell, figuras de trayectorias inicialmente paralelas en la Barcelona de los primeros años del siglo XX, está muy documentada y que acredita gran pasión analítica. Y, estoy con Santana: aunque Sunyer, cooptado, con su aquiescencia, por el nacionalismo, goza de mayor predicamento en Cataluña, Nonell, menos reconocido, es uno de los más importantes artistas españoles modernos.

El resto de capítulos, imposible por limitación de espacio demorarse en comentarios sobre los mismos, corresponden a textos redactados en momentos distintos sobre la revista vanguardista La Rosa de los Vientos, la pintura de Daniel Vázquez Díaz y las opiniones sobre arte de Pío Baroja. Como los mencionados anteriormente, estos textos dan cuenta de un itinerario, el de Lázaro Santana, que transita por donde se le antoja por mor solo de la curiosidad y la pasión y que lo hace con un rigor y una independencia que, desgraciadamente, no cotizan al alza en el pensamiento sobre el arte que se produce hoy en día. Menos aún en Canarias, donde casi ni se produce.

Suscríbete para seguir leyendo