Cristina Peri Rossi, "la alumna preferida del lingüista Eugenio Coseriu" Babel bárbara, "altiva, balbuceante, colérica, dorada, elemental, furibunda, gutural, hipnótica, íntima, jupiteriana, lúbrica, mórbida, nocturna, opulenta, quejumbrosa, rúnica, sardónica, turbadora, ungida, visceral, yuxtapuesta", en menos de veinticuatro horas esta bióloga del amour fou, la que nunca había viajado, se vio abocada el 4 de octubre de 1972 a un exilio doloroso, inevitable e infinito. Un largo viaje que la llevó a Barcelona y que muchos años después narrará en La nave de los locos, ficción de la que se dijo que era "la mejor novela del post boom latinoamericano" y sobre la que le confesó a su gran amigo Julio Cortázar: "Creo que voy a escribir sobre el exilio de las dictaduras y su similitud con la expulsión de los locos". De aquella amistad surgió una semblanza inolvidable del autor de Rayuela: Julio Cortázar y Cris.

'La nave de los locos'

Cristina Peri Rossi

Novela

Peri Rossi tuvo que abandonar de golpe a su madre y a su hermana. Tuvo que abandonar los novecientos cincuenta y dos libros de la casa de su tío, en cuyos estantes ya se había percatado que sólo cinco estaban escritos por mujeres: uno de Safo, uno de Alfonsina Storni y tres de Virginia Woolf. De golpe tuvo que abandonar a sus escasos amigos: los que todavía no estaban presos, exiliados o desaparecidos. Tuvo que abandonar su biblioteca de golpe, "una de las mejores bibliotecas privadas de Montevideo". De golpe abandonó sus colecciones caleidoscópicas y sus maquetas de embarcaciones. Ella, que en más de una ocasión se había definido como "simbólica y ritualista", no podía imaginar que uno de esos barcos, ahora real, le llevaría rumbo a la diáspora. Tuvo que abandonar –de golpe– la conversación, "esa suerte de religión montevideana", y, last but not least, una carrera docente brillante como profesora de Literatura Comparada. A partir de ese momento se sintió "extranjera en todas partes".

Cuando le sobrevino el horror de "la tierra de nadie" decidió salvar del naufragio, también súbitamente, una máquina de escribir Remington y unas hojas color cebolla ya que ahí Peri Rossi –que amaba la fotografía porque ese arte, al que le dedicó la novela El amor es una droga dura, era otra forma de poseer lo efímero–, sabía que tenía un refugio eterno en el sonido sordo y urbano de las teclas que dibujaban, negro sobre blanco, "los espejos fallidos", las palabras que guardan y conservan el "instante vanidoso y pasajero, contra la muerte". Se exilió entonces de la mano firme e innegociable de esa máquina de escribir, de esas pocas hojas y con un ejemplar de cada uno de los libros que había publicado hasta la fecha (Viviendo, Los museos abandonados, El libro de mis primos, Indicios pánicos y Evohé) y con uno inédito, Descripción de un naufragio, libro exacto que dibujaba el mapa roto de un país sumido en un estado de guerra, corolario fatal de un tren llamado Cóndor -y no deseo. Peri Rossi estaba viviendo en los huecos voraces de su propia carne "el arte de la pérdida". Perdió un país, pero ganó una escritura, su única residencia fija: "Mi casa es la escritura/ sus salones sus rellanos/ sus altillos sus puertas que se abren/ a otras puertas/ sus pasillos que conducen a recámaras/ llenas de espejos/ donde yacer/ con la única compañía que no falla:/ las palabras".

'Descripción de un naufrago'

Cristina Peri Rossi

Poesía

Afirma que no nació pragmática, sino romántica, herencia de sus abuelas italianas, motivo por el cual le gusta "de morir la ópera, Caruso, las canciones napolitanas, Milva, Mina, Ricardo CoccianteLuciano PavarottiAndrea Bocelli, el cine italiano –Antonioni, Visconti, BologniniBertolucci, Fellini, Valerio Zurlini– [...] las ruinas, los naufragios de Turner, los paisajes de Caspar David Friedrich y el sturm und drang, que no es italiano, pero merecería serlo [...] Richard Wagner, y el aria de Amor, locura y muerte de Tristán e Isolda". Nació para pronunciar contra viento y marea "carne, voluptuosidad, éxtasis". Nació para decir, proteica, "soy lo que tú quieras. Soy tu sueño. Si me quieres mujer, seré mujer; si me deseas hombre, seré hombre. […] Seré como una aparición. Vaga y ambigua, multiforme, polivalente". Nació para recitar como una diosa muy antigua el verso fáustico de Goethe que explica la raíz dialéctica de toda su obra: "Detente, instante, eres tan bello", estrofa efímera que aúna el vaivén utópico de sus poesías, relatos, novelas o ensayos: lo indestructible de la fragilidad, definición de lo humano en Peri Rossi.

Han concedido el Premio Cervantes a una escritora omnívora, cuya literatura abarca todos los géneros porque abraza todos los estilos. Una literatura que siendo una es múltiple. Han premiado a una escritora que trata de cartografiar, desde la alegría del dolor, el dolor de la alegría y las secretas conexiones entre deseo y lenguaje, en virtud de una jerarquía sin géneros porque poco importa si las referencias son literarias, fotográficas, musicales, pictóricas o cinematográficas. Todo es arte en esta poética antijerárquica que desvela cualquier normatividad y que establece, de la mano de las correspondencias de Baudelaire, lúcidas conexiones entre el discurso amoroso y la creación artística: "Amo esta lengua y en ella me he expresado y comunicado en todos los géneros, porque uno solo no bastaba para mi imaginación, para mis deseos de comunicación, para como los antiguos escribas consignar el presente y vaticinar el futuro. Y como algunos escribas, fui condenada al exilio, y sufrí y escribí sobre ello tanto como sobre sexo, erotismo, dolores y goces. Cuando escribí, a veces fui hombre, a veces mujer, y a veces una mujer que ama a otra, o un hombre enamorado de un joven. A veces fui chimpancé y otras asesino en serie". Todos los estilos en uno porque nada humano le es ajeno. Peri Rossi es alegórica e irónica, lírica y desgarradora, metafísica y humorística. Su poesía es narrativa porque su novela puede ser lírica. Porque sus cuentos son desgarradores, sus ensayos y textos periodísticos pueden ser sensibles. De ahí que en cuestión de géneros la transgresión sea su leitmotiv. Si hubiera que decir cuáles son las claves de la obra de Peri Rossi habría que señalar que el erotismo (que ha definido como "el camino que lleva a la eternidad"), la ironía y el exilio (que "fue una pasión tan fuerte como el amor") podrían dar cuenta de una escritura que anuncia una palabra porvenir catastrófica a lo Benjamin a la que la autora de Desastres íntimos añade la libido: "De todas las catástrofes, incluida la del exilio, nos salva la libido". Una palabra que anuncia un deseo desgarrador, voluptuoso y devastador en la misma medida en que es transgresor y litúrgico. La sacralidad del sacrilegio viene arropada por el sacrilegio de la sacralidad. El deseo del amor es en Peri Rossi, deseante y deseada, un canto subversivo confrontado con las categorías de una cultura patriarcal y heterosexual que no es capaz de pronunciar el amor "como una iglesia en penumbra".

Tres libros para entender el mundo literario de la ganadora del Cervantes

La íntima naturalidad de sus historias son el aguijón con el que fractura, una a una, las infamias de la Historia, las inveteradas dictaduras políticas, morales y estéticas que enajenan el mundo. En la encrucijada entre política, género y sexualidad entreteje Peri Rossi una antropología del deseo de sí que, como el Je est un autre de las Cartas del vidente de Rimbaud, es deseo del otro y que, la autora de Europa después de la lluvia, a ese deseo dibujado en la inquietante carne mortal y mundana le añade un barniz de máscaras que le permiten reconquistar impunemente el síndrome de Stendhal: todo es bello porque todo es abyecto.

En su poema Epitafio, un deseo final: "Si no pedí que me trajeran/ ¿por qué me echan?"

'Los museos abandonados' Cristina Peri Rossi Relatos