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Vladimir Putin, el hombre sin rostro biográfico

El líder ruso, protegido por el hermetismo de la autocracia, apenas ha tenido quien le escriba fuera de la propaganda oficial

Vladimir Putin, el hombre sin rostro biográfico Pablo García

La invasión de Ucrania por el ejército ruso de Vladimir Putin está poniendo al mundo bajo la amenaza de una tercera conflagración mundial en la que la sombra de la guerra nuclear está presente para la humanidad.

Lo que nos preguntamos hoy casi todos los ciudadanos del mundo es quién es realmente el autócrata ruso y cómo ha llegado al poder y sustituido el régimen soviético por una férrea dictadura bajo las formas de un falso sistema democrático en el que su voluntad es la ley y se apoya en una oligarquía que se ha enriquecido con los despojos del régimen estatal comunista.

Excepto las biografías propagandísticas del dictador ruso salidas de su entorno, no son muchas las publicadas hasta ahora y menos las que estén escritas por historiadores profesionales solventes, quizás porque el hermetismo que acompaña a todo régimen autocrático es difícil de superar. Cómo un oficial de bajo rango del KGB ha llegado a convertirse en un autócrata con todo el poder en sus manos en el régimen postsoviético sigue, desde el punto historiográfico, sin una respuesta clara y fundamentada. Dada la crítica situación que el mundo atraviesa a causa de sus dictatoriales políticas sería muy conveniente esa respuesta porque lo primero que hay que hacer para poder vencer al enemigo es conocerlo.

En ese parcial y desierto escenario biográfico hay alguna obra que puede aclarar puntos oscuros de la irresistible ascensión de Putin al poder, aunque sea desde una óptica de oposición clara y beligerante, pero en la que se encuentran muchos datos bien documentados de la persona y la obra de Putín. Me refiero a la obra publicada en 2012 en España por la editorial Debate por la activista feminista Masha Gessen titulada El hombre sin rostro. El sorprendente ascenso de Vladímir Putin.

Gessen pasa revista a la infancia de Putin caracterizándolo como un matón de barrio, pronto a acudir a la violencia en sus relaciones con sus compañeros, por lo que fue expulsado de los Jóvenes Pioneros hasta que a los 13 años cambió de actitud y se convirtió en aplicado estudiante, aunque siempre mantuvo, según la autora, ese carácter violento que trató de canalizar a través de la práctica del sambo (una especie de lucha o arte marcial para la defensa propia sin armas) y después del judo.

Su vocación fue desde el principio ser espía y después de licenciarse en Derecho en la Universidad de Leningrado, ingresó en la academia del KGB en Moscú, donde se graduó sin notoriedad e informes no muy brillantes de sus profesores, como agente de espionaje. Fue destinado a Alemania Oriental, a Dresde, donde pasó cuatro años y realizando trabajos burocráticos y sin destacar en su actividad como espía.

A su vuelta a Rusia, ocupa un puesto elevado en la administración de la Alcaldía de San Petersburgo convirtiéndose en la mano derecha del alcalde Anatoli Aleksándrovich Sobchak (de cuyo asesinato posterior se le acusaría). Llevó a cabo prácticas corruptas, aprovechando la necesidad de importar alimentos que teóricamente cambiaban por materias primas. Se convirtió así en un miembro más de la corrupta oligarquía que apoyaba el régimen.

En el golpe de estado de 1991 que infructuosamente pretendió dar el KGB y otros nostálgicos del régimen soviético contra Mijail Gorbachov y sus reformas, Putin tras su alcalde apoyaron al sucesor de aquél: Boris Yeltsin. Pasó a ser elegido con el apoyo del oligarca Boris Berezouski (después su enemigo acérrimo) como miembro de la Familia (término con resonancias mafiosas con el que se conocía al grupo dirigente de Yeltsin). Eso le llevó a Moscú con un alto cargo del gobierno del dirigente ruso primero y después, en julio de 1998, fue nombrado jefe del servicio ruso de inteligencia interior (FSB) que sustituye al KGB.

Comenzaba así su carrera política que le llevó a ocupar tres veces la máxima magistratura del estado postsoviético. Un dato que hoy adquiere un gran significado es que en 2000, cuando tomó posesión como presidente de la Federación rusa, el segundo decreto de su gobierno estableció una nueva doctrina nuclear cuyo contenido hace hincapié en el derecho de usar armas nucleares contra sus agresores «si se han agotado otros medios de solucionar conflictos o aquéllos se consideran ineficaces».

El periodista alemán Hubert Seipel, autor de numerosas entrevistas y un famoso documental sobre el mandatario ruso, ha escrito una biografía más reciente titulada Putin. El poder visto desde dentro, publicada en España en 2015 por Editorial Almuzara. Su visión es positiva, equilibrada, pero sospechosamente laudatoria y justificadora de la persona y la obra.

Seipel presenta a Putin como un estadista moderado, prudente, que trata de construir, tras el estrepitoso fracaso económico y social del sistema soviético, un régimen democrático dentro de la idiosincrasia rusa para lo que defiende un nacionalismo que exprese la identidad histórica rusa, incluyendo, la alianza con la Iglesia ortodoxa rusa y su protección. En política exterior ha protestado y se ha opuesto al arrinconamiento al que Occidente y Estados Unidos a través de la OTAN Y la Unión Europea, han tratado de llevar a la Rusia actual.

En este contexto ideológico debe de entenderse la reciente invasión militar de Ucrania por Rusia, pero sin que haya fundamento ninguno ni pueda justificarse y menos manu militari la negación del derecho a constituirse y ser independiente una nación que así lo ha decidido democráticamente.

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