Existe un país con ADN celestial. Está gobernado por una mujer pelirroja y de voz majestuosa. Le rodea un cierto halo de misterio, pero esa épica es pura fachada. Ella es un foco de luz natural que ilumina a todo aquel que desea entrar en su territorio. Además, es la encargada de entonar los himnos nacionales cada día. Sí, en plural. Porque aquí hay tantos como personas lo habitan. Es un lugar donde cualquiera tiene cabida y, como tal, la diferencia es especialmente querida. No hay fronteras ni cárceles. Ni siquiera un espacio físico permanente: la República Divina de Florence Welch va moviéndose de un lugar a otro para incorporar a nuevos ciudadanos. Los últimos censados proceden de Madrid, quienes adquirieron su nueva nacionalidad este sábado. Así, el Mad Cool se convirtió en la puerta de entrada a un paraje donde la libertad, la igualdad y la fraternidad tienen idioma propio.

Sin demasiada parafernalia, Florence and The Machine asaltó el escenario donde horas antes habían hecho de las suyas los rockeros Pixies. Llegó solemne, con una sonrisa a medias. Siempre tranquila, pues sabe de sobra que tiene un puñado de temas ganadores. Arropada por una banda de siete músicos, inició una comunión pop de enorme magnetismo. De hecho, bastaron tan sólo tres canciones para que el público se moviese a su misma velocidad. Entre ellas, King: se trata de una de las composiciones más sólidas de su último álbum, Dance Fever. Con ella, evidenció de nuevo que su voz resulta tan inspiradora como sus letras. “I am no mother, I am no bride. I am a king”, cantó a pleno pulmón. Sabiendo quién manda, las normas están claras.

Florence llevó la batuta en todo momento. EP

La artista londinense llevó la batuta en todo momento. A veces, con un leve contoneo. Otras, con sus brazos al aire. Sacó rendimiento a la mayoría de los recursos que tuvo a su alcance. Así, se mostró cercana, astuta, tenaz, sagaz, respetuosa… a pesar de que el sonido no fue el mejor ni de lejos. No obstante, consiguió crear una atmósfera capaz de unir al primero de la fila con el último. Impecable, pero nunca excesiva. Ese hipnotismo alcanzó su cenit cuando sacó la artillería pesada. La conquista se perpetró cuando tocaron Dogs Day Are OverShip To Wreck o Big God. Aunque la apoteosis llegó de la mano de Shake It Out, para muchos considerado ya un clásico de un nuevo siglo. Y, por qué no, también de su República.

Guitarricadelafuente avivó al público. EP

No es la única, por supuesto. Pero sí la que mejor supo ser fiel a sus principios. A Florence poco hay que recriminarle: quien fue anoche a su concierto recibió lo que esperaba. Ni más ni menos: un show rebosante de actitud y casi ninguna pompa. Es verdad que, en ocasiones, peca de estridente. Pero es lo que hay. Se la quiere así o no se la quiere. Un privilegio que muy pocos pueden permitirse. Si bien ella protagonizó el plato fuerte de la cuarta jornada del Mad Cool, antes desfilaron nombres que no pasaron desapercibidos. Al contrario: Zara Larsson electrizó un recinto adormilado a ratos con una buena dosis de electropop sueco. El neo soul de Bikôkô puso la nota discordante (y gratificante) a la velada. Y Guitarricadelafuente avivó los ánimos a golpe de folklore. Por cierto, hablando de este género… se echó de menos a la prometida Taylor Swift. Ejem. Dejémoslo ahí.

Leones descafeinados

Kings of Leon nadie puede quitarle el mérito de hacer discos bonitos. Lo que no quiere decir buenos. Con ellos siempre las expectativas están altas, por lo que a la más mínima corren el riesgo de no cumplirlas. Esto fue lo que ocurrió en Valdebebas: abarrotaron un perímetro excitado por su actuación, pero se mostraron apáticos hasta bien avanzado el repertorio. Faltó energía. Bastante. Algo en parte motivado por los temas que componen su último trabajo, When You See Yourself: los medios tiempos de intríngulis reflexivo hacen que el cancionero pase sin pena ni gloria por nuestros altavoces. Suena bien de fondo, nada más. Acostumbrados a ese rock sureño de estribillos vitalistas, el grupo de Nashville pinchó en gran parte de su intervención.

Por supuesto, no faltaron RadioactiveUse Somebody Sex On Fire, que encendieron un par de chispas entre el gentío. Ahora bien, se echó en falta la sensibilidad y el descaro que los volvieron tan icónicos en sus primeros elepés. Eso no quiere decir que vivan de las rentas, sino que se han acomodado en un estilo sin gancho y fuertemente comparable. Demasiada introspección para tan poco entusiasmo. Quien sí lo trajo incorporado de serie fue Tom Grennan. A pecho descubierto, el músico de Londres tomó las tablas como si de un campo de batalla se tratase: tan poderoso como dinámico, convenció a un gallinero ávido de buena vibra. Si Pablo Alborán fuese indie, bien querría parecerse a él. Para muestra, su interesante Little Bit Of Love.

Mención especial para Elure The Struts. Los primeros son un grupo de rock alternativo de Cartagena. Comenzaron sus andanzas en 2016 con el lanzamiento de How About You?, donde ya dejaron claro que su sonido es vigoroso. Aunque, oye, como banda sonora de la mítica serie Embrujadas tampoco hubiesen quedado mal. Tienen ecos noventeros, por lo que entre The Cranberries y Natalie Imbruglia no hubiesen desentonado nada. Más bien al revés. Asimismo, los segundos cuentan con ese carisma old school que recuerda tanto a otra época. Sobre todo, gracias al modo en el que su estimulante líder afronta Could Have Been Me o Body Talks. Los de Derby aportaron ese color juguetón que el festival estaba pidiendo a gritos. Tan sólo una pega: ¿qué hacían tocando en un espacio tan pequeño? Hubiesen merecido alguno de los stages principales.

El fuelle de Pixies

A diferencia de Kings of Leon, Pixies sí viven de las rentas. A casi nadie le interesa lo nuevo que han ido lanzando tras su reunificación en 2004. Desde entonces, han editado tres álbumes de estudio inéditos. En definitiva, tres excusas para poder seguir girando y recaudando. La nostalgia vende. Sólo hay que ver alguna imagen de anoche: un Mad Cool hasta los topes coreando himnos atemporales. Por la manera en la que se entregaron a la masa, todo parece indicar que a Black y compañía aún les queda fuelle para rato. Interpretaron VamosHere Comes Your Man o Isla de Encanta con ese puntito frenético y asalvajado que tanto les caracteriza. Cerraron con Debaser: gran acierto.

Pixies tiraron de los grandes éxitos de su carrera. EP

Este sueño revival también lo ha encarnado Editors. La formación abanderada por Tom Smith ha concentrado 20 años de carrera en show de una hora. PapillonSmokers Outside The Hospital Doors Munich alternaron las guitarras afiladas con los sintetizadores serpenteantes. Un ejercicio de personalidad que les diferenció con claridad del resto del cartel. Incluso plantaron cara a la empírea Florence, situada a escasos metros de ellos. De corte más intimista, se mostró Leon Bridges. El cantante de Atlanta tuvo la virtud de trasladarnos a otras décadas a través de canciones de propósito eterno. A medio camino entre el soul, el funk y el blues, desató una oleada de emociones en una multitud alborotada y enternecida a partes iguales.

Gracias a un cancionero labrado con gusto e inteligencia, evidenció solvencia, rugosidad y sensualidad. Una visión diferente, pero implacable. Similar, en ese sentido, a la de Alina Pash. Ella iba a ser la representante de Ucrania en Eurovisión 2022. De hecho, ganó la preselección que el país organiza anualmente. Sin embargo, algo se truncó: fue acusada de prorrusa a través de las redes sociales por haber cruzado a Crimea, en 2015, desde territorio ruso. Ante la presión, se vio obligada a renunciar y dejar camino a Kalush Orchestra. Su música fusiona el folk local con sonidos electrónicos. Una apuesta que se complementa con una estética única que combina tradición con vanguardia. Dos extremos que casan a la perfección visto el público que tanto ella como el resto engancharon.