Decir Danza Invisible es hablar de un grupo de amigos que, cuarenta años después, siguen disfrutando cuando se suben al escenario para tocar juntos una música que en sus orígenes, a principios de los 80, impactó en la Movida madrileña por sus influencias británicas y por la calidad de su directo.

Aquellos orígenes están reflejados en el documental 'A este lado de la carretera. Danza Invisible y la magia de Torremolinos', que ha dirigido José Antonio Hergueta y cuyo estreno este viernes en Málaga ha propiciado en la víspera un reencuentro de sus cuatro miembros actuales -Javier Ojeda, Chris Navas, Manolo Rubio y Antonio Gil- y de quien fue el fundador, Ricardo Texidó.

"Es un orgullo ser protagonistas de una película que es un reconocimiento a nuestro trabajo y una demostración palpable de que se pueden hacer cosas desde otros sitios que no sean Madrid o Barcelona", afirma Ojeda, que cree que "para un fanático de Danza de los 80 y los 90", que "al fin y al cabo es la etapa primordial" de la banda, este documental "es un festín".

Sobre aquellas influencias extranjeras de los inicios, Chris Navas, de origen inglés, apunta que tuvo un papel fundamental Torremolinos, "donde había un ambiente en aquella época muy diferente al del resto del país por la música que se escuchaba y la forma de vida, mientras que en otros sitios era muy difícil escuchar música de fuera".

Llegar a Madrid era la "única manera" de darse a conocer "porque allí estaba la Movida", recuerda Texidó, quien asegura que les trataron "muy bien desde al principio", pese a que admite algunos "comentarios prepotentes" en aquellos años.

"Estaba muy orgulloso de la voz de Javier, que era y es de las mejores de España. Teníamos que vendernos como que éramos algo más de lo que había en Madrid, y se quedaron con la boca abierta cuando tocamos en Rockola y empezamos a meter nuestro sonido en la Movida, que ya estaba efervescente y asentada", añade Texidó.

El fundador de la banda era quien había fichado a Ojeda tras un inicio como trío en el que Teixidó tocaba la batería y también cantaba.

"Javier dudaba de sí mismo, pero hicimos un buen trabajo, todos comprendimos que era la persona adecuada y lo ha demostrado el tiempo. Los demás me decían que les había llevado un niño para que cantara. Era muy cortado y en los primeros conciertos casi cantaba de lado, sin mirar a la gente", relata Texidó.

El propio Ojeda corrobora estas palabras: "Ni yo daba un duro por mí mismo. Tenía 17 años y aspecto y mentalidad de 15".

Hay un antes y un después para Danza Invisible y es la canción 'Sabor de amor', un éxito con el que llegaron al gran público pese a que estuvo a punto de quedarse fuera del disco que estaban grabando, en el que estaban seguros que sería "Reina del Caribe" la que triunfaría, desvela Ojeda.

"Hasta ese momento, éramos un grupo muy chulo, muy alternativo y muy 'british', pero 'Sabor de amor' pegó un pelotazo y ya fuimos un grupo de masas. Se metió en el disco porque Paco Martín (el productor) dijo que tenía que ir, aunque todos teníamos reticencias al ser una canción con un sabor más añejo y con una letra un poco erótico-culinaria que no era nuestro estilo en ese momento. Pero el público es el que manda", zanja Texidó.

El documental no se limita a los éxitos y momentos felices de la banda, ya que también muestra la ruptura que se produjo en 1993 con quien había sido su fundador y primer 'alma mater'.

"Choques personales"

"Hay un momento en que empiezas a tener choques personales. Ninguno de la banda le guarda rencor a Ricardo, pero las personalidades cambian cuando pasan los años, los métodos de composición de un grupo van cambiando y ves que la vida te lleva en otra dirección. De pronto llegó un momento en que nos dimos cuenta de que estábamos dejando de ser amigos, y la banda funciona sobre todo como un grupo de amigos", admite Ojeda.

En términos similares se pronuncia Texidó, quien señala que llegó un momento en que "ya no había complicidad" y se confiesa "orgulloso" de la canciones que se hicieron durante su pertenencia a Danza Invisible "y de las que han hecho después".

Javier Ojeda, que ha anunciado "un gran concierto del 40 aniversario, el más ambicioso de todos los aniversarios", se pone serio y asegura que, aunque en los últimos años ha trabajado más en solitario que con Danza Invisible, nunca ha "sentido la necesidad de dejar el grupo" por tres razones.

"Primero, porque la banda sigue sonando de puta madre en directo. Segundo, porque me lo sigo pasando de puta madre con estos cabrones. Y tercero, porque les voy a agradecer toda la vida el hecho de ser vocalista, y toda mi vida de felicidad se la debo a esta gente", asegura Ojeda emocionado.