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Guinea española, ‘carnet de route’

Esta obra es un cuaderno de viaje que también habla de historia, geografía, costumbres, enfermedades, naturaleza y leyes imperantes en la colonia

Sello de 1934 con indígenas de la Guinea española según los estereotipos coloniales de la época . | |ELD

Cartas de la Guinea (1940), de Agustín Miranda Junco, publicado en la editorial Mercurio por el sociólogo Roberto Gil Hernández, es una obra que puede ser vista hoy con mayor objetividad que en la década de los 80. No existe premura por recuperar una producción literaria oculta desde la época republicana ni las opciones ideológicas de las inmediatas postrimerías suponen un rechazo que dificulte su estudio. En el siglo XX los totalitarismos de uno y otro signo sedujeron con parecida intensidad a escritores y a artistas. Agustín Miranda, que se formó entre los colaboradores de la revista La Rosa de los Vientos (1927-1928) y de Revista de Occidente (1923-) optó por esa España totalitaria que publicaciones como Escorial (1940-1950) tratarían de dar lustre con distinguidos poetas y novelistas, filósofos y científicos.

El libro de Miranda Junco con su «melancolía imperial» puede observarse hoy en sus certezas y penurias. El precedente de la recuperación llevada a cabo ahora por Roberto Gil se halla en Poemas y ensayos (1994), edición de Rafael Fernández Hernández, el investigador que había sido el líder del Partido Comunista en Canarias en la clandestinidad y que supo hallar en Cartas de Guinea capítulos de amplia valía estética.

Siguiendo la línea simultaneísta de Lancelot, 28⁰-7⁰ (1929), de Agustín Espinosa, se constituye con materiales de variada procedencia que, azarosamente, se vuelven complementarios. Es un cuaderno de viaje, como se destaca en la primera y última sección, pero también ofrece informaciones sobre la historia colonial y el conocimiento de la región guineana, sobre los hábitos y costumbres, sobre la música, sobre las enfermedades, sobre los animales y el bosque, sobre las leyes dictadas en los años 30. También evoca a su maestro y amigo Agustín Espinosa, y al pintor Xavier Casais. Cartas de la Guinea es un collage que puede verse desde diversos ángulos críticos.

Su naturaleza de carnet de route nos lleva al siglo XIX, a los escritos de exploradores, naturalistas, funcionarios y literatos, que salen del territorio europeo para dar cuenta de lugares que les resultan desconocidos. Como Bory de Saint-Vincent, que con sus descripciones en Voyage dans les quatre principales îles des mers d’Afrique (1804) une Canarias y las islas del océano Índico, Tenerife y La Réunion, o como Octavie y Henri Coudreau, que exploran el espacio amazónico a finales de siglo desde la Guayana, Miranda Junco retrata los intereses económicos del país al que pertenece y, asimismo, expresa su visión con un estilo muy personal. Roberto Gil Hernández, en su estudio preliminar, ofrece numerosos precursores que durante el siglo XIX y el inicio del XX se expresaron en términos semejantes ante Guinea Ecuatorial.

Entre los autores contemporáneos destaca André Gide, citado por Miranda Junco. El escritor francés atrajo la atención de la intelectualidad europea con los relatos de sus viajes a la URSS o al corazón de África. De sus viajes al Congo y al Chad trae un retrato de la naturaleza, las poblaciones, los personajes que conoce, también la crítica a los excesos cometidos por las grandes compañías de explotación forestal con los indigènes. Su libro Voyage au Congo (1927) promueve una denuncia que amplía en Le Retour du Tchad (1928).

Miranda Junco no va tan lejos. Cuando llega a Fernando Poo y a Guinea continental sigue los intereses de un escritor que observa de cerca la realidad. Y lo hace con la perspectiva de quien se ha formado en los años 20 y 30. Habla así de los entornos naturales, del caucho, del aprovechamiento económico, de la población, de la religión o la música, del derecho y la legalidad en las colonias…, y se atreve a proponer mejoras sobre aquello que le parece un desacierto. Su crítica no se dirige a las compañías forestales ni a los colonos, pero su discurso está inmerso en inquietudes y referencias que son también las de sus contemporáneos.

Una lectura rápida puede determinar el signo racista del libro. Pero esto requiere alguna matización. Miranda Junco cita a Leo Frobenius, el etnólogo y arqueólogo alemán que alcanza notoriedad en los años 20 y 30 con sus estudios sobre las morfologías culturales. Frobenius, a través de libros que publica desde 1900, es el primero en reconocer la existencia de una cultura africana. Sus artículos y obras en español los difunde Revista de Occidente y la editorial Espasa-Calpe, la misma que edita Cartas de Guinea. El investigador alemán, además, imparte algunas conferencias durante 1925 en la Residencia de Estudiantes, en Madrid. Es, entonces, muy conocido para la intelectualidad española.

Ya en los años 30 el poeta Pedro García Cabrera lo cita en los ensayos que publica en la revista Gaceta de Arte. El autor de Entre la guerra y tú no había pisado todavía suelo africano. Miranda Junco, por el contrario, habla de un espacio guineano que conoce, y describe su experiencia con un perspectivismo cultural que tiene fuentes reconocibles en su tiempo. La referencia al etnólogo puede situarlo bajo la «exotización» de la mirada europea, pero también resguarda de la adscripción a un discurso colonial sin matices.

En efecto, el discurso anticolonial que se fragua en los años 40 se apoya en Leo Frobenius. Su presencia puede encontrase en los animadores americanos de Harlem Renaissance, en aquellos que estuvieron en The New Negro (1925) y, asimismo, en la actividad de intelectuales de origen africano procedentes del mundo francófono. Publicaciones parisinas como La Revue du Monde Noir (1931-1932) y L’Etudiant Noir (1935) emprenden una lectura del etnólogo que lleva a la defensa de las culturas de África. El mismo concepto de «negritud», concebido por el martiniqués Aimé Césaire y el senegalés Léopold Sédar Senghor, se apoya en las consideraciones de Frobenius. Cuando Césaire da a conocer Histoire de la civilisation africaine (Gallimard, 1936) al que sería más tarde el primer presidente de Senegal, desata la reflexión sobre el colonialismo e inicia el discurso de la negritud.

Visto desde un siglo más tarde, cuando las quimeras coloniales lo han cubierto todo con las directrices de Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, cuando los estados están atrapados por ramajes trasnacionales de leyes, de tramas económicas y de poder insaciables, habría que preguntarse si lo que de forma simple describe Cartas de la Guinea no es ya el signo de los nuevos tiempos totalitarios, si no se vuelve ahora al sujeto para reconvertirlo en objeto y reeducarlo con el fin de que pierda su incontrolable alteridad.

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