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Víctor Ramírez Escritor

“Mi literatura es una hecatombe estructurada”

Víctor Ramírez. El Día

El encuentro tuvo lugar en el marco del ciclo de conferencias y diálogos No-Todo: crítica y negatividad, coordinado por Roberto Gil Hernández, profesor del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de La Laguna.

En su diálogo con Nayra Ramírez comentaba que en sus inicios recibió el influjo del escritor cretense Nikos Kazantzakis. ¿Puede hablarnos sobre ello?

Estaba en Madrid, de estudiante, y un amigo, Jesús Aristu, me prestó una novela suya. Me gustó y se me quedó.

Más conocido es el ascendiente en su obra de la música mexicana.

Cuando era niño, la música que se cantaba en las tiendas de comestibles y en los bares —no había casi ninguno— era la mexicana. La canaria no se cantaba nunca. No me acuerdo de isas, folías, ni malagueñas. Música mexicana. Sobre todo ‘rancheras mimosas’, como las llamo. Eso se me quedó dentro. Me viene a la memoria ahora que, en la ermita de San Roque, durante las fiestas, se montó una tarima y que subí y canté a palo seco Cuatro caminos de José Alfredo Jiménez. Pasado el tiempo seguí cantando canciones mexicanas y después ya me puse a componerlas. Tengo compuestas ciento ochenta. Algunas las envío por wasap.

Me contó una vez que también leyó el Ulises de Joyce.

Lo que aprendí del Ulises es a escribir lo que se me ocurra, a no ponerme pegas innecesarias. Es difícil de leer, pero lo leí completo, ¡eh!

Es independentista, pero en la conversación con Nayra Ramírez dijo que le han apoyado más los peninsulares que los canarios.

En el colegio de Lomo Blanco tuve dos directores peninsulares, uno gallego y el otro no me acuerdo de dónde, que propiciaron la libertad responsable en la enseñanza. Aquello a mí me ayudó mucho. Y a mis alumnos, claro. Luego vino de director un canario que no quiero nombrar, y aquello dejó de ser positivo. También en la Universidad Laboral, con un director y un jefe de estudios españoles, aprovechándome yo de ellos y ellos de mí, aquello se revolucionó. Se pusieron a funcionar el cine, el teatro, las conferencias, los recitales. Después de las películas había un fórum que duraba más que las películas. El alcalde de Las Palmas Juan Rodríguez Doreste iba todos los sábados a verlas. Yo me propuse hacer una colección de autores canarios que los alumnos iban a vender para pagarse el viaje de fin de curso. Pero se marchó aquel director y pusieron a uno canario y se dejó de hacer todo. Tengo que nombrar también a Guillermo García-Alcalde, que me permitió publicar en el Diario de Las Palmas. Sin el Diario no existiría mi literatura. Además, en el suplemento de cultura del Diario, Cartel, pude dar a conocer a decenas y decenas de autores canarios. Por otra parte, según me enteré, Maximiano Trapero hizo posible que Cada cual arrastra su sombra saliese en la Biblioteca Básica Canaria.

¿Qué implicaciones ha tenido escribir desde y sobre Canarias?

Soy independentista porque soy humanista. Ya lo decía José Martí, que el pobre se pegó media vida exiliado fuera Cuba. Canarias es el trozo de humanidad que me tocó. Es cuestión de humanismo.

«Soy independentista porque soy humanista. Ya lo decía José Martí, que el pobre se pegó media vida exiliado de Cuba»

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En el diálogo en TEA comentó que el escritor chileno Luis Sepúlveda le contó que se estaba muriendo en un hospital de Alemania, que le pasaron su novela Nos dejaron el muerto y que finalmente no se murió. ¿Puede recordar este asunto?

El escritor Ricardo Bada, que vivía en Colonia, tenía un programa en la sección en español de la radio alemana y alguien le prestó Nos dejaron el muerto, creo que un alemán que vivía en Las Palmas. El libro le gustó. Ricardo fue a ver a Luis Sepúlveda, que vivía en Hamburgo exiliado y estaba ingresado en un hospital por una enfermedad grave. Le dejó Nos dejaron el muerto y una noche una enfermera vio luz en la habitación y, como estaban esperando que se muriera, pensó que se había muerto. Entró y estaba leyendo Nos dejaron el muerto. Y luego no se murió. Más tarde, en una playa del sur de Francia, Álvaro Mutis estaba tumbado y pasó por allí Luis Sepúlveda –estaban en un congreso de escritores–. Luis le dijo: ‘Mira, viejo, aquí te dejo esto por si lo lees’. Y Álvaro Mutis, por lo visto, le contestó: ‘No, ya yo me lo he leído todo’. Y Luis le insistió: ‘Tú empieza’. Luego Luis fue a bañarse, estuvo un rato en el agua y cuando salió vio al viejo tan absorto que no le dijo nada. Después, en el congreso, Álvaro Mutis golpeó la mesa y dijo: ‘¡Puta! Estoy leyendo una de las mejores novelas que he leído en los últimos tiempos y no sé ni quién es su autor’. Todo esto me lo contó Luis Sepúlveda, que quiso conocerme en una escala en Gran Canaria de un viaje que hizo a Lanzarote.

¿Cree que el tipo de ficción que hacía en ‘Diario Las Palmas’ tiene cabida todavía en los periódicos?

¡Claro! Lo mío con el Diario de Las Palmas fue más que un milagro.

En este contexto insular, de producción y difusión literarias que no levantan muchas pasiones, ¿cómo lleva ser un autor reconocido y querido por el público?

Como un milagro.

Al evocar sus personajes, tan realistas, no puedo evitar encontrar semejanzas con muchos de nuestros convecinos.

Es la verdad alimentada de invenciones, pero es la verdad siempre. Yo escribo por impulsos. Lo bueno es que uno consigue que esa invención sea verdad.

Me impresionó verle en el diálogo extrañado ante su propia obra

Mi literatura es una hecatombe estructurada. Una hecatombe de situaciones y personajes.

Tenía previsto recoger tus letras de rancheras en un libro. ¿Cómo llevas el proyecto?

Ya me he obligado a meterle mano a eso. A lo mejor empiezo hoy mismo.

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