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Exposición

¿Cuándo empezaron las 'fake news' sobre las epidemias?

Los bulos sobre las infecciones aparecieron desde los inicios de la prensa. Así lo atestiguan las relaciones de sucesos (tatarabuelas de los periódicos) expuestas en la Biblioteca Nacional. Pero en conjunto prevalece la intención de informar. Hoy, los científicos usan esos textos para reconstruir eventos naturales del pasado

Adelaida Caro muestra una ’Relación’ de 1716 en la Biblioteca Nacional, sobre la aparición de un cometa en forma de serpiente de tres cabezas en Turquía. XAVIER AMADO

Cuando la peste de 1630 asoló Milán, se difundió la teoría de que los enemigos de España querían traer de allí unos polvos que sembrarían la plaga en el país. 

De este bulo se hicieron eco las relaciones de sucesos, panfletos noticieros impresos que representan la forma incipiente del periodismo. 

A estas publicaciones está dedicada una exposición en la Biblioteca Nacional de España (BNE), que se puede visitar hasta el 12 de junio en Madrid. Entre ellas, destacan muchas de temática científica y especialmente relacionadas con las epidemias.

La teoría conspiranoica de los polvos de Milán reúne algunos ingredientes de las 'fake news' del covid-19: el miedo, la falta de cualquier base científica y cierta intencionalidad política.

¿Cómo era la primera prensa?

Los poderosos intercambiaban noticias manuscritas por correo al menos desde la época de los romanos. Pero en los siglos XV y XVI algo cambia. “La red de correo alcanza un alto nivel de desarrollo y la imprenta se hace más barata”, explica Adelaida Caro, de la BNE, co-comisaria de la exposición.  

Cartas particulares empiezan a filtrarse a impresores, que las imprimen con tipos baratos en papeles malos y las ponen en venta a bajo precio en librerías. Muy pronto las relaciones de sucesos se convierten en un éxito. Autores casi siempre anónimos las escriben expresamente, a veces incluso en verso para que se puedan recitar a quienes no saben leer. 

“A menudo se trata de diplomáticos, militares o eclesiásticos que entienden que eso sirve a sus intereses”, explica Henry Ettinghausen, profesor emérito de la Universidad de Southampton y una autoridad en el tema. 

Las monarquías necesitan crear estados de opinión: de allí el control férreo de la censura sobre los impresores y los encargos de relaciones de festejos reales, hechos a autores tan destacados como Lope de Vega. 

¿Cómo se trataban las epidemias en los albores de la prensa? 

En la BNE se pueden contemplar relaciones de la peste de Logroño de 1599, peste de Sevilla de 1649 y de otra que ocurrió en el norte de África. “Prevalece el providencialismo: son vistas casi siempre como un signo de la ira divina, causada por los pecados, y un aliciente al arrepentimiento”, explica Nieves Pena, de la Universidad de La Coruña, co-comisaria de la exposición. 

Además del moralismo, otro ingrediente es la propaganda. De allí, la exitosa serie de relaciones sobre las desgracias de Constantinopla (epidemias, pero también otras catástrofes) que se presentaban como una señal de que el Imperio otomano no le gustaba nada a Dios. 

El tercer ingrediente, según Carmen Espejo, historiadora del periodismo de la Universidad de Sevilla, es el sensacionalismo. Era esencial en un producto dirigido a atrapar el “curioso lector”.

Con estas premisas, “la generación de noticias falsas sigue los mismos patrones e intereses que en la actualidad: conspirar, crear estados de opinión, etcétera”, afirma Pena.

¿Todo eran bulos?

“Se ha puesto énfasis en las 'fake news' pero no es lo más corriente: hay una intención protoperiodística”, observa Ettinghausen. 

“En la relación sobre la peste de Logroño de 1599 se reconocen las famosas 5 W del periodismo [¿Quién? ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?, en sus iniciales inglesas]”, observa Caro. La de la peste de Sevilla de 1649 se centra en el recuento de los muertos y en el relato de las actuaciones piadosas, evitando los tonos morbosos. 

“En general, preponderaba la relación factual. En el siglo XVIII empieza a entreverse incluso una forma de periodismo de datos”, observa Espejo. 

Más allá de las epidemias, diversos relatos sobre casos médicos singulares se han demostrado auténticos. Algunas relaciones sobre “partos monstruosos” se refieren en realidad al nacimiento de siameses y de un hermadrodito (plausible en todo, menos en emplazar el pene en medio de la cara del bebé). 

Otro caso es el de la “niña giganta”. Resulta que se llamaba Eugenia Martínez Vallejo, era de Burgos, y el pintor Juan Carreño de Mendoza la retrató en un cuadro visible en la exposición, que guarda un parecido impresionante con el grabado de la relación.

Relaciones de sucesos sobre la "niña giganta" Eugenia Vallejo, la caída de un meteorito en Girona en 1682 y la aparición de un volcán en las Azores en 1638. BNE

¿De qué otros temas científicos se escribía?

Los fenómenos naturales eran todo un filón en los albores de la prensa. Entre los bombazos informativos hay la aparición de un “prodigioso volcán de fuego” en las Azores en 1638, de una estrella en 1682 (posiblemente el cometa Halley) y el terremoto de Lisboa de 1775.

Con el tiempo aparece un protoperiodismo científico. Hay relaciones sobre el terremoto de Lisboa que se basan en una encuesta encargada por las monarquías ibéricas. O un análisis de un eclipse de sol firmada en 1764 por el matemático Diego de Torres y Villarroel, de la Universidad de Salamanca.

¿Cómo emplea la ciencia actual a la prensa antigua?

En ocasiones, las relaciones de sucesos son la mejor fuente para reconstruir eventos naturales pasados. Por ejemplo, el historiador Mariano Barriendos las ha usado en colaboración con investigadores climáticos para poner a punto un registro de 500 años de inundaciones en Europa. "Hay muchas sobre eventos singulares: un huracán el el golfo de Cádis, 'l'any del diluvi' en Catalunya, el tsunami de Lisboa... Son textos casi idénticos a los actuales por estructura y expresiones. A veces debo revisar las fechas, porque los textos transcritos se podrian mover unos 300 años sin problema", afirma Barriendos.

El geólogo Carlos Caracciolo emplea para estimar la intensidad de los terremotos antiguos. También representan una fuente crucial para 'El siglo maldito: clima, guerra y catástrofes en el siglo XVII', del historiador Geoffrey Parker.  

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