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Análisis

Luis García Montero en La Palma: México, Galdós y Almudena

El poeta Luis García Montero trazó un mapa de recuerdos en la lectura poética que puso punto final al Festival Hispanoamericano de Escritores de La Palma

Luis García Montero en la clausura del Festival Hispanoamericano de Escritores. Luis G Morera

En el tiempo detenido entre cinco poemas y algunas revelaciones, el sol rodó ladera abajo por la Cumbre Vieja y la noche cayó sobre Los Llanos de Aridane en la voz del poeta Luis García Montero. Su recital, que escribió la última página del cuarto Festival Hispanoamericano de Escritores, evocó México en La Palma, nombró la muerte celebrando la vida, como esgrimía el Nobel de Literatura Octavio Paz sobre el culto de su tierra, y por supuesto, trajo la memoria de Almudena Grandes al Archipiélago galdosiano donde sembró tantas amistades que el pasado sábado atendían, en silencio, a los puntos cardinales de este mapa sentimental a la sombra del volcán. 

García Montero sostenía entre sus manos Una melancolía optimista, poemario cuyo título enmarca hoy la mirada de poeta, «con ese mismo invierno de cuando tú me faltas», revela uno de sus versos. Su lectura comenzó bordeando las orillas de una isla con el poema El dogmatismo es la prisa de las ideas, que dedicó a La Palma, después de reivindicar la palabra poética como espacio de pensamiento y libertad, o como indica el poema, de «ser dueño del minuto que falta». 

Luego comenzó un viaje de recuerdos hacia México, país protagonista del encuentro, donde relató algunas anécdotas compartidas con el público asistente, como el escritor mexicano José Esteban, de quien rememoró su larga cruzada en busca de la tumba de Luis Cernuda en el cementerio interminable de San Ángel. «Y Pepe no lo encontraba, y entonces el poeta Ángel González inventó una coplilla que decía: El poeta Luis Cernuda tiene buena información / cuando viene Pepe Esteban, se cambia de panteón».

Pero el puente que acorta las orillas de Canarias y de México, donde trazó tantos caminos de ida y vuelta la impronta de Almudena, es Benito Pérez Galdós, cuya obra teatral y literaria despertó un gran entusiasmo en el país americano a finales del siglo XIX, y en quien la autora de Malena es un nombre de tango se inspiró para reconstruir los pasos de la historia reciente en sus Episodios de una guerra interminable.

Por todo esto, García Montero dedicó su siguiente poema, Lectores, a la galdosiana Yolanda Arencibia, también sentada entre el público, «por Galdós y por su amistad con Almudena». «También es el amor una luz negociada», comienza el poema. «Y Cernuda nos habla de Galdós bajo el cielo de México (...) Historias que se enlazan como puertos». 

«Yo suelo quedarme dormido muy pronto, pero me despierto también muy pronto», reveló el autor. «En cambio, Almudena solía tardar en dormirse, y luego no había quien la despertara por las mañanas. Entonces, teníamos que negociar el no protestar porque se apagara una lámpara tarde y se encendiera otra pronto. Cuándo se apaga o se enciende la luz de la mesita de noche: esta es la anécdota que, como siempre sucede en poesía, intento que trascienda».

Numerosos asistentes recordaban el diálogo literario-sentimental que protagonizó la pareja formada por Grandes y García Montero en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), en México, el pasado 2017, donde narradora y poeta revelaron los entresijos de una larga convivencia marcada por la complicidad de las palabras y la admiración mutua -«no hay amor sin admiración», suscribía Grandes-.

«Tengo recuerdos muy intensos de los viajes en avión con Almudena como, por ejemplo, el último viaje a México», relató García Montero. «Ella era tan partidaria de la vida y tan vitalista que le gustaban incluso las comidas del avión -ríe-, y se las comía todas: la suya, la mía... Y después, en cuanto retiraban las bandejas, ponía su cabeza en mi hombro y se quedaba dormida hasta llegar al aeropuerto que nos recibía».

Así lo plasmó en La muerte es un sueño: «Cuando se retiraban las bandejas y el avión era calma / solías tú ponerme la cabeza en el hombro / cerrábamos los párpados / y nos dejábamos llevar por un viaje de largo recorrido. / Así me gusta imaginar la muerte / ahora que estoy solo».

El poeta desembocó en la última estación del mapa con las Confesiones de su poemario Completamente viernes, un compendio poético que publicó en 1998 y que dedicó a Almudena: «Yo te estaba esperando». Pero en 1991, antes de que se cruzaran sus caminos, Grandes publicó la novela Te llamaré viernes. Y un año después, comenzaron la historia de amor más hermosa de la literatura hispana. 

Aquella tarde de recuerdos en La Palma no era viernes sino sábado, como si todo sucediese ahora un día más tarde, pero donde García Montero sigue llamando, cada día, a Almudena. «Tu cabeza en mi hombro / en un viaje infinito en el que sigo todavía».

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