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El primer rey de Canarias

Juba II, como monarca vasallo de Roma, tenía que asegurarse en su reino la libre circulación de emigrados y el florecimiento comercial

El primer rey de Canarias Alicia Mª García García

Juba II de Mauritania nació en el año 52 a.C. en la familia imperial númida, ya que era hijo de Juba I, rey de Numidia. Muy pronto su infancia se vio interrumpida a consecuencia de la intervención de su padre en la contienda militar entre César y Pompeyo, cuando esta se trasladó al escenario africano, ya que tomó partido por este último y, tras la derrota en Tapso el 46 a.C., se suicidó.

Poco se sabe de la suerte de los descendientes del númida después de estos acontecimientos, aunque a partir de este momento desaparecen las noticias sobre el resto de la familia y cambia la suerte del pequeño Juba de tan sólo cinco años de edad, pues fue llevado a Roma por César para hacerlo participar en su ceremonia triunfal como botín de guerra junto a otros destacados cautivos.

Tras este suceso, el reino de Numidia se convirtió, en su mayor parte, en provincia imperial, mientras que en Roma, César tomó al niño Juba bajo su protección y le proporcionó una elevada educación, gracias a la cual cultivó la amistad de un joven Octaviano, diez años mayor que él, que lo prosiguió amparando después del asesinato de César y lo llevó a algunas de sus campañas militares. Para recompensarle por la ayuda prestada en la Guerra de los Cántabros y quizás en Accio le otorgó el 25 a.C., junto con las insignias de su reino, el gobierno de la Mauritania.

El establecimiento de un reino cliente suponía para Octavio, ya con el título de Augusto, la reducción del número de sus armadas en África y el nuevo rey sería el encargado de velar por la paz de esta provincia que estaba destinada a funcionar como estado tapón frente a las fluctuaciones promovidas por los gétulos rebeldes. El marco territorial del reino naciente, según los datos de las fuentes antiguas, puede deducirse que abarcaba los territorios norteafricanos correspondientes a parte de las actuales Marruecos y Argelia más occidental.

Juba II se contentaba con el rol de político eficaz y de príncipe leal que colaboraba en todo momento con el procónsul en la defensa de los intereses romanos contra los indígenas norteafricanos, por lo que Augusto consideró que era suficiente la instalación de un rey aliado y cliente para defender esta provincia, una tierra poblada de gentes en continua rebelión, mientras que las colonias serían mantenidas independientes del mauritano y algunas de ellas ligadas administrativamente a una provincia de la Hispania romana, la Baetica.

Además de estos dones territoriales, Augusto concertó su matrimonio con Cleopatra Selene, única hija superviviente del triunviro Marco Antonio y la célebre reina de Egipto, Cleopatra VII. El reino de Mauritania tuvo como eje principal la ciudad de Cesarea, aunque parece que compartió las funciones de capital real con Volubilis, en la Mauritania occidental. Cesarea fue un enclave de corte helenístico, pues Juba fue un ferviente adepto de la cultura helénica y gracias a este matrimonio pudo atraerse a un considerable número de sabios griegos de Alejandría. Pero en el año 40, con el asesinato del sucesor de Juba II, su hijo Ptolomeo, por orden del emperador Calígula, finalizó el período de existencia del reino mauritano como estado independiente ligado política y administrativamente a Roma y en el año 44, el nuevo emperador, Claudio, crea dos provincias romanas bien diferenciadas, la Mauritania Cesariense y la Mauritania Tingitana.

La expedición

Como soberano de la amplia extensión territorial del reino de Mauritania, Juba estuvo muy interesado por explorar sus límites y es en ese marco donde idea y encarga diversas expediciones. Así, persiguió con este viaje estudiar en los albores de la Era los confines más occidentales de su reino, información que recogió en su tratado, conservado de forma fragmentada, Sobre Libia.

El texto nos es conocido gracias al extracto del mismo realizado por Plinio el Viejo en torno al 70 d.C. en el libro VI de su Historia Natural, quien relata que el viaje fue impulsado por Juba II e informa de la existencia de unas islas en las latitudes occidentales de la Mauritania. Además de ello, facilita su número, ubicación geográfica, nombre y reveladores datos sobre su clima, orografía, paisaje, flora y fauna.

Si analizamos el contexto sociopolítico del viaje nos percatamos de que Juba fue un auténtico rey vasallo de Roma y este hecho justifica la finalidad de su expedición pues, por un lado, mantenía en la zona intereses comerciales e industriales tan importantes como la célebre púrpura getúlica y, por otro, es evidente que estaba obligado a realizar actividades que favoreciesen los intereses de Roma. Su condición le exigía que asegurase en su reino la libre circulación e instalación de los inmigrados romanos o itálicos y garantizase el florecimiento de sus actividades comerciales. Además, como rey-científico, había recibido de Roma la encomienda de determinar la posición de esas islas que suponían el confín más occidental del Imperio.

El texto sobre las Islas

Juba II fue autor de once tratados de la más variada temática, desde la geografía, historia de las civilizaciones, etnografía e historia natural hasta la lingüística y diversas artes, y siempre fue valorado por los intelectuales de la época. El mauritano comenzó sus investigaciones en un momento en que en Roma había surgido con vigor la predilección por la Libya indígena y salvaje. Es este el marco de sus conocimientos de las Islas Canarias que sin duda entroncaban con los informes y mapas confeccionados por navegantes fenicios y cartagineses y a los que él pudo acceder gracias a su posición privilegiada.

Son varias las fuentes que corroboraban la navegación en la Antigüedad por la costa de las islas atlánticas y así, en el s.I, el historiador Plutarco habla de unas «Islas de los Bienaventurados», Makáron nêsoi en griego, a propósito de las informaciones recibidas por el general romano Sertorio de unos marineros gaditanos. Múltiples son los problemas que se suscitan a la hora de conjugar las referencias antiguas con los nombres modernos como es el caso de Plinio-Juba y su número concreto de islas, distancias, tamaños, puntos de referencia, flora, fauna, pueblos, etc. Sin embargo, debemos agradecerle a Plinio el Viejo la labor de transmisión del trabajo de Juba II y el que nos legase la descripción más cumplida y detallada del Archipiélago y el nombre actual de Canaria y su etimología.

Por otro lado, Juba II siempre se interesó por la geografía y, fruto de ello, nace su obra principal, Sobre Libia, donde se recogen las pesquisas relativas a la costa occidental atlántica africana que sacan a nuestras islas de la atmósfera del mito y las circunscriben a un universo geográfico hasta ahora desconocido.

Estacio Seboso y Juba

A la hora de fijarnos en detalle en cada uno de los aspectos más destacables de la Historia Natural VI, 202-205 de Plinio, el fragmento de texto que habla de nuestras islas, observamos que nos presenta dos textos bien diferenciados en relación a las Islas de Mauritania: las Islas Afortunadas y «algunas otras». Estas noticias surgen de las informaciones recogidas en primer lugar por Estacio Seboso (naturalista y viajero romano del siglo I a.C.) y van seguidas, a continuación, de las de Juba II.

Resulta muy importante el texto de este último pues nos refiere, en primer lugar, que no visitó las islas en persona, probablemente porque sus obligaciones gubernamentales le impedían asistir a todos sus proyectos de exploraciones científicas y debía deponer esta tarea, en ciertos momentos, en sus expedicionarios. No obstante, no hay motivos para dudar de la veracidad de la expedición, como además atestiguan las informaciones que de ella se desprenden, y probablemente estas nuevas tierras descubiertas pasaron a enmarcarse en los dominios del monarca mauritano, pues geográficamente las islas pertenecían a la costa atlántica del actual Marruecos.

En el epítome pliniano, tenemos constancia de que las Islas Afortunadas (Fortunatae Insulae) están situadas al suroeste y desde esa orientación se hallan a una distancia de navegación de las Islas Purpurarias, en la costa marroquí, de 625 mil pasos. Tras la parte del periplo propia de la geografía matemática, se abre la parcela destinada a una geografía mucho más amplia y que abarca datos de climatología, geología, zoología, botánica y, finalmente, etnografía.

Juba refiere seis islas en un viaje que parece haber ido de Occidente a Oriente y así tenemos una primera isla Ombrios; una Iunonia (maior) a la que sucede otra, del mismo nombre pero menor (Iunonia minor); luego les siguen una Capraria, una Ninguaria y, finalmente, Canaria, la última de las islas referidas en el periplo del monarca mauritano según lo consignó Juba II o según recopiló Plinio el Viejo para crear su Historia Natural, la obra gracias a la cual tenemos acceso a estas noticias.

En conclusión, debemos felicitarnos por contar en nuestra historia más antigua con la figura de Juba II, quien nos sacó de la nebulosa de los mitos y proporcionó toda una serie de importantes informaciones relativas a nuestro Archipélago gracias a su relación privilegiada con Roma y a su labor científica. Juba fue una destacada autoridad intelectual en su época y así lo consideró Plinio el Viejo a la hora de usarlo como una de sus fuentes principales y recopilar su valioso informe sobre las Fortunatae Insulae. Gracias a Juba, pasamos a figurar en la cartografía romana y entramos en la historia del mundo occidental en las fuentes literarias y científicas. La interesante y novedosa exposición del Museo Arqueológico Nacional (MAN) En torno a las columnas de Hércules. Las relaciones milenarias entre Marruecos y España, organizada conjuntamente por España y Marruecos, nos brinda una oportunidad única de acercarnos un poco más a este valioso y apasionante personaje, el «primer rey de Canarias».

BIBLIOGRAFÍA:

García García,A., Juba II y las Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 2009.

García García,A. y Tejera Gaspar,A., Bereberes contra Roma. Insurrecciones indígenas en el Norte de África y el poblamiento de las Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 2018.

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