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Islas del mundo (XIV)

Cómo salvar las islas o la importancia de tener un plan B

Las infraestructuras públicas y privadas pendientes en Canarias se resienten de la inexistencia de planificación y de una ejecución extremadamente lenta

Cómo salvar las islas o la importancia de tener un plan B

No es la primera vez que escribo sobre la preocupación creciente en el mundo relativa a cómo afrontar los desastres por venir en territorios insulares como las Islas Canarias. Esa preocupación nos lleva a preguntarnos, porque formular las preguntas correctas es lo único que nos puede ayudar a contestarlas y, siguiendo el consejo de Albert Einstein que decía de mil maneras y en cientos de frases: «Lo importante es no dejar de hacerse preguntas». Así pues, ¿por qué necesitamos islas seguras?

La incertidumbre climática obliga a poner el foco en la necesidad de caminar hacia una cultura de la seguridad. La única certidumbre climática es que todo está cambiando y que muchas zonas del mundo peligran de una u otra manera, las islas especialmente.

Las islas son territorios más frágiles que los espacios continentales y requieren medidas a escala, verdaderamente pensadas para cada una de ellas porque lo que les ocurra no solo afecta a los insulares sino a toda la humanidad.

Las islas, como concepto, están en el cerebro de todos como algo único, exótico, paradisiaco, desde casi el principio de la historia de la literatura en la humanidad. Y las islas, como utopía, como sueño, como deseo, han estado siempre muy presentes en el imaginario colectivo desde tiempos ancestrales. Obtuvieron, en el pensamiento occidental, un valor añadido y simbólico singular en historias y mitos literarios de todos los tiempos, normalmente como un emplazamiento inédito en el que se podían encontrar riquezas y maravillas. Pero también se puede hallar en una isla la desgracia, siendo abandonado y aislado como en los relatos de náufragos.

Hoy las islas están habitadas por seres reales. Alrededor de 750.000.000 personas viven en ellas, más de un 10% de la población mundial. Se sabe que existen más de 11.000 islas habitadas permanentemente en los océanos, lagos y mares del mundo. Estas 11.000 islas tienen muchas formas y tamaños y representan casi todas las unidades ecológicas en que se divide la biosfera, y no son las únicas. Existen otros miles de islas e islotes sin habitar con una valiosa biodiversidad que el planeta no debería perder, y de las que solo la especie humana puede ocuparse.

La arquitectura como receta

Ahora que vemos cómo van a sobrar millones y millones de los fondos europeos NextGeneration destinados a las Islas Canarias, dinero que tendremos que devolver por incapacidad burocrática, funcionarial y política para gestionarlo y gastarlo adecuadamente, no podemos dejar de lamentar la inexistencia de planificación y la extrema lentitud en la ejecución de todas las infraestructuras públicas y privadas pendientes, las nuevas, las que ya se están planificando o diseñando pero cambiando el chip para que sean no como siempre, sino lo suficientemente resistentes y resilientes, flexibles y adaptables a lo que nos puede tocar vivir.

Al menos deberíamos ser capaces de iniciar las obras de los proyectos que ya están redactados y que adoptan formas orgánicas, propias de la naturaleza, que los hacen más resilientes a las sorpresas climáticas. Empezando y acabando por el puerto del Puerto de la Cruz, por citar solo un ejemplo que clama al cielo, pues el Cabildo de Tenerife convocó dicho concurso en 2004 y hoy, 18 años después, no se ha movido una piedra ni se la espera, siendo esta última legislatura la más lamentable por la inactividad total en que ha caído la institución insular. Lo que nos lleva a terminar con otra pregunta: ¿no deberíamos tener un plan B?

dulce xerach pérez. abogada, doctora en arquitectura. investigadora de la universidad europea

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