eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pilar del Río | Autora de ‘La intuición de la isla’

Pilar del Río: "Saramago era valiente, decía lo que pensaba, otros no pueden hacerlo"

"Pongo una alfombra para que los lectores entren en Saramago", destaca Pilar del Río envuelta por el centenario del Nobel, la pareja que no se ha ido

Pilar Río, en la biblioteca José Saramago en ‘A Casa’, en Tías, Lanzarote. / ELD

Gran parte de las novelas del portugués José Saramago (Azinhaga 1922-Tías 2010) tienen su origen en una pregunta que se hace a sí mismo. Para Ensayo sobre la ceguera: ¿y si todos nos quedamos ciegos qué ocurriría? En ese juego entre la interrogación y el abismo también cabe liarla: ¿y si el Nobel de Literatura (1988) no se hubiese ido a vivir a Lanzarote (1992), cómo hubiese sido su trayectoria vital y literaria? Pero la certeza objetiva va en dirección opuesta, eligió la isla para residir tras la orden inquisitorial del Gobierno de Aníbal Cavaco Silva contra su libro El Evangelio según Jesucristo por «ofender a los católicos, ir contra el dogma cristiano, por ser de un autor comunista y estar mal escrito». No sabemos qué autor nos esperaría de no haberse producido aquel desencuentro entre la libertad creativa y el orden político con la consiguiente marcha de Saramago, pero sí está claro que de haber sido así La intuición de la isla (2022), el libro de Pilar del Río (Granada 1950), no tendría sentido. Ella estaba junto a él el día en que, bajo el asedio de la polémica y el disgusto, le preguntó a la manera de la gestación de sus libros: ¿y si nos vamos a vivir a Lanzarote? Todo lo que ocurrió después está en esta obra que publica su pareja con un estilo periodístico que levanta los clavos de la carpintería de sus títulos, a la vez que nos descubre la agitación intelectual de A Casa, el hogar y biblioteca de Tías abierto al público. Se convirtió en un lugar de peregrinaje por donde pasaron o residieron temporalmente Carlos Fuentes, Bertolucci, Torrente Ballester, Susan Sontag, Santiago Carrillo, Carlos Reis, José Luis Sampedro, Sergio Ramírez, Claudio Magris, Juan Goytisolo o María Kodama, entre otros. También representantes de movimientos de liberación de todas partes del mundo o negociadores por la paz de territorios sometidos al terrorismo. Y en medio de todo ello la escritura febril y los lugares de la Isla.Pilar del Río está enfrascada en el centenario del nacimiento de José Saramago, que ya lleva meses de celebración a lo largo de este año, pero que tiene como fecha clave el miércoles próximo. Su agenda echa fuego. Responde por el móvil desde la zona de espera del aeropuerto, en Madrid. Vuela hacia Lanzarote y busca a una amiga con la que ha quedado. Lamenta la falta de un periodismo sosegado, una entrevista cara a cara en Lanzarote, ajena a las prisas.

¿No hay espacio para los reproches en su libro? ¿Era Saramago una persona fácil en la convivencia del día a día?

Era una persona inteligente y sabia, y con estas personas es muy fácil convivir. En cambio, con los que acumulan maldad o rencor es difícil. Él era extraordinario, podíamos estar de acuerdo en unas cosas y en otras no, pero yo lo que he puesto de manifiesto es la actitud que él tenía, por qué escribió lo que escribió, y siempre partiendo de la base, repito, de que era una persona inteligente y sabia.

Tras su muerte, a lo largo de nueve meses siempre se puso una copa más de vino en la mesa para un Saramago ausente, pero homenajeado. ¿Fue duro el duelo?

No, no fue duro porque el luto lo hicimos juntos, primero. Y segundo, fue muy literario y muy bonito que en distintos sitios del mundo, en Portugal, Granada, Sevilla, Lisboa, Buenos Aires... Se trataba de que la gente que había leído El año de la muerte de Ricardo Reis siguiera ese ritual de poner la copa en la mesa durante nueve meses, que es lo que se dice que se tarda en formarse y nacer, y también en irse del todo. Es algo muy literario que si se explica mal se podría ver como algo ridículo, pero como dije tiene su raíz en el libro citado y que hicieron muy buenos lectores.

Un brindis con el vino de La Geria que acabó de quitar al escritor del tinto... ¿No?

Bueno, depende, lo que hicieran en Argentina o en Lisboa no lo sé. Sí, pero en casa bebíamos la malvasía. Pero te digo, he asistido a ese rito en Uruguay, en Buenos Aires y varias veces en Lisboa, siempre que me correspondía, porque siempre lo hacíamos los días 18.

La decisión de vivir en Lanzarote fue una «epifanía» para Saramago, afirma en La intuición de la Isla. ¿Nunca tuvo dudas?

No, él seguía manteniendo su casa en Lisboa e íbamos siempre que queríamos, de hecho parte de la primavera y el otoño lo pasábamos allí. Había y hay casa en Lisboa y en Lanzarote, abierta esta última, por cierto, a visita pública. Es verdad que la mayor parte de los canarios no lo saben, por eso han ido tan pocos...

A Casa es un lugar abierto y usted ha sido testigo de encuentros con María Kodama, Torrente Ballester, Carlos Fuentes, Susan Sontag, Pedro Almodóvar... Una lista interminable. ¿Con quién se quedaría? ¿Ernesto Sábato, por ejemplo?

Bueno, Sábato es que se quedó una semana. O sea, que dio tiempo para mucho. Santiago Carrillo otro tanto de lo mismo. Es decir, no es lo mismo que una cena, por muy interesante que fuera, con Susan Sontag, que dura un día. Mi casa estaba siempre llena de gente, no necesariamente de nombres conocidos, también había compañeros de profesión, o simplemente amigos que están y que a lo mejor hablo de ellos [en el libro] de forma indirecta a través de sus niños, que crecieron allí año a año.

¿Costó mucho hacer este viaje literario, también cuaderno de bitácora, de los días de Saramago en Lanzarote? Como periodista, usted se toma al pie de la letra lo de que la profesión nunca es noticia y desaparece en la narración.

Claro, los periodistas no nos contamos a nosotros mismos, contamos lo que vemos. Yo soy la que ve, pero no voy a participar en ningún momento en ello dado que mi vida no le interesa rigurosamente a nadie. Cuento lo que pasaba en esa casa y sobre todo lo hago para saber la razón por la que Saramago escribía un libro y no otro. Ayer [por el martes pasado] decía Manuel Vicent en un acto maravilloso que hubo en Madrid, también con Julio Llamazares, que escribir Intermitencias de la muerte sonaba extrañísimo... Claro, al leer mi libro se entiende cuál es la razón que me llevó a hacerlo. Es decir, escritores tan excelentes y lectores entienden que abro una puerta o pongo una alfombra para que entren en Saramago.

Ensayo sobre la ceguera, la primera obra que escribe Saramago en Lanzarote, es muy dura. Sin embargo, surge en el paraíso. ¿No es paradójico?

Está escrita en Lanzarote viniendo de haber escrito El Evangelio según Jesucristo, donde un ser humano sabio, como he dicho antes, se enfrenta con el momento fundacional de la civilización cristiana y se plantea cosas que se habían planteado otros algunas veces, pero que no las habían podido expresar en público para que nos les cayeran los rigores inquisitoriales. Si Jesucristo no era Dios, estamos basados en la mentira, y a partir de ahí reflexiona... El Evangelio es un libro muy serio, muy serio, por donde han pasado veinte siglos de historia con las preocupaciones, las dudas, las ansiedades, la guerras de religión... Todo eso pasa por ahí. No se trata por tanto de mirar al paraíso de Lanzarote, sino de mirar al mundo...

La obra de Saramago enlaza con este mundo convulso en que vivimos y que tanto cuestiona en sus libros. Hay una carga utópica, a la vez moral, que le acerca a los que desean liberarse de ataduras de todo tipo.

Es un contemporáneo que resulta muy joven...

Hay una perspectiva premonitoria, un anticipo de los terremotos políticos y éticos que vivimos o que están por llegar.

Sí, al ser un pensador y un observador se daba cuenta de las atrocidades que se cometían con el clima, por ejemplo. Y lo mismo con su último libro, Alabardas, que no terminó, donde decía: si se están fabricando armas habrá que fabricar conflictos para consumirlas. Saramago no era un imbécil, pensaba y lo decía. Era valiente. Otros no pueden hacerlo por su puesto de trabajo, o por otras razones.

En la misma línea de esa perspectiva escribe usted lo siguiente: «Ocurrió que en marzo de 2004 se produjo un tremendo atentado en Madrid, en la estación de Atocha, con casi doscientos muertos, y en Ensayo sobre la lucidez, recién publicado en España, se narra un atentado en una estación de trenes, de modo que esa coincidencia fue leída con sobresalto».

Bueno, el atentado de Atocha fue después de la novela...

Pero hubo una polémica o ganas de sembrar confusión, por decirlo de alguna manera.

No, fue todo una casualidad a partir de un atentado extraño. Lo que ocurre es que el libro se presentó en Madrid... O sea, que no se puede decir que lo hubieran copiado, puesto que en Portugal si había salido pero en Madrid no. La casualidad fue tremenda, hizo mucho dolor. ¡Dios santo!, una tragedia como esta y tener el libro...

Tras el Premio Nobel de Literatura todo cambio. Usted se refiere a las tentaciones que le empezaron a llegar a Saramago y a su entorno más cercano. Ofrecimientos que no existían antes del galardón. ¿Conoció otra faceta del mundo literario?

No, era desde el ámbito empresarial. Era la gente que nunca había leído un libro y que de pronto te quieren recibir en los salones...

¿Y cómo se tomaba él estas propuestas?

A risa... ¿Cómo se lo iba a tomar? Fulanito de tal nos invita a cenar ahora... ¿Cómo se lo iba a tomar? Agradecíamos la invitación y nos partíamos de risa.

Sostuvo en el tiempo su militancia comunista. ¿Flaqueo en algún momento?

¿Dudas? ¿Por qué?

Quiero decir una crisis ideológica o de pensamiento.

No, no la tuvo nunca.

Uno de los vacíos en la vida de Saramago en Lanzarote es que nunca se pudo ver con César Manrique. «Sintió no haberle agradecido personalmente la isla ofrecida, y ese sentimiento, que le acompañó siempre, le hacía citarlo una y otra vez», escribe usted en La intuición de la Isla.

Sí, es verdad. Fue una pena, hablaron por teléfono pero no se vieron. José lo sintió mucho...

¿Y qué sucedió?

Tenían previsto un encuentro, tomar un café, pero lo pospusieron para octubre dado que íbamos a venir más días. Y no pudo ser, César se mata el 25 de septiembre de 1992.

En 1994 fui testigo del entendimiento de José con su perro Pepe, del que dijo que sólo le faltaba hablar. Los perros protagonizan varios de sus títulos. ¿Por qué?

Sí, pasaban el mayor tiempo posible juntos, y como bien dices aparecen en su obra. El perro es el perro de las lágrimas de Ensayo sobre la ceguera, Camoens es el Encontrado de La Caverna y Greta es la que no está en ningún libro porque se llevaban fatal, pero tenía una relación estupenda con ellos. De hecho, y es curioso, en la fotografía [del libro] aparece Greta subida sobre José. A veces el animal tenía esas condescendencias.

¿Por qué la reproducción al final del libro de la Carta Universal de Deberes y Obligaciones de las Personas?

Soy promotora y firmo la Carta, al igual que otros tantos de nueve países. Fue una iniciativa de José y hubo un congreso donde participaron cientos de personas de todo el mundo en México. La hemos llevado a todos los estamentos de la ONU. La recojo y transcribo en el libro, algo que puede hacer cualquier persona o medio de comunicación que le interese. Sé que con motivo de la celebración del centenario lo van hacer algunos periódicos.

Compartir el artículo

stats