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Lo local y lo universal en las letras canarias

Lo local y lo universal en las letras canarias El Día

Dos aspectos de la dilatada obra crítico-literaria de Eugenio Padorno (tan íntimamente relacionada con su obra poética y con sus diarios filosófico-literarios) me parecen a mí fundamentales para entender y valorar en su justa medida las letras canarias: su particular concepción de la literatura insular y su original interpretación de la obra que don Miguel de Unamuno consagró a las Islas.

En primer lugar, la particular concepción que tiene Padorno de la literatura canaria resulta fundamental para entenderla adecuadamente por lo que implica de defensa de su singularidad, frente a aquellos que la han juzgado tradicionalmente como un mero apéndice o remedo de la castellana. Nadie niega que la literatura insular haya recibido influencias de la literatura castellana, de la literatura hispanoamericana y hasta de la literatura andaluza, pero eso no implica que sea literatura castellana, literatura hispanoamericana o literatura andaluza. Se trata, evidentemente, de literatura hispánica, porque está cifrada con los procedimientos fónicos, gramaticales y léxicos del español o lengua hispana y porque se enmarca dentro de las corrientes nacionales e internacionales que dicha literatura ha seguido a lo largo de los tiempos, pero no de literatura española (si por español se entiende ‘perteneciente o relativo a la España peninsular o a Castilla’, en exclusiva) sensu stricto, porque su aliento, su temática y su sensibilidad, determinados en buena medida por el particular discurrir histórico del pueblo canario, su condición oceánica, sus mitos particulares y su forma cosmopolita de ver el mundo, son distintos de los propios de la literatura de castellanos, andaluces y americanos, que son pueblos que tienen otras claves históricas, otros marcos geográficos, otros mitos y otras formas de entender el universo.

Para Padorno, en la singularidad de nuestras letras ha jugado un papel fundamental la discriminación que los escritores isleños han sufrido durante tanto tiempo por parte, sobre todo, de la intransigencia castellanista. ¿Por qué no se encuentran autores canarios de la talla de un Cairasco de Figueroa, un Viera y Clavijo, un Alonso Quesada o un Manuel Padorno, por ejemplo, en el canon de la literatura nacional? ¿Por falta de méritos estéticos para ello? No, sino por el desdén que ha manifestado siempre el reduccionista nacionalismo español hacia todo lo que no sea castellano; un desdén que ha impedido entender a derechas tanto las distintas variedades de su gran literatura como las distintas variedades de su gran lengua y las distintas variedades de su gran cultura, todas complementarias, porque unas y otras no son otra cosa que manifestación de los mismos principios semántico-formales; los principios semántico-formales de la lengua universal que les sirve de base.

Y la segunda aportación de Eugenio Padorno que me parece a mí fundamental para interpretar en su justa medida las letras canarias es la profunda lectura que el autor ha hecho de la obra que don Miguel de Unamuno dedicó a las Islas.

Para nuestro autor, el filósofo del 98 no es solo escritor castellano, como se le suele clasificar habitualmente, sino también escritor canario, tanto por la temática que refleja en los sonetos de su doloroso diario de destierro De Fuerteventura a París, en varios de sus ensayos de Alrededor del estilo y en los múltiples artículos que escribió en sus apacibles días de destierro majorero, en el año 24, sobre las cosas de la tierra, como por su empatía con el paisaje, la mar y la gente insulares, su visión cosmopolita del mundo y su profunda influencia sobre tantos escritores y pintores de la región, como Alonso Quesada, Domingo Rivero, Manuel González Sosa o Jesús Arencibia, por poner un par de ejemplos de los más ilustrativos. Para Padorno, el escritor vasco no es solo la persona que mejor ha entendido la realidad insular, sino también un revolucionario de las letras insulares, porque imprimió nuevo rumbo a la sensibilidad de sus creadores; y ambas cosas (entendimiento y revulsivo) lo convierten en escritor genuinamente canario.

Estas dos aportaciones de nuestro crítico-poeta al estudio de la tradición literaria insular demuestran de forma palmaria que no nos encontramos ante un pensador de vía estrecha, como podría deducirse de la defensa a ultranza que hace de la literatura de la tierra, sino ante un pensador de visión universal, consciente, primero, de que las letras canarias no se explican sin el resto de las literaturas en lengua española; y, segundo, de que, para ser escritor canario, no es necesario haber nacido en el Archipiélago. Con esto basta para demostrar que el ensayista y poeta Eugenio Padorno se encuentra en las antípodas del vulgar provincianismo o nacionalismo ramplón o reduccionista que algunos le han endilgado.

Marcial Morera es catedrático de Lengua Española en la ULL

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