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Elfidio Alonso Periodista, músico, fundador de Los Sabandeños

«Tiene razón Guaraní: cuando los pueblos sean libres, la política será una canción»

«Fui un gran admirador de Allende; cuando se levantó Pinochet fue una tragedia», asegura el periodista, músico, fundador de Los Sabandeños

Elfidio Alonso Quintero, en su casa de La Laguna. Carsten W. Lauritsen

Elfidio Alonso Quintero heredó la memoria y la perspicacia de su padre, Elfidio Alonso Rodríguez, quien dirigió el periódico ABC, cuando se denominaba «diario republicano de izquierdas». El fundador de Los Sabandeños también ejerció como periodista en EL DÍA como articulista, reportero o entrevistador. Y la SGAE lo ha premiado tras haber estado medio siglo como socio activo de la citada entidad.

Elfidio Alonso Quintero, hijo de Elfidio Alonso Rodríguez, el periodista republicano que dirigió durante años de la guerra civil el Abc entonces llamado diario republicano de izquierdas, heredó del padre la memoria y la perspicacia. La música, que lo llevó a fundar hace cincuenta años la ya legendaria banda Los Sabandeños, le vino por su cuenta. Aquellos atributos que le vinieron del padre lo convirtieron durante años en un periodista capaz de explicar en un párrafo de su sección, que llamó Al filo de la madrugada, los avatares de Cuba o la revolución de Allende, abortada ante el estupor de millones de su generación que sintieron como el latido de lo que podía haber sido el triunfo de aquella revolución en América fue en seguida abortado por el poder de Estados Unidos. Ejerció en el oficio también como reportero y entrevistador, todo ello en el periódico EL DÍA. Le entrevistamos en su casa para marcar el último galardón que ha recibido, el premio con el que la SGAE lo ha cumplimentado por su medio siglo como socio tan activo.

¿Cuál es el premio de la vida para usted?

Una serie de cosas que se complementan. Lo primero fue la música. Luego el baloncesto. Y el baloncesto fue el que me llevó al periodismo. Con 16 años, ya jugando en los juveniles del Canarias, me encargaron la crónica de la final de la Copa Juvenil. Jugaba e hice la crónica. Yo no sabía ni escribir a máquina, pero le pedí al párroco que me echara una mano y yo le dicté y él escribió a máquina mi trabajo sobre aquel partido. Esos son los conductos que me llevaron luego a la Universidad, donde hice la carrera de Derecho.

¿Y un agnóstico entre curas cómo se podía concebir?

Bueno, entre tanto cura… tampoco. El único cura cercano a nosotros era el padre Adán. Era un padre sui géneris: le gustaba mucho la música, la parranda… Era una persona muy afectiva que siempre respetó que yo era agnóstico. Aunque, bueno: luego nos casó a Magda [Palazón, su esposa] y a mí y bautizó a mis hijos.

La escritura deportiva luego mutó en escritura política, sobre todo especializado en política internacional.

Bueno, yo hacía una crónica de política internacional diaria. Recuerdo que, cuando ya el periódico estaba a punto de cerrar, yo escribía un comentario sobre el suceso más destacado del día, que enseguida tenía que enviar a Información y Turismo para que lo leyeran y luego lo devolvían con tachaduras. Pero eso me dio luego la posibilidad de acceder al partido Unión del Pueblo Canario. Y, más tarde, fui alcalde de La Laguna. O sea que el periodismo fue también el que me inclinó a la política.

¿Y qué hecho te llamó más la atención de todos aquellos que merecieron entonces tu interés?

Pues yo creo que muchos. Por ejemplo, la guerra de Vietnam. Cuando había elecciones en otros países, también. Quizá eran las ansias de la democracia. Y fui un gran admirador de Salvador Allende. Cuando se levantó Pinochet aquello fue una gran tragedia.

Alternar eso con la música, implicaba tener una pasión estética, que dio paso a la pasión de Los Sabandeños. ¿Por qué Los Sabandeños han llegado a ser tan representativos de una región como esta?

Si hemos sido longevos es porque unos pocos han permanecido fieles, unos que se dieron cuenta de que el grupo tenía una manera nueva de enfocar el cancionero de Canarias. El folclore forma parte de las señas de identidad de un pueblo y la idea de Los Sabandeños también vino rodeada de casualidades. Primero, de mi amigo Quique, codirector de la banda, que me enseñó a tocar el timple, y que también me permitió formar parte de la primera tuna universitaria. Eso me puso en contacto con los cantantes de la época… Fueron voces extraordinarias que me sirvieron a mí de guía, de faro. Después tomamos el nombre que representaba La Sabanda de Punta del Hidalgo, para decir que surgía algo nuevo, una mezcla de la gente del pueblo con los universitarios. Eso era lo distinto.

Hoy tenemos una guerra. Si tuvieses que hacer una crónica de este momento, ¿qué dirías?

Yo creo que me pondría a favor de Ucrania. En contra de la Unión Soviética que quiere revivir el señor Putin. Condenar la invasión, condenar las tropelías que acaban con la población civil.

En España se ha hecho poco paralelismo entre la situación de España en la época republicana y Ucrania, ¿no te lo parece?

De la República sé cosas gracias a mi padre. Él estaba en el exilio, adonde lo fuimos a ver mi madre y yo, y luego vivió, al final de sus días, con nosotros, aquí, en esta casa de La Laguna. Supe de él mucho de aquel sufrimiento y de aquella diáspora… Mi defensa de la República frente a Franco también fue firme. No sólo la mía, la de toda mi familia. Eso, por cierto, influyó mucho en mi formación. En mi autodidactismo, porque había que buscar cosas que no eran comunes en la enseñanza, era una enseñanza pobre y había que ingeniárselas para saber más y mejor.

Cuando España decidió mandar material militar a los ucranianos, parte de la izquierda se opuso.

Claro, esa izquierda sigue siendo más fiel a la extinta Unión Soviética que a la socialdemocracia. He echado de menos que no se haya producido una defensa de Ucrania a través de ciertos sectores de izquierda, la verdad.

La primera vez que te vi en un escenario fue en 1968 y apelaste a los grandes europeos de entonces. España vivía una dictadura. Aquella comparecencia fue en la Universidad de La Laguna y el objetivo era acabar con el franquismo y darle la bienvenida a la democracia.

Me acuerdo perfectamente. Hable de Churchill, de Wilson, de Giusseppe Saragat, de Mitterrand, de los grandes europeos a los que queríamos parecernos. Era en un acto para reivindicar la democracia y la libertad y, en ese momento, sobre todo la libertad universitaria.

Hoy hay democracia, pero existe la sensación de que la reyerta no deja ver la conversación o el futuro. ¿Qué sería necesario hacer para que retorne la pasión europea?

Yo creo que han cambiado las cosas. Han entrado nuevos países a la Unión. España y Portugal se incorporaron, países del Este también. Hoy hay 27 miembros. Y Ucrania ha intentado incorporarse. Rusia se ha opuesto y ha hecho una invasión terrible. Es decir: el ideario europeo ha ido ampliándose y se ha actualizado, mientras que Rusia se ha quedado rezagada en su ideario, solo busca el personalismo y los oligarcas lo han secundado. Ese viejo arquetipo de acoso y derribo no es propio de este tiempo.

Una última cosa. Horacio Guaraní tiene una canción que dice: «el día en que los hombres sean libres, la política será una canción». Parece que la política nunca será canción, ¿no?

Quién sabe. Yo estoy de acuerdo con eso: el día en que los pueblos sean libres, la política será una canción, sí. De pueblos libres hoy se puede decir que el 80% de este planeta lo son. El avance de la democracia ha sido más que estimable, la gente lo ha entendido.

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