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Los senderos fílmicos de Gustave Flaubert

Se conmemora este año el bicentenario del nacimiento del autor de ‘Madame Bovary’, precursor del realismo francés y un novelista reclamado con frecuencia por el cine y el audiovisual de diversos países

Louis Jordan y Jennifer Jones, en ‘Madame Bovary’ de Vincente Minnelli. E. D.

En sus declaraciones y cartas Flaubert dejó siempre claro su firme deseo de que jamás su obra fuera reconstruida en los escenarios. Al propio tiempo, tuvo una mala predisposición al uso del retrato en la fotografía, que en la etapa final de su vida ya constituía un fenómeno cotidiano en las grandes capitales europeas. Lo que nos preguntamos es cuál sería su reacción frente al nacimiento del cinematógrafo si lo hubiera llegado a conocer. Sostiene Álvarez de la Rosa (traductor y editor del Hilo del collar: correspondencia Alianza Ed. 2021, libro magnífico que recomiendo para conocer en profundidad el pensamiento de Flaubert) que aunque parezca lo contrario, al parecer del autor de Madame Bovary, su minuciosidad en la investigación para escribir sus textos literarios tendría cierta semejanza con la elaboración de guiones para el cine. Probablemente, Flaubert (Ruán, 1821-Croiset, 1880) estaría encantado de participar en la escritura de guiones; no solo los basados en sus propias obras sino incluso en textos que no fueran suyos. Comparto con el profesor Álvarez de la Rosa esta original y curiosa opinión.

A continuación intentaré pergeñar una reseña abierta sobre las adaptaciones cinematográficas de las obras de este escritor. Como punto de partida hay que ser consciente que el traslado de la escritura flaubertiana a la pantalla es una operación muy complicada y llena de dificultades por la infinita belleza de pasajes, paisajes y personajes sembrados de contradicciones. Mi idea es hacer un recorrido cronológico de sus adaptaciones más fieles y otras inspiradas en su relatos. A pesar de lo exhaustivo de mi investigación no he podido abarcar todo que se ha producido, pues para mí sorpresa es más abundante de lo que pensaba.

Como es natural la principal obra de la cual tenemos muchas referencias fílmicas es Madame Bovary (novela por entregas, publicada en 1856), considerada como la gran novela del siglo XIX y fuente de inspiración de la narrativa moderna. Se trata de los amoríos de Emma, casada con Charles Bovary, médico mediocre provinciano. Estas perturbaciones amorosas la llevan a un final trágico. Fue censurada y prohibida en su época por la naturalidad con que presenta el adulterio y la búsqueda de la felicidad y libertad sexual de una mujer, cosa escandalosa no solo para aquellos tiempos, sino incluso también para la censura en el siglo XX.

El gran Jean Renoir (París 1894-California 1979), hijo del gran pintor Auguste Renoir, y considerado como el mejor cineasta francés y uno de los grandes cineastas de la historia, la llevó por primera vez a las salas de cine. Si alguien tenía que hacerlo tendría que ser francés y llevar el nombre de Renoir. Ya en 1934 Renoir había iniciado una carrera que lo encumbraría muy pronto a la gloria. En el filme contó con actores como Pierre Renoir (su hermano): Charles Bovary y Valentine Tessier como Emma Bovary. Incomprendida por muchos sectores de la crítica, la película resultó un fracaso comercial estrepitoso. Renoir la sitúa en la época de la novela, alrededor de 1850. La actuación de la Tessier no se ajusta a la Bovary imaginada por el escritor de Rúan. Y, como reconoce el director, lo natural en 1850 no es lo natural en el siglo XX, de ahí lo artificioso de su puesta en escena.

Otro hito en la representación en las pantallas cinematográficas fue la que dirigió Vincente Minnelli (1903-1986) en 1949. Es un producto muy hollywoodiense que lleva impreso el sello inconfundible de Minnelli; muy digna y respetuosa con el texto, añadiendo algunas licencias dramáticas. En España, naturalmente, fue censurada por motivos obvios. Van Heflin como el apocado Charles Bovary hace un papel muy creíble. Y sobre todo Jennifer Jones, pese a su histrionismo habitual, salva su interpretación de Emma con mucha solvencia lo mismo que Louis Jourdan como el atractivo Boulanger del cual se enamora perdidamente la inconsolable Bovary. Minnelli evita la posible aplicación del control del código Hays con una hábil maniobra: introduce al propio Flaubert (James Mason) en una acción paralela defendiendo su novela ante un tribunal francés que quiere prohibir su difusión.

En 1991 Claude Chabrol (1930-2010) Cineasta destacado de la nouvelle vague, dotado de una trayectoria mundialmente acreditada, se atreve con la producción de Madame Bovary. Era inevitable que otro cineasta francés se lanzara a esta aventura novelesca. Eran otros tiempos y para Chabrol la narración implicaba un riesgo dentro de su carrera. Y pese a la pesada mochila de este monumento literario logra mantener fielmente y con brillantez el espíritu de la novela. Todo gira alrededor de una actuación insuperable de Isabelle Huppert que la convierte como la única Emma Bovary posible, demostrando su categoría como una de las grandes actrices del cine francés.

La cineasta franco canadiense Sophie Barthes, en 2014, hace una adaptación algo más libre de la novela homónima del genio normando. Como siempre en todas las adaptaciones el papel de Emma es clave en el éxito de la película. Aquí lo interpreta María Wasikowska (como Emma Roualt), actriz australiana conocida por protagonizar Alicia en el País de las maravillas de Tim Burton (Alice in Wonderland, 2010). El filme, pese a la libertad que se toma la directora en la adaptación de la narración sale bien parado del desafío, aunque la actriz se mueve con una displicente frialdad seguramente siguiendo las directrices de Barthes.

No quiero dejar de citar otras dos adaptaciones por su singularidad: Gerhard Lamprecth, director alemán que en 1937, en pleno régimen nazi, realiza una versión de la novela con Pola Negri (actriz de origen polaco que con 38 años vuelve inexplicablemente Berlín para incorporarse al rodaje). En 1947 se produce en Argentina, bajo la dirección de Carlos Schlieper, la primera adaptación de la novela en castellano. Irrelevante, transformada en un folletón, que conserva solo interés en el ámbito sociológico.

Toda estas versiones y adaptaciones a la gran pantalla tienen su continuidad como era de prever en el medio televisivo con una tipología de difusión genuina como son series y telefilmes así tenemos: Miniserie (4 capítulos), 1975, dirigida por Rodney King. Este modelo de producción permite adaptar la novela casi en su integridad. Similar es la Miniserie, 2000, Tim Fywell, un sólo capítulo de 153 minutos. Este año,de 2021, se estrena en Francia un telefime para celebrar el bicentenario Flaubert. Esta última utiliza el mismo recurso dramático que el filme de Minnelli, con montaje paralelo entre el juicio al novelista y la historia narrada en su novela.

Pero Madame Bovary no acaba aquí. También ha sido fuente de inspiración para producciones fílmicas que tienen un valor artístico nada desdeñable en el todo el mundo. Quiero destacar sólo algunas una de ellas como: Las razones del corazón (Arturo Ripstein, 2011, México). El gran director mexicano que homenajea a Madame Bovary en una película llena de aciertos en un escenario socialmente deprimido, con la ayuda imprescindible de su guionista y esposa Alicia Garcíadiego. Mencionar también El valle de Abraham (Manoel de Oliveira,1993), incursión del afamado realizador portugués en los confines espirituales de la señora Bovary. Alexander Sókurov, notable director ruso, con Salva y Protege (Spasi i sokhari, 1989) traslada la acción y aventuras amorosas de la trágica protagonista a la fría Rusia. Lejos de cualquier escenario previsto Ketan Mehta,propone una Madame Bovary titulada Maya Mensaab ( 1993) en los rincones sociales de Bombay

Navegando en otro espacio literario de Flaubert que también tiene su traslación fílmica tenemos Salambó (1862), novela de una gran potencia literaria. Con un giro estilístico soberbio, en relación a su obra anterior. Resuenan en ella los aires épicos de Juego de tronos en situaciones bélicas imprevisibles bajo la sombra de personajes con hechuras legendarias y en conjunción con pinturas prerrafaelistas por su detallada descripción del colorido de ropajes cortinajes y telas. Es la historia de Matho, caudillo de mercenarios de Cartago en el tiempo de la primera guerra púnica. Este guerrero de escultórica presencia cae rendido ante la belleza de Salambó, hija de Amilcar Barca, que se enfrenta a Matho por haberse rebelado contra Cartago. Salambó esconde su amor por miedo a represalias de su padre que protege a su heredero Aníbal. Al final, Matho, fallece masacrado bestialmente ante los ojos de su amada. Salambó, en una vuelta de tuerca genial del escritor, muere en un final seco, afilado, frío: el amor infinito de la princesa por el guerrero.

Su reflejo en las salas no llega igualar la belleza de la narración asi: Salambó (Doménico Gaido, 1915) en la tradición del cine mudo historicista italiano. La razones de un héroe, de Pierre Marodon (Salambó, 1925) película muda francesa. Salambó, de Sergio Grieco, 1960 con Jeanne Valery y el popular galán francés Jacques Sernas. El director convierte la historia en un vulgar peplum. Como curiosa referencia cinéfila, cabría señalar que la solitaria y deshichada esposa del personaje de Welles en Ciudadano Kane se refugia en su mansión tras un fracasado intento operístico que se refleja en el canto de un aria, con música de Bernard Herrmann, de una supuesta ópera titulada Salambó.

Otra novela llevada al cine es La educación sentimental (1869) que narra las peripecias de un atractivo joven de provincias, Fréderic Moreau, que se instala en París huyendo de la mediocridad provinciana. Su recorrido vital y social está ligado a su pasión por una mujer casada. Y todo ello bajo la sombra de la monarquía burguesa de Luis Felipe Orleans y los acontecimientos de febrero de 1848 con la llegada de la II República en Francia. Esta obra fue un rotundo fracaso de crítica y público. Solo reseñar dos películas: el filme La educación sentimental, Alexander Astruc (L’education sentimentale, 1962), con Jean Claude Brialy y Maríe José Nat. Director de reconocida valía en Francia por poner las bases de la nouvelle vague con su cámera-stylo, al modo del cine -ojo de Dziga Vertov. El filme por su pobreza narrativa no consigue que su teoría cale en la crítica. Con el mismo título, Marcel Cravenne dirige una miniserie en 1973.

Un corazón puro, de Giorgio Ferrara (E puro cuore, 1977), se basa en Un corazón sencillo, incluida en la trilogía titulada Tres cuentos (1877), que a Flaubert le llenó de satisfacción y consuelo en sus últimos años de vida. En cualquier caso, el filme se queda muy lejos de su propuesta inicial; y para terminar Bouvard y Pécuchet, novela inacabada del escritor: ¡Mis dos idiotas! como exclama y que lo trajo por la calle de la amargura en sus últimos años de vida. En 1989 Jean Daniel Verhaege dirige una película basada con igual título sobre la misma novela. Como conclusión indicar que, aunque las incursiones fílmicas en la obra del genio normando, no son que digamos muy celebradas sí que demuestran el interés general de la industria cinematográfica por los grandes textos que contribuyeron a inmortalizar la figura de Flaubert

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