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En busca de la penúltima lectora

Elisa Rodríguez Court recopila en su reciente libro las columnas que ha ido publicando a lo largo de los últimos años con el fin de dotarles de vida propia

La escritora Elisa Rodríguez Court, junto a su libro ‘La penúltima lectora’. Juan Castro

¿Cuándo se abandona un libro? ¿Dónde queda el rastro de las letras? Tal vez perdido entre el pelo, las manos, las sillas y las sábanas entre las que esa historia ha descansado durante los días en que unos ojos han ido adquiriendo nuevas enseñanzas del mundo a medida que avanzaba por su fisonomía. Esa magia que despierta es la que aglutina Elisa Rodríguez Court en la publicación de su nueva entrega, La penúltima lectora, que vio la luz hace unos días pero lleva macerándose a lo largo de los últimos años.

Portada de 'En busca de la penúltima lectora'. E. D.

«La penúltima lectora se inspira en material literario del que me he valido a lo largo de años para escribir mis columnas literarias, la mayoría publicadas en el periódico El Día. Escribir semanalmente una columna suponía y supone una presión fabulosa para la lectura», declara la autora, que además es licenciada en Filosofía y profesora de alemán. Esta es una nueva incursión en el campo narrativo después de haber publicado Decir noche y Dime quién fui.

No obstante, en la sosegada y atenta mirada a la actualidad y, sobre todo, la concisión con la que ha de tratarla, ha logrado una recopilación que toma voz y vida propia. «Este ejercicio te obliga, al menos en mi caso, a leer con el lápiz en la mano para descubrir lo que consideras perlas presentes, y no siempre visibles, en los libros. Me considero una cazadora de instantes, fragmentos, conceptos e ideas. Pongo atención, sobre todo, en lo minúsculo, las voces o gestos de personajes secundarios, la entrelínea, las grietas y lo fragmentario».

«La literatura, mientras persista Shakespeare, escribió Emily Dickinson, será sólida», afirma

Desde el gato de Ricardo Piglia, el perro de Mario Levrero, la sensibilidad de Emily Dickinson o las largas cartas o las reflexiones compartidas entre Coetzee y Paul Auster, las reflexiones de Rodríguez Court toman un paisaje de fondo que reverdece los motivos. «Concentrar la mirada en un objeto o acontecimiento solo parece posible si en el mismo movimiento se ignora el resto. Igual ocurre en el ámbito de la literatura. En La penúltima lectora se revelan influencias literarias, pero no todas las referencias que aparecen lo son. Me interesa antes la concepción literaria que subyace bajo los textos, una manera de concebir la creación literaria», subraya.

Si habla de su propio tránsito de lectora a escritora, de ese sujeto que, en ambas formas, siempre está activo, añade que «considero la lectura como parte del proceso creativo y valoro las obras de escritores que permiten participar a los lectores de sus búsquedas durante su escritura. De la valía y perduración de las obras en el tiempo creo que se encargará el propio tiempo. Por fortuna».

En cuanto a esa alquimia en la que se ha visto inmersa en el último tiempo reescribiendo y dotando de vida las columnas, lo contempla tomando a dos autores, «Coetzee habla de una habitación desnuda o vacía para referirse, así lo entiendo yo, a la necesidad de prescindir en la escritura de los elementos que sobrarían en un libro. En palabras de Pierre Michon, supone una advertencia al hecho de añadir demasiada agua al caldo, idea que comparto», asegura.

La historia y análisis de la literatura la llevan a múltiples relatos, entre los que destaca la pluma de Enrique Vila-Matas, «no entiendo que todavía no le hayan otorgado ni tan siquiera el Cervantes, bueno, tal y como anda el panorama literario, no resulta extraño».

«Considero la lectura como parte del proceso creativo», destaca la escritora

La penúltima lectora, buscadora incansable de historias, está en ella y en todas aquellas personas que alguna vez han inundado su imaginación con las palabras que ha liberado el otro. Si bien la pandemia trajo la adquisición de libros y la vuelta al tiempo de lectura como uno de los refugios más placenteros y calmados frente al caos del exterior, aunque siempre esté en lucha contra quienes prefieren la quema y la ignorancia del vulgo, ¿dónde está la última lectora? «Tal vez donde está la primera: en ningún lugar. La literatura, mientras persista Shakespeare, escribió Emily Dickinson, será sólida. La pienso como un canto colectivo inacabable y que ha perdido su origen con el transcurso de los siglos. Encontrará, creo, infinitos penúltimos lectores que estén a su altura». Ella, seguirá siendo una de ellas, «yo leo para respirar y no ahogarme en el mundo gris y unidimensional. Leer es, para mí, una forma de vivir, de añadir vida a la vida».

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