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Fotografía

Dignificar la fotografía pintada

Ouka Leele llevó hasta límites inéditos la mixtificación entre fotografía y pintura, muy relacionadas desde los primeros años del nuevo invento: la creadora llegó a un grado de perfección difícil de alcanzar

Ouka Leele posa ante una de sus fotografías, en una exposición sobre su obra. | | MIGUEL LORENZO

Cuando Ouka Leele regresó de una estancia en Nueva York y México se encontró en Madrid con la efervescencia cultural de la transición política y la Movida, de la que se convirtió en una de sus fotógrafas. Mariscal, Ceesepe, Pedro Almodóvar, Alaska, Rossy de Palma, Carlos Berlanga… fueron algunas de sus amistades y objeto de muchas de sus fotografías.

Bárbara Allende Gil de Biedma, Ouka Leele (el nombre, inicialmente con una sola E, lo tomó de un cuadro de estrellas de El Hortelano, una de las cuales tenía el nombre que adoptó la fotógrafa), nació en Madrid en 1957 y falleció el pasado martes en esta ciudad. Se formó en la escuela Photocentro, y desde unos inicios en la fotografía realista en blanco y negro (véase su libro Principio, de 1976), de carácter melancólico, Ouka Leele fue evolucionando hacia la fotografía artística en color (unos colores intensos), como la serie Peluquería (1980), hasta llegar a la manipulación de los negativos y la utilización de procedimientos digitales y usando cada vez con más frecuencia el coloreado y el retoque a mano, métodos a través de los cuales proporcionaba a sus fotografías un tono barroco de fantasía y sensualidad. Bodegones, retratos (Ariadna Gil, Pilar Bardem, Charo López), autorretratos (Santa Bárbara, 2010), fotografías de moda, escenas de calle… adquirían de pronto un tono kitsch gracias al coloreado. Según dijo en alguna ocasión, el trabajo de colorear una fotografía podía ocuparla un mes entero de trabajo. Esta utilización de la pintura en la fotografía y la concepción de la fotografía como pintura le valieron en 2002 el Premio Pintora Ilustre de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Utilizando ambas expresiones concibió el mural Mi jardín metafísico, de 300 metros cuadrados, en Ceutí (Murcia). En 2005 fue galardonada con el Premio Nacional de Fotografía por “cuestionar los límites del lenguaje de la fotografía”.

Entre sus influencias eclécticas reconocía desde la de artistas como William Blake a la de actores como Lindsay Kemp

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Oula Leele llevó hasta límites inéditos la mixtificación entre fotografía y pintura, dos manifestaciones muy relacionadas desde los primeros años del nuevo invento. Algunos de los mejores fotógrafos eran pintores más o menos reconocidos, otros abandonaron la pintura para dedicarse a la fotografía y muchos experimentaban ambas artes simultáneamente a través del retoque y el coloreado a mano de los negativos, procedimientos que se han venido haciendo desde los primeros años de la historia de la fotografía y que Ouka Leele llevó hasta un grado de perfección difícil de alcanzar. El trabajo de estos fotógrafos-artistas retoma el conceptualismo y la desmaterialización del arte para llevar su obra hacia las nuevas fronteras que la pintura y la fotografía han ocupado en su expansión.

En París Ouka Leele realizó en 1988 una serie de Polaroid gigantes para la Fundación Cartier. Otra de sus especializaciones eran las fotografías preparadas en escenografías y decorados estudiados hasta el último detalle, con escenas próximas al surrealismo y al onirismo en las que mezclaba personas y objetos. Con ellas trataba de subvertir la cotidianidad, convertirla en algo mágico. En 2007 reunió en la Plaza de Oriente de Madrid a 1.500 voluntarios de 40 asociaciones y ONGs para una serie que Ouka Leele fotografió desde una grúa. Entre sus influencias eclécticas reconocía desde las de artistas como William Blake a la de actores como Lindsay Kemp. Y entre los fotógrafos, Man Ray.

Si hay un tema que se repita con insistencia a lo largo de su obra es el de las mujeres, también en su obra poética

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Incluso en sus títulos fue evolucionando hacia un lenguaje más surrealista y sofisticado: desde ¿A dónde irán? (1977), Autorretrato de fotógrafa (1978), Quiero saber quién soy (1982), A Working Class Heroine (1985), La magia de las mujeres (1999), hasta llegar a Destella su piel (2006), Generoso encuentro con la belleza (2007), y La escalera del sueño de Jacob por la que suben y bajan los ángeles (2007), un verdadero tableau impresionista. En una de sus exposiciones, Un banquete cruel, pour quoi? (2014), Ouka Leele denunciaba la violencia que sufren las mujeres en África central. Si hay un tema que se repita con insistencia a lo largo de su obra es el de las mujeres (“me gusta reflejar lo que conozco”, dijo en cierta ocasión). Además de fotografías, Ouka Leele fue autora de poemarios como Floraleza, Poesía en carne viva, Este libro ard+e entre mis manos y De la embriaguez desnuda, que ilustraba con sus propias serigrafías y dibujos. También hizo algunos trabajos de diseño escenográfico y vestuario, como el que preparó para la ópera Curlew River, de Britten (2007), así como carteles de cine (Habitación en Roma, de Julio Medem). Una de sus últimas exposiciones en junio de 2021, Ouka Leele. Supernova, recogía comics, collages, dibujos, fanzines y, naturalmente, fotos coloreadas. En 1986, cuando sólo tenía 29 años, el Museo Español de Arte Contemporáneo le dedicó una gran retrospectiva. Ouka Leele expuso sus fotografías en galerías de París, Londres, Nueva York o Fránkfurt. En 2010 Rafael Gordon estrenó el documental La mirada de Ouka Leele.

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