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Lo que el viento borró en Berlín

‘Los Effinger’, de Gabriele Tergit, es una de esas grandes novelas que requieren ser leídas para comprender el espíritu de un mundo perdido

Lo que el viento borró en Berlín

Los Effinger, de Gabriele Tergit (Berlín, 1894-Londres, 1982), voluminosa y torrencial, es una de esas novelas de verano que el lector aguarda para poder hincarle el diente a sus 900 páginas cuando las horas juegan a favor. Publicada inicialmente en 1951, no tuvo entonces el eco deseado, quizás porque la sociedad alemana de entonces tampoco estaba lo suficientemente preparada para recibir una voz con distintos matices y poder así encajar después de la guerra el retrato tridimensional alejado de la opinión generalizada de que los judíos deberían ser tratados exclusivamente como personas puras y nobles, más allá de cualquier pesimismo intelectual. La propia Tergit, que comenzó a escribir esta historia en 1932, en el momento en que se hallaba en la cúspide de su carrera como periodista y autora de una opera prima, Kasebier conquista Berlín (Minúscula, 2010), inteligente y divertido libro sobre los años locos de la capital alemana y el espíritu de la República de Weimar, explicó en su día que Los Effinger no era una novela sobre el trágico destino de los judíos europeos sino sobre Berlín, que incluía a decenas de personajes que resultaban ser de origen semita. En 2019 fue reeditada en Alemania en medio de un enorme éxito y ahora ve la luz traducida al español gracias a Libros del Asteroide.

En esencia, Los Effinger se asemeja a otra saga familiar histórica, Los Buddenbrook, en la que Thomas Mann cuenta las vicisitudes de cuatro generaciones de una familia de comerciantes de Lübeck, entre los años 1835 y 1877. Puede que tengan razón los que sostienen que no fue una coincidencia que la historia narrada en el libro de Tergit comenzase precisamente en 1878, un año después como si se tratara de una sucesión literaria. La novela, que empieza siendo doméstica, y en la que en un guiño revelador del curso de la historia alemana la palabra judío apenas se vislumbra en las primeras doscientas páginas, acaba siendo un convincente retrato político. La singular autonomía que maneja la autora para referirse a lo que sucedió entonces en Berlín termina también por convertirla en una de esas grandes obras que requieren ser leídas para comprender el espíritu de una época y de un mundo perdido. Sus personajes están dibujados de manera desprejuiciada y aunque en ella no se ocultan y descuidan los estereotipos antisemitas del siglo XIX, Tergit emerge sublime al mostrar cómo ser judío no jugó un papel decisivo en Alemania antes de principios de la década de 1930. Solo cuando los nazis se encuentran a las puertas del poder, la opinión hacia ellos se vuelve agresiva y dramáticamente tornadiza. Únicamente el relato salvajemente tergiversado del colectivo hace que la sociedad empiece a sentir recelos y surge el odio de unos alemanes hacia otros cuando no existían en la percepción de los años anteriores.

A través de cuatro generaciones, desde 1878 hasta 1948, Tergit narra una crónica familiar de la sociedad judía berlinesa de clase alta. Una carta de uno de sus principales protagonistas, el joven Paul Effinger, de 17 años, de la familia de relojeros Effinger en la pequeña ciudad de Kragsheim, sirve como punto de partida para lo que sucede a continuación. Entonces es todavía un aprendiz lleno de entusiasmo; en 1942, a los 81 años, convertido en un industrial de éxito, espera la deportación a un campo de exterminio. “He creído en la bondad del ser humano”, escribe resignado en una última carta. “Ha sido el más profundo error de mi errada vida. Ahora los dos tenemos que pagarlo con la muerte”, confiesa devorado por el arrepentimiento de no haberle hecho caso a su esposa Klarita, que quería marcharse y sin embargo la ha arrastrado, según sus propias palabras, a una desgracia inimaginable.

Durante una gran parte de sus páginas, Los Effinger se lee como un estudio detallado de la sociedad alemana a lo largo de varias épocas políticas, las más llamativas de las cuales son la era guillermina con la Primera Guerra Mundial, la República de Weimar y el período de inflación, la toma del poder por los nazis y la Segunda Guerra Mundial. Los sucesivos trastornos políticos y sociales se reflejan en la vida de los protagonistas, desde que son simples relojeros o dueños de tiendas hasta banqueros y grandes industriales. El espectro religioso es también amplio, va desde el judío devoto hasta el no practicante, aunque la religión sólo juegue un papel secundario en esta saga familiar. No obstante, hacia el final alguien se pregunta si realmente tiene alguna influencia en lo que está sucediendo. Son los riesgos habituales de una existencia en tiempos convulsos y de cambio los que se sitúan en el centro de la historia narrada en Los Effinger. Como ejemplo la institución matrimonial comienza a tambalearse mientras la emancipación femenina se afianza en la secuencia cronológica de la novela; atraviesa el largo y convencional camino que marca la pertenencia a la alta burguesía hasta otro tipo de decisiones. En algún momento, no estar casada o tener un amante deja de ser un problema para la mujer que se ha vuelto segura de sí misma.

A la autora no le falla jamás el pulso narrativo, lo cual es un gran mérito por tratarse de tantas y tantas páginas. La novela se sustenta en diálogos ricos, pequeñas historias que encajan como anillo al dedo contadas unas dentro de otras, con precisión y sin grandes adornos, en capítulos cortos y con un ojo extraordinariamente agudo para los detalles. Ahí es donde más se nota la buena formación periodística adquirida por la escritora. Así y todo en una obra de tantos personajes se recomienda acudir de vez en cuando al árbol genealógico impreso en la publicación para no perderse.

Gabriele Tergit, nacida como Elise Hirschmann en 1894, fue una intelectual judía alemana de librepensadora que escribió para el periódico de centro-izquierda Berliner Tageblatt durante una década hasta principios de 1930, cuando la amenaza del régimen nazi era ya inminente. El cinco de marzo de 1933, a la vez que cumplía 39 años y empezaba a disfrutar del gran éxito obtenido por Kasebier conquista Berlín, un comando de las tropas de asalto irrumpe en su apartamento para arrestarla. Tergit consigue huir, primero a Checoslovaquia y luego a Palestina antes de instalarse en Londres, donde vive hasta su muerte en 1982. Los Effinger es fruto del exilio; fue escrita lo largo de dieciocho años, en habitaciones de hotel en Praga, Jerusalén, Tel Aviv y la capital británica, aguzando la memoria para tratar de recobrar el aliento del mundo perdido de su juventud.

En 1948, regresa a Berlín por primera vez. Es la visita a la que alude en el sombrío epílogo de su novela. Lleva consigo el último de los cinco manuscritos. Dos habían sido destruidos en bombardeos, mientras que uno se perdió en París y el otro en Múnich. Encuentra una ciudad destruida, en la que sus viejos habitantes plantan semillas en sus jardines y manifiestan dudas de que realmente puedan algún día brotar. Tergit, en cambio, no vacilaba al pretender que los padres pusiesen en manos de sus hijos su monumental novela para que, transcurrido el tiempo, supiesen cómo era todo aquello que borró el viento más trágico de la historia.

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