eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La carne, la carne

‘Apariciones’, de Margo Glantz, aborda las exigencias del cuerpo

La carne, la carne El Día

En los agradecimientos que clausuran Apariciones, la intelectual mexicana Margo Glantz señala las dos fuentes primordiales que nutren este singular libro y su muy bella escritura, de un rigor que apunta al tema central de su relato: las exigencias del cuerpo. Esas dos fuentes son ciertas figuras femeninas, arrebatadoras por la fuerza de su biografía y por la estatura de su obra escrita, como Catalina de Siena, Teresa de Jesús y Juana Inés de la Cruz, y algunas de las más seductoras y sutiles inteligencias del pasado siglo, caso de Kawabata, Pasolini y Bataille.

Es en Bataille, en una de las páginas de esa obra fundamental que es El erotismo, un libro cuya tesis central podría resumirse en que es la animalidad, la exuberancia sexual, el atributo que impide que hombres y mujeres puedan ser reducidos a cosas, donde encontramos una definición aproximada de lo que Glantz postula mediante la ficción en Apariciones. Escribe Bataille: «Le parece al amante que sólo el ser amado puede en este mundo realizar lo que impiden nuestros límites, la plena confusión de dos seres, la continuidad de dos seres discontinuos […]. La pasión nos repite sin cesar: si poseyeras al ser amado, ese corazón que la soledad estrangula formaría un solo corazón con el del ser amado».

Como en una revisión del discurso de Aristófanes en El banquete, Glantz rastrea el anhelo de conversión que la pasión persigue, el tránsito hacia una unidad superior y más profunda de los seres, mediante el desarrollo de dos historias que, sobre el papel, no podrían parecer más alejadas. Por un lado, el crudo informe de una relación sexual en la que Glantz no nos ahorra detalle del amplio arco de la coreografía y la gimnasia orgiástica. Por otro, la búsqueda de la comunión en Cristo de dos monjas que se entregan a la disciplina, los rigores de la materia y ese territorio siempre resbaladizo entre pureza y corrupción que la mística convoca.

Ante este doble paisaje, la estrategia de Glantz consiste en introducir una voz autoconsciente, la suya propia, que se cuenta, conforma y revela en el devenir de las historias referidas, al punto de que, por momentos, el yo de la mujer poseída por el hombre, el yo de la monja clavada en efigie al retrato del Amado y el yo de la escritora que define el acto de escribir como otra forma de pasión, se confunden y solapan. La escritura construye una continuidad entre exceso y carencia, víscera y sacralidad, que viaja desde la animalización de las parejas en el encuentro amoroso a la abstracción perseguida en un matrimonio espiritual que a la postre, como una paradoja recurrente, anuncia que la mortificación del cuerpo sólo acaba por conducir a la exaltación de su imperio. El resultado es una apoteosis de la carne y un recordatorio de otra enseñanza ya anunciada por Bataille, según la cual la afinidad profunda entre transgresión y santidad sólo puede ser sensible y escenificarse en los cuerpos.

Compartir el artículo

stats