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200 años con Dostoievski

Si hay un escritor considerado por unanimidad como uno de los más grandes autores de la literatura universal es sin duda Fedor Mijailovich Dostoievski. Nuevas ediciones de sus obras coinciden con la publicación de nuevas biografías como Dostoievski, de Virgil Tanase. Con orígenes en la aristocracia campesina rusa, el padre de Dostoievski, médico de profesión, fue un burgués liberal que murió asesinado por sus siervos en venganza por el trato despótico y violento al que los había sometido toda su vida. Dostoievski nació en Moscú, en el Hospital de los Pobres que regentaba ese padre. Fue un ingeniero militar atraído por las Humanidades, lector de Pushkin y Lermontov y de los clásicos rusos, pero también de Balzac, Dickens, Víctor Hugo y Lord Byron. De la obra de Cervantes dijo que «en todo el mundo no existe otra tan profunda y tan fuerte», y del Quijote, que es «el libro más grande y más triste de cuantos ha creado el género humano». Su formación literaria y su talento narrativo propiciaron un éxito fulminante desde el momento mismo en que publicó su primera obra, Pobres gentes. El éxito no aplacó sus ansias revolucionarias juveniles, más bien las radicalizó, así que a partir de entonces las denuncias sobre la miseria y el dolor del pueblo ruso durante el mandato del zar Nicolás I fueron un componente esencial de sus novelas: El doble, Un corazón débil, Noches blancas.

Encarcelado por el régimen en 1849, el exilio obligó a Dostoievski a un silencio literario que duró nueve años, del que regresó con nuevas obras que afianzaron su prestigio, como Humillados y ofendidos y Memorias de la casa muerta, sus experiencias en la cárcel, ya influidas de misticismo. Su carrera se afianzaba con cada nuevo título: Memorias del subsuelo, Crimen y castigo, El jugador. Su mejor literatura es la de la última etapa, en la que publicó grandes obras: El idiota, Demonios, El adolescente… hasta llegar a la última, Los hermanos Karamázov, la cumbre de su novelística. A su muerte en 1881 dejó sin publicar dos ensayos, Ateísmo y Hagiografía de un gran pecador.

Sobre todo en la etapa final de su vida, Dostoievski tuvo que hacer frente a graves problemas personales que se añadieron a la epilepsia que padecía desde los siete años: muerte de su primera esposa, de su hermano y de dos de sus cuatro hijos, la pasión por el juego, que lo llevó a la ruina, el fracaso amoroso con su amante Apolinaria Suslova y el enfrentamiento con escritores coetáneos (con Turgueniev se reconcilió al final de su vida).

Murió de una hemorragia pulmonar en 1881. A su funeral asistió una gran multitud que acompañó el féretro por las calles de San Petersburgo junto a sesenta y siete delegaciones y quince coros que no dejaron de cantar en todo el recorrido desde la casa del escritor hasta el monasterio Alejandro Nevski. El zar ordenó una pensión vitalicia para su viuda y se destinaron fondos para una estatua del escritor y la publicación de sus obras completas.

Dice George Steiner que durante muchos años la revolución soviética marginó la obra y la figura de Dostoievski mientras ensalzaba la de Tolstoi. Aquel joven revolucionario sentenciado a trabajos forzados en Siberia, a un exilio sangrante y a ser incluso condenado a muerte, una pena que no llegó a ejecutarse (aunque sí se llevó a cabo un simulacro), no encajaba en los esquemas del bolchevismo después de que en sus últimos años abominara de sus pecados juveniles y se internara por la senda del misticismo y la religiosidad. Mientras Dostoievski era considerado un enemigo peligroso, engendrador de subversión y herejía, Tolstoi (según Lenin el más grande entre los escritores de ficción) era entronizado en el panteón revolucionario.

La obra de Dostoievski, entre el realismo y la novela sicológica, ha sido una de las más analizadas e interpretadas de la literatura, aún en vida de su autor. Su personalidad está diseminada en algunos de sus personajes, sobre todo en Iván Karamázov (su Poema del inquisidor resume su ideario religioso) y en el Chatov de Demonios, ambos firmes creyentes en la existencia de Dios, pero también hay rasgos suyos en el Raskolnikov de Crimen y castigo y el Mishkin de El idiota.

Lo más relevante de la literatura de Dostoievski es su capacidad indagatoria en torno a los seres humanos, sobre todo en relación con sus pulsiones más destructivas, su lado más oscuro e inmoral. Su capacidad de empatía con los sentimientos y las emociones de sus personajes está explícita con brillantez en la maraña de pasiones que tensionan los relatos de sus novelas. La bondad humana, el amor, la caridad… conviven con el asesinato, el robo, la humillación… para mostrar que el hombre es capaz de cualquier cosa. Utiliza la ficción para lanzar una mirada crítica a la realidad social y humana y hace reflexionar a sus lectores con las emociones de sus personajes, a través de los que habla la voz desgarrada de la humanidad. Y siempre, como fondo, la realidad espiritual del pueblo ruso y el contraste entre el campo y la ciudad, representaciones del bien y el mal.

La literatura de Dostoievski se sostiene en su ideario, en cuyo horizonte está Dios, centro y objeto de su vida. Desde muy joven participó en las ideas cristianas, cercanas a su concepto de socialismo utópico por el que fue condenado a trabajos forzados en Siberia. Más tarde afianzó su compromiso con el cristianismo y con la salvación de las almas utilizando la fe como instrumento contra la razón. Sus obras son en buena medida expresión de este sentimiento.

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