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Danza

Cuerpo y viola charlan sobre las tablas

FAM Primavera lleva al Guimerá ‘Signos’, con el Premio Nacional de Danza Antonio Ruz

Antonio Ruz e Isabel Villanueva en un instante de ‘Signos’.

El Guimerá acoge ‘Signos’, un espectáculo enmarcado en FAM Primavera en el que la violista Isabel Villanueva comparte escenario con el Premio Nacional de Danza 2018 Antonio Ruz.

Un diálogo musical y dancístico es lo que proponen el viernes 1 de abril, a partir de las 20:00 horas, la violista Isabel Villanueva y el coreógrafo y bailarín Antonio Ruz. Signos es la representación enmarcada dentro del FAM Primavera en la que el escenario acoge el encuentro entre el sonido, el movimiento, la voz, los objetos y la luz. Se trata de un concierto dramatizado en el que la pareja emprende un viaje físico y emocional que promete no dejar a nadie indiferente.

El Premio Nacional de Danza 2018 Antonio Ruz celebra poder actuar en Tenerife dentro de la gira de esta propuesta que comenzó a gestarse hace más de cinco años. Aunque ahora está inmerso también en otros proyectos de gran formato y con muchos bailarines, «no sé lo que me traerá el futuro aunque es probable que surja otro proyecto similar». «Hace muchos años que emprendí el camino de afrontar proyectos híbridos en los que contara con músicos en directo, sobre es escenario, para dialogar con ellos de la mano de la danza», relata el artista, quien recuerda que fue la propia Villanueva quien le propuso poner en marcha un proyecto conjunto:«Es una artista muy inquieta e intrépida y me ofreció varias músicas que me enamoraron al instante».

«Salir de la zona de confort es bonito; da vulnerabilidad y crea poesía»

Antonio Ruz - Coreógrafo y bailarín

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Sin embargo, no fue hasta el confinamiento cuando comenzaron a trabajar en este proyecto que Ruz decidió que estuviera realmente protagonizado por la música porque «tiene algo muy dancístico a la hora de tocar la viola y una presencia muy potente». De este modo, han configurado un recital coreográfico en el que Ruz aparece como una sombra, «una especie de alter ego de Isabel». Con todo, la pareja ha querido otorgarle un protagonismo indiscutible a la música y su relación con los dos cuerpos que se suben al escenario.

«Como coreógrafo, me parece bonito dejar de lado el protagonismo», expresa el bailarín y añade que su trabajo se ha centrado precisamente en ofrecerle herramientas a Isabel Villanueva para que se adentre en esta nueva senda que se abre ante ella. «Es algo nuevo para ella, y todo un reto porque normalmente toca de pie y sin desplazarse, pero esto ha sido para ella como caminar sobre arenas movedizas. Salir de su zona de confort es también bonito porque ofrece una vulnerabilidad que termina convirtiéndose en poesía y permite conectar con el espectador», relata el coreógrafo.

De este modo, Isabel Villanueva se ha ofrecido y entregado totalmente al proyecto. «Empezamos haciendo entrenamientos físicos para comprender hasta dónde podíamos llegar y por eso ha sido un trabajo artesanal, una escucha para que los movimientos tampoco afecten al sonido», explica Antonio Ruz. Y tal ha sido el trabajo que reconocen que «ahora es raro escuchar estas piezas musicales sin que las acompañe el movimiento que hemos creado». 

«Es una propuesta que no deja a nadie indiferente», resume Antonio Ruz, quien destaca «el amor» que le han puesto los dos a este trabajo que ha contado con una importante labor previa de investigación. «Nuestro diálogo se produce desde la comprensión de lo que ambos hacemos», resume el bailarín, quien explica que hace años dejó de subirse a los escenarios como intérprete y su trabajo se estaba centrando más en la dirección coreográfica «pero aquí me apetecía mostrar un lado de intérprete más teatral, casi performativo y acompañar a Isabel en escena me parecía necesario para crear un juego de espejos, que es literal, para mirarnos y cambiarnos los roles».

«Me apetecía mostrar un lado más teatral, casi performativo y acompañar a Isabel»

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A pesar de que durante la función Ruz cuenta con algunos momentos que le invitan a la improvisación, el papel de Villanueva se encuentra más acotado, aunque no por ello es más sencillo: «Toca toda la música totalmente de memoria; es increíble y admirable el trabajo que ha hecho para memorizarlo todo».

Espectador protagonista

A pesar de que Signos centra su acción en un diálogo entre el bailarín y la violista, los artistas no pierden de vista en ningún momento al público. «Nunca nos olvidamos de los espectadores porque ellos deben sentirse identificados con nuestros movimientos o con la música que empleamos», relata Antonio Ruz que «en todo momento» ha tenido en cuenta a la audiencia: «Me parece interesante que el espectador haga su propio viaje y, como para esta propuesta no explicamos nada, al ser un espectáculo contemporáneo, cada cual puede hacer su propia lectura y esta obra tendrá tantas interpretaciones como personas la vean». «Cada uno percibe y se emociona de maneras diferentes y para mí eso es lo rico de la escena contemporánea, que uno sale del teatro transformado y con lecturas diferentes», concluye Ruz.

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