El cuerpo de una niña colgado de la Grúa de Piedra de Santander, una investigación policial trufada de nuevos asesinatos que van complicando la trama; agentes devotos del compromiso con la buena comida o con la dieta estricta, tanto como con el sexo sin ataduras; la capital cántabra como singular escenario local de un fenómeno universal, el del uso de las redes sociales por los menores y lo ajenos que madres y padres permanecen a la doble vida en que sus hijos habitan en esa galaxia paralela. Todo ello conforma el armazón de ‘Sol de brujas’, la última novela del vizcaíno Félix G. Modroño (1965), de raíces zamoranas (su padre es alcalde de Villapando desde 2007), formación salmantina y residente en Santander, donde muy a menudo aparece "ese sol de falsas apariencias que extiende sus rayos engañosos entre nubarrones de lluvia". Modroño acaba de pasar por la Feria del Libro de Madrid y se encuentra en plena ebullición promocional.

Leído en Twitter. "Hay más escritores que lectores"

No iba desacertado. Hay más autores que lectores. Yo distingo entre autores y escritores. Gente que afronta la escritura de un libro hay mucha. Hay un exceso de egos. A la mayoría de los escritores, como la escritura no les reporta dinero, yo creo que les pagan en ego. La mayoría de la gente que intenta acceder al mercado editorial no sabe lo complicado que es publicar un libro ni que el sistema de retribución de los escritores se ha quedado obsoleto y somos los menos remunerados del negocio editorial.

Se escriben libros en papel, en formato electrónico, en páginas web y hasta en redes sociales. ¿Percibe el riesgo de que esta proliferación de formatos devalúe la novela de toda la vida?

Ya no es tanto el soporte en que se publica, sino que la gran mayoría de los libreros, que son prescriptores, no pueden asimilar toda la avalancha de libros que les llegan. Se corre el peligro de que los libros de más calidad se queden al lado de otros que tienen menos. Es muy difícil para un librero poder prescribir correctamente con todo lo que tienen.

Hace poco oímos a Vargas Llosa alabar a Bolsonaro. ¿Le sorprende este papel del escritor en el siglo XXI que abraza a la ultraderecha o a cualquier otro extremo de la política?

Hay que tener libertad de pensamiento político, todos tenemos nuestras ideas. Lo que ocurre es que manifestarse públicamente conlleva el riesgo de perder muchos lectores, porque es verdad que ahora la sociedad está muy sensibilizada y la libertad de expresión está en entredicho. En este momento, en España hay blancos o negros, eres del Madrid o del Barça, no hay términos medios, hay poco diálogo y poca reflexión. Me parece bien estar implicado, los escritores tenemos nuestros principios, pero de ahí a hacer abanderamiento… esta sociedad no está preparada para el diálogo, y este es un problema que han causado los extremos, hay mucho extremismo y posicionarse no siempre es adecuado.

Y, sin embargo, hay colegas suyos que utilizan constantemente las redes sociales para tomar posiciones. Estoy pensando en Pérez Reverte, por ejemplo.

Pérez Reverte es un tipo muy listo y sabe perfectamente que si mueve el árbol y caen nueces a él le va a beneficiar, es un tipo que sabe perfectamente lo que hace. Otra cosa es aquellos que se manifiestan sin ningún motivo aparente, más que por exhibir sus ideas. Eso no me interesa en absoluto porque ser escritor no te da derecho a alardear de cierto status, me da igual que sea escritor que sea torero. La opinión de un escritor en política es como la de cualquier otro, no tienen una superioridad moral distinta para opinar de política.

Félix G. Modroño, en la estación de Atocha de Madrid. José Luis Roca

Luego, ¿en qué posición queda la figura del intelectual en 2022?

Todo tiene que venir reflejado en los libros. Hay que distinguir entre novelistas y ensayistas. En un novelista, el pensamiento debe ir reflejado en sus personajes y a través de los géneros que trata. Si tú quieres hacer una denuncia social, usa el género negro. Para protestar por una mala sanidad, por una sociedad corrupta, por una sociedad sobreexpuesta en las redes, hacerlo de una manera elegante en una novela, a mí me resulta mucho más práctico en la novela y me siento mucho más cómodo que a través de un tuit. Los tuits, además, no duran nada, se forma un revuelo en un rato y al día siguiente ya se ha olvidado.

En ‘Sol de brujas’ hay distintos perfiles de la policía, con la que usted trabajó para escribirla. ¿Ese mundo policial que usted ha conocido es un reflejo fiel de la sociedad?

Antiguamente, en la policía había mucha más gente de derechas que ahora. Hoy día, su ideario está muy diversificado. Yo creo que hay policías cuya meta es el bien social, perseguir a los malos y defender a los más débiles. La policía no deja de ser una especie de empresa: hay jefes, recelos, envidia, celos por ascender, es un microcosmos que se asemeja mucho a una empresa financiera como en la que yo trabajaba, a veces hay que trasladarse para ascender, tiene sus problemas de desarraigo. Es un cuerpo muy actualizado, con cada vez más incorporación de mujeres.

¿Cómo fue la experiencia de trabajar ‘empotrado’ en la policía de Santander?

No llegué a patrullar, evidentemente, pero me quisieron llevar a hacer prácticas en el campo de tiro y no me atreví. Solo de pensar que podía coger una pistola me sudaba la mano. Me enseñaron todas las técnicas de laboratorio de la Policía Científica, lo precario y los pocos recursos que tienen, sobre todo en la Comisaría de La Coruña, que lleva toda la parte de laboratorio del norte de España y donde a veces no han podido realizar pruebas por falta de presupuesto. Es un CSI de andar por casa, porque realmente están dotados de muy buenos medios, tienen muy buen material, pero muchas veces no pueden comprar el día a día de lo que necesitan, con lo cual se retrasan en alguna investigación y eso es decisivo para su trabajo.

¿Va a hacer más novela negra?

Me gustaría, hay muchos temas que tratar y que la sociedad sigue dando de lado y no quiere afrontar.

Hay una eclosión de eventos de novela negra. Barcelona Negra, Cartagena Negra, Valencia Negra,… solo falta un Villalpando Negra.

Mi padre es el alcalde, es cuestión de proponérselo. Hay como cincuenta y tantos eventos de ese tipo. La sociedad necesita que los malos estén en la cárcel y que los buenos ganen. Estamos en un momento en que es difícil mantener la concentración en la lectura y la novela negra bien escrita le da la concesión al lector de no necesitar tantísima concentración.

Tiene una técnica muy particular, la de no poder parar de leer.

En mi caso son capítulos muy cortos. Intentar mantener la atención del lector cuando estamos compitiendo con plataformas digitales, con las redes sociales, con TikTok, con Instagram, estamos compitiendo con otros métodos de ocio.

Félix G. Modroño, en la estación de Atocha de Madrid. José Luis Roca

¿Hay algún autor en particular que haya disparado este ‘boom’? Stieg Larsson, Mankell, Nesbo…

Cuando se produjo el fenómeno nórdico sí que empieza un nueva época dorada. Aquí en España había una generación de escritores, como Juan Madrid, Andreu Martín, Vázquez Montalbán,… el siguiente paso lo hemos dado gente que ahora tenemos 50 años. Recuerdo que en las primeras ediciones de Barcelona Negra éramos muy pocos y costaba hacer mesas de gente que tocáramos el género negro. Antes que Juan Gómez Jurado estuvo Dolores Redondo, que vendió los derechos de sus novelas a un montón de países en Fráncfort, y antes incluso de que se publicara en España pasó de unas ventas normales a unas superventas.

El mal de los 'coolturetas'

¿Los críticos consideran la novela negra un género menor?

Hay un problema de quiénes son los críticos literarios en este país. Si nos vamos a los suplementos literarios ‘coolturetas’, como digo yo, ahí tenemos un problema porque es un mundo muy endogámico y parece que si no escribes con densidad no eres escritor, y están equivocados.

Haciendo amigos

No, pero es verdad, incluso hay un comentario en mi novela en que lo digo. Es muy simple limitar la literatura a lo sesudo, cuando lo realmente difícil en la literatura es hacer fácil lo difícil. Hacer una prosa elegante y sencilla es muy difícil de hacer, y es verdad que en España, en los grandes periódicos hay gente que no ha escrito un libro [risas] o que no han vendido más de 500 ejemplares. Hay mucho escritor frustrado al que no le gusta que la gente venda novelas.

¿Qué tal se llevan entre ustedes los escritores? ¿Hay ‘quevedos’ y góngoras’?

Hay buen rollo en general, nos juntamos mucho en ferias y en festivales y nos llevamos bien. Yo suelo leer a mis amigos por educación, por deferencia, o a gente con la que coincido en festivales. Hay muchos ‘lobbies’, muchos grupos, yo no pertenezco a ninguno. Eso tampoco está bien porque no te permite ver más allá del mundo en el que estás metido. Yo creo que la relación es buena, salvo… a ver, hay también rencillas, hay escritores envidiosos, pero yo creo que, en general, la relación es bastante buena, quiero creer en la bonhomía de la gente.

‘Lobbies’ en el mundo de los escritores….

Hay muchos grupos que se retroalimentan entre ellos y parece que más allá de ellos no hay literatura, pero eso pasa en todas las profesiones.

Usted es hijo biológico de la España vaciada. ¿Hay alguna solución para que esa España vaya a la misma velocidad que el resto del país?

No tiene solución porque a nadie le interesa solucionarlo, más allá del turismo cultural. Si se potenciara el teletrabajo se podría potenciar a través de las instituciones públicas, con algún incentivo fiscal. Las diferencias entre comunidades autónomas no tienen mucha explicación. No tiene sentido que las comunidades más afectadas por la despoblación tengan menos incentivos fiscales que ninguna otra para establecerse en ellas.