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Comunicación
Emilio Morenatti Fotoperiodista

«Nuestra norma como fotógrafos es saltarnos las normas, es una obligación»

El fotoperiodista estará este miércoles en el Teatro Leal de La Laguna para ofrecer la ponencia titulada 'De fotógrafo de guerra a Premio Pulitzer'

Emilio Morenatti. Carsten W. Lauritsen

Premio Pulitzer en Feature Photography 2021 y Mención de honor en los World Press Photo de 2007, por citar solo dos distinciones, Emilio Morenatti (Zaragoza, 1969) estará este miércoles día 16 de marzo en el Teatro Leal de La Laguna para ofrecer la ponencia titulada De fotógrafo de guerra a Premio Pulitzer dentro de la agenda del Congreso Audiovisual y Digital de Canarias (12:00 horas). Recién llegado de Ucrania, habla sobre las dificultades del oficio.

Acaba de llegar a Tenerife directamente desde Ucrania, estaba allí antes de que se produjera la invasión rusa y empezara la guerra.

Sí. Llegué en torno al 12 de febrero y la invasión comenzó el 24. Tuve que hacer toda la logística de una invasión que nadie creía que iba a producirse.

¿Usted lo intuía?

No. Había mucho escepticismo. Nadie se lo creía. Como empresa americana me llegaban noticias de los servicios de inteligencia norteamericanos anunciando una invasión pero no nos lo creíamos. Estaba con periodistas con más veteranía que yo como Javier Espinosa, con gente que ha cubierto Kosovo, y pensábamos que era tan solo una sacada de pecho de Putin. No le dábamos crédito, de todos los que estábamos allí solo Álvaro Ibarra trazó un plan de evacuación por si entraban en Kiev. El resto no. Estuve en Odesa, en Mariúpol, en todas estas zonas que han sido invadidas. En ningún momento pensé que iba a tener este desenlace. Es muy delicado porque si no preparas una logística, la situación pasa por encima tuya. Y eso fue lo que ocurrió. Teníamos una logística que no era apropiada a la situación. El día de la invasión nos abandonaron los conductores, los traductores y nos echaron de los hoteles. Me encontré, el día 25, en una de las avenidas principales de Kiev con mis dos maletas. No pude prever nada y ya estaban entrando los tanques. Voy siempre con un dron y lo levanté para darme un paseo por la ciudad desde el aire. Vi una de las avenidas principales que salen de Kiev llena de miles de coches amontonados en su huida hacia el oeste. Trabajar para una agencia internacional significa que tienes que darte mucha prisa en no dilatar las primeras imágenes, aquella foto, que era casi de recurso, vino muy bien porque ya estábamos contando la primera señal del comienzo del caos. Actualmente la situación está igual que entonces: gente en un éxodo continuo. Las zonas del este, sur y norte están estrechándose en un cerco hasta la capital Kiev. El destino de Mariúpol, donde tenemos un equipo encerrado sin poder salir, es lo que se prevé que va a ocurrir en Kiev, Odesa y en las mayores ciudades.

¿Le costó salir?

Sí pero no tanto como a los refugiados. En este tipo de entrevistas me preocupo mucho de no caer en el sufrimiento del periodista. Uno va allí a retratar un sufrimiento y cuando vuelves haces entrevistas para relatar el tuyo. Yo no quiero hacerlo. El periodista no va a hacerse el selfie ni a contar la historia en primera persona. Puedo contar cuál ha sido mi periplo de salida pero no tiene comparación con el periplo de los que están huyendo de Ucrania. Yo llevo un chaleco antibalas, un coche, un pasaporte y una credencial de prensa, por ejemplo. Imagínate lo que supone eso para los niños, que incluso han visto cadáveres en su camino y han dejado todo detrás. No es comparable. Los que realmente sufren la guerra son ellos, yo ya estoy aquí en Tenerife.

¿Piensa volver?

Sí, tenemos rotaciones. Me quería quedar porque la logística de la guerra me llevó casi una semana de producción que tenía que alternar con mi día a día de curro. Las fotos que hemos visto están hechas al mismo tiempo que buscábamos gasolina –porque las gasolineras cerraron– y comida que tener en caso de un Estado de Sitio. Esa primera fase fue muy intensa. Los hoteles iban cerrando. Nos alojábamos en uno y a los dos días nos decían que teníamos que irnos. Es un trabajo logístico muy importante. Cuando ya estaba cogiendo el ritmo y ellos entendieron que la presencia de la prensa era necesaria, ya me tuve que marchar. Iré a reemplazar a los compañeros en otras tantas semanas. Creo que esta guerra va a durar y nos reemplazaremos varias veces.

Claro que me da miedo; no quiero que me hieran otra vez y quiero seguir viendo a mis hijos

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Le habrán preguntado varias veces si no le da miedo trabajar en esas circunstancias.

Sí, claro. ¿No me va a dar miedo? He enterrado a amigos y compañeros en diferentes sitios. Me han herido, sé lo que es sufrir una consecuencia bestia de la guerra. No quiero que me hieran otra vez y quiero seguir viendo a mis hijos. Pero estás en un sitio en el que realmente estás visibilizando una situación como esta. Me vanaglorio de trabajar en una empresa que tiene la mayor visibilidad del mundo. Algunas de mis fotos han salido en centenares de portadas al mismo tiempo: una sola foto en medios de los cinco continentes. Esto es una gasolina tremenda porque adquieres un compromiso con el engranaje que es dar un testimonio y que este sea visible. Cuando tienes la suerte de trabajar en una gran empresa que visibiliza así tu trabajo, el miedo ese se disipa un poco porque piensas que estas haciendo algo muy útil para la sociedad. Esto es un drama, algo dantesco, y es lo que de alguna manera suple el miedo que te da estar en situaciones donde están cayendo morteros y hay una situación dramática y crítica.

Lejos de la visión romántica que se pueda tener de su trabajo, y pese a que a lo mejor en su caso no sucede porque trabaja para una gran empresa como Associated Press (AP), el oficio del corresponsal se ha precarizado mucho.

Sí. Soy el jefe para España y Portugal. Tengo fotógrafos que trabajan para nosotros y estoy en el terreno continuamente. Se ha precarizado todo mucho pero al mismo tiempo se ha democratizado todo también. La fotografía era algo que tenían antes una serie de privilegiados y actualmente el fotógrafo es todo aquel que tiene un teléfono móvil. Esa democratización es lo que ha dado al traste con todo. Lo que ha ocurrido es que actualmente la sociedad no sabe distinguir un oficio de alguien que es capaz de representar a un medio de comunicación y estas personas que no hacen periodismo. Yo, como editor, cuando me viene un trabajo lo valoro.

Pero la figura del editor gráfico ha ido desapareciendo de los medios. ¿No es cierto?

Ha ido desapareciendo, sí, y este es el drama: la falta de criterio. Yo creo que esos medios están expuestos a la extinción, desde mi punto de vista. Todo aquel medio que sacrifique eso, para mi está semi-extinguido. De hecho en esta guerra se puede ver, las imágenes no son vídeos, son fotografías. En Instagram, una de las plataformas gráficas más potentes del mundo, más del noventa por ciento son fotos fijas. Quiero colocar un punto optimista. Estamos en un momento de subidas y bajadas pero no hay que tirar la toalla. Todo depende un poco de todos los que hacemos fotografía profesional y marcamos la diferencia entre esas fotos hechas con el móvil y la fotografía informativa con lenguaje meditado con la que invitamos a la gente a la reflexión. La credibilidad ha ido desapareciendo. Por ejemplo, algunas de mis fotos de La Palma han sido criticadas como fotomontajes por un montón de gente. Un ejemplo es la de los gatos comiendo en la lava. ¿Por qué vengo a un congreso como este? Pues precisamente para hacer bandera del periodismo y criticar las malas prácticas. Tras un bagaje de 30 años y trabajando en una empresa que nos obliga a verificar cada una de nuestras imágenes y con un código deontológico bestial debo defender la lucha es constante por mantener la integridad en una empresa que nunca ha cometido un resbalón ni ha consentido la manipulación. 

Hablando de La Palma ¿cómo fue cubrir esa erupción volcánica?

Fue espectacular. Yo me salté todas las normas, de nuevo. Muchos me han puesto la cruz por hacerlo. Nuestra norma como fotógrafos es saltarse las normas, es nuestra obligación. Si hay un atentado, yo voy a entrar. Ya buscaré cómo. Eso sí, sin hacerme pasar por algo que no soy. Soy periodista, fotógrafo, no me voy a hacer pasar por médico para entrar en un hospital, eso sería mentir. Desconfiarían de los periodistas si hiciéramos eso. Por eso hay que tener mucho cuidado. EnLa Palma sabía que había una zona de exclusión que era muy bestia y yo entraba todos los días, era el único fotógrafo que había allí durante 25 días, sin parar. 

¿Es un sector tan competitivo como parece desde fuera?

Hay mucho pique. Lo acepto y yo soy el primero. Soy un gran competidor. A mí me meten mañana una foto en primera en mi territorio y me sacan de mi casillas. Pero no cargo contra el fotógrafo, al contrario. A ese compañero hay que darle la enhorabuena. Cargo contra mí, por mi incompetencia y no haberlo hecho así de bien. Soy una persona que se mete hasta la cocina y busca la fórmula para entrar en los sitios sin romper puertas ni destrozar nada más que las reglas que nos imponen los mecanismos que hace que nuestro trabajo no se lleve a cabo. Eso es lo que intento hacer en todos los sitios.

¿Hay alguna foto que se le haya escapado y se haya quedado grabada en su memoria?

Todos los días se me escapan fotos. Soy muy exigente con mi curro y a veces las fotos son solo parecidas a lo que yo realmente vi. En Ucrania se me han escapado muchas fotos pese a que tengo la cámara más rápida del mundo ahora mismo. Nos han dotado con una tecnología, las nuevas cámaras Sony, que son hiperrápidas. Más que eso ya no se puede pedir. Me pierdo momentos que sé que no vuelven pero un fotógrafo tira de recursos. El único secreto que tiene esta profesión, el único, es la anticipación. De la gente de la que más he aprendido y sigo aprendiendo es de la que se anticipa a algo que va a pasar.

¿Hay una imagen muy dura que recuerde especialmente?

Intento que la fotografía sea un lenguaje universal, que las puedan ver mis hijos. Cuando tienes una escena de muertos, ¿cómo haces? Hay veces que las expresiones de las caras de la gente viendo cosas son la clave de lo que quieres mostrar. Por eso hay veces que es importante girarte 180 grados para ver qué hay detrás tuya porque la foto podemos ser nosotros mismos.

¿Y alguna foto que no haría por cuestiones éticas?

Yo las hago todas y luego decido qué se pasa y qué no. Mi norma pasa porque las fotografías, en general, las puedan ver mis hijos. A este taller, por ejemplo, no voy a poder llevar a mis hijos porque voy a dar caña, habrá crudeza. Si una imagen no es capaz de ir en la portada de todos los periódicos, no es lenguaje universal. Hay que ser inteligente para que lo que estás viendo sea una foto denuncia que pueda ir en portada de todos los periódicos, no solo de los españoles, sino que la publiquen también en Irán, por ejemplo. Hay que pensar a qué público excluyes, cuando trabajas con esa filosofía en un sitio como la guerra, sabes lo que funciona y lo que no, lo que potencia la escena.

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