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La mitad oculta del tablero del arte

‘La otra mitad: mujeres artistas en Canarias (1815-1952)’, comisariada por Yolanda Peralta, abre nuevos caminos para revisar la experiencia histórica de las creadoras y deconstruir a su vez el canon androcéntrico imperante

La mitad oculta del tablero del arte

El interrogante, erigido en manifiesto universal, que formuló la historiadora y crítica neoyorquina Linda Nochlin en 1971 -¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?- y puso en jaque el tablero de las artes donde solo juegan los artistas masculinos, también fundamenta la trayectoria de investigación, comisariado y recuperación de nombres de Yolanda Peralta. Cientos de creadoras en Canarias, nacidas y afincadas en las Islas o aves de paso de otras latitudes, movían sus piezas en los márgenes de un circuito artístico que vedaba la partida a las mujeres.

El ejercicio de horadar ese canon patriarcal hasta los cimientos para reescribir unas normas del juego que promuevan la igualdad de posibilidades, acceso y representación en el arte comenzó a finales del pasado siglo XX, con el rescate y estudio de las obras de artistas silenciadas en el relato histórico que las Guerrilla Girls cuestionaron con una nueva pregunta en 1989: Do women have to get naked to get into the Met Museum? [¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Metropolitan Museum?, en relación a que «menos del 5% de los artistas en el Arte Moderno son mujeres, pero el 85% de los desnudos son femeninos»].

Sin embargo, una de los pasos comunes en aras de visibilizar y difundir el trabajo artístico de las mujeres se ha basado en gran medida en la celebración de exposiciones de obras de distintas artistas reunidas bajo un epígrafe colectivo basado en el sexo femenino. Esta cuestión abre otro interrogante que hoy, en pleno siglo XXI, interpela a responsables de museos o comisariado de exposiciones al plantear si esa aglutinación de nombres y obras bajo el único criterio de la femineidad no constituye, en el fondo, otra forma de segregación en «cuartos para chicas», señala Peralta, parafraseando a la comisaria y crítica de arte Rocío de la Villa.

La muestra exhibe 70 obras pergeñadas por 37 creadoras que representan la mitad real, pero ignorada, de la Historia del arte

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«¿Y si en nombre de la discriminación positiva estamos guetizando o aislando la representación de las artistas por el hecho de ser mujeres?», reflexiona Yolanda Peralta, investigadora, docente y comisaria de exposiciones, que ha desarrollado el grueso de su trayectoria profesional y académica en el campo de los estudios de género, la historia de las mujeres y las relaciones entre arte y género. Y esta fue la pregunta que, en esta ocasión, abrió el camino de La otra mitad: mujeres artistas en Canarias (1815-1952), que exhibe la sala de exposiciones del Instituto Cabrera Pinto, en La Laguna, hasta el próximo 20 de noviembre.

Esta muestra antológica, comisariada por Peralta por encargo del Gobierno de Canarias, toma como punto de partida la búsqueda de nuevas miradas sobre el desconocido legado de las artistas en las Islas en el contexto del olvido sistemático que han sufrido las mujeres dentro de la historiografía del arte en Canarias. Su propósito fue cartografiar casi un siglo y medio -137 años- de expresión artística de distinta índole, pero incorporando nuevos criterios, perspectivas y herramientas que permitieran situar y comprender la trayectoria de las artistas y sus obras en sus contextos respectivos.

La mitad oculta del tablero del arte

Así, La otra mitad exhibe una nómina de 70 obras pergeñadas por 37 artistas nacidas o afincadas en Canarias, que constituye una representación de la mitad real, pero ignorada, dentro de la Historia del arte en Canarias. La intrincada empresa de reunir las piezas para esta exposición solo ha sido posible «gracias a la generosidad de muchísimas personas», apunta Peralta, quien ha localizado y traído obras procedentes de numerosas instituciones y centros públicos de las Islas, así como otras tantas colecciones privadas y familiares.

Y después de un año de investigación, documentación, rastreo y localización, que Peralta describe como «una empresa casi detectivesca», debido a la marcada escasez de referencias, la comisaria enfiló el montaje desdeñando los recursos de ordenación tradicionales, como el sentido cronológico o las categorías estilísticas y, en su lugar, quiso poner de relieve «la experiencia histórica de las mujeres en el campo del arte en Canarias, mostrando a su vez los mecanismos de invisibilización que las han relegado a los márgenes, excluyéndolas del canon artístico».

En esta línea, el recorrido de la muestra se articula a través de seis secciones que atienden a las diversas prácticas artísticas que desempeñaron las creadoras, así como las temáticas y representaciones del entorno que les rodea, las experimentaciones más innovadoras, la relevancia de su posición social o sus posibilidades de formación, lo que conforma al final un discurso expositivo que deconstruye el canon artístico imperante y cuestiona, desde la perspectiva de género, el silencio mantenido sobre sus valiosas aportaciones dentro de las narrativas hegemónicas.

Estos ámbitos creativos, repartidos en distintas salas del bellísimo espacio expositivo de Cabrera Pinto, se denominan Empoderamiento y autoafirmación profesional; Creación artística y clase social; Arte versus artesanía; El género y los géneros artísticos; Pioneras e innovadoras y La revisión de la mirada: mujeres mirando a mujeres.

El estado de las obras es defectuoso, como si las grietas revelasen las fisuras de una memoria pendiente de restituirse

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Por tanto, la comisaria soslaya las etiquetas reduccionistas que envuelven todas estas realidades en el marco de un supuesto «arte femenino» -¿acaso existe en paralelo un «arte masculino»?, se pregunta- para explorar los diversos senderos creativos que transitaron las artistas, desde su propia reivindicación como creadoras a través del autorretrato hasta su transgresión en el terreno de la innovación con distintos materiales y disciplinas.

Además, el discurso de la muestra cuestiona la jerarquización de las técnicas y los géneros artísticos, «situando al mismo nivel de los retratos o esculturas las mal llamados artes menores o femeninas, como el bodegón de flores, los esmaltes, la cerámica, las joyas, el bordado o la costura», indica la comisaria, que cuestiona a su vez «el baremo de calidad impuesto históricamente por el canon androcéntrico». También debe reseñarse que el estado de conservación de muchas de las obras es más bien defectuoso, como si las grietas en el lienzo revelasen las fisuras de una memoria pendiente de restituirse. «Quise exhibirlas así», afirma Peralta, «porque es también un llamamiento a la importancia de recuperar, conservar y restaurar estas obras, que forman parte del patrimonio artístico oculto de Canarias».

La mitad oculta del tablero del arte

Este mapa contrahistórico alberga s autorretratos de Gina Berndtson, Chelín Reino, Manón Ramos o Maribel Nazco, así como un autorretrato escultórico en forma de máscara realizado por Vicki Penfold; joyas y esmaltes de Maud Bonneaud; tiras cómicas y dibujos de Maruja Soto en las páginas de LA PROVINCIA; paisajes e imaginarios de Lola Massieu, Yolanda Graziani y Pino Ojeda, pioneras de la abstracción en Canarias; imágenes de María Lasso Morales, que capitaneó un estudio fotográfico en Lanzarote desde mediados de la década de los 30, y las de la cineasta Nieves Luego, cámara en ristre, en campos y playas; y la mirada de mujeres sobre otras mujeres arando la tierra, sosteniendo a sus hijos, inmersas en la lectura de un libro, donde se alojan varias obras de la artista Jane Millares, pionera de la modernidad artística en Canarias, fallecida el pasado miércoles, en la capital grancanaria, a los 94 años.

La otra mitad se materializa en la grieta del tablero cojo del arte, «donde está todo por descubrir», en palabras de Peralta, como un ejercicio de revisión histórica pero también una vocación de avanzar hacia un horizonte igualitario donde confluyan todos los nombres del arte sin cuartos ni mitades. La comisaria ya trabaja en el catálogo de la muestra, junto con Semíramis González, comisaria y gestora cultural, y Concha Lomba, catedrática de Historia del arte de la Universidad de Zaragoza. Pero en principio, las perspectivas de su itinerancia de la muestra por otras salas o centros museísticos de Canarias tras su clausura en Cabrera Pinto son nulas. Queda en manos de las instituciones públicas y museos de las Islas mover ficha.

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