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Entrevista
Javier Gutiérrez Actor

Javier Gutiérrez: "No estamos lo suficientemente educados como para saber amar"

El actor asegura que "el amor no tiene edad y el éxito, la popularidad, tampoco"

Javier Gutiérrez con Mónica Regueiro, Vicky Luengo y Daniel Pérez Prada, el elenco de ‘Principiantes’.

El aclamado director de escena Andrés Lima llega este fin de semana a Ibiza –en concreto al auditorio de Can Ventosa– para presentar su última obra en gira, ‘Principiantes’, adaptación (a cargo de Juan Cavestany) de uno de los relatos más celebrados de Raymond Carver: ‘De qué hablamos cuando hablamos del amor’, 1981. Sobre el escenario, dos parejas: una consolidada y con una historia de años y, la otra, más joven; cuatro personajes a los que dan vida Mónica RegueiroDaniel Pérez PradaVicky Luengo y el asturiano Javier Gutiérrez, uno de los intérpretes españoles mejor valorados del momento. Juntos debatirán sobre lo que realmente significa el amor y la necesidad del otro, pero antes hemos querido hablar con este último –ganador de dos Goyas al Mejor Actor, entre otros reconocimientos– para que nos dé algunas pistas y nos cuente sus sensaciones en este momento de extraña normalidad.

¿Qué supone desarrollar esta gira en estos tiempos?

Siempre es especial subirse a un escenario y hacer teatro. Pero en estos tiempos tan necesitados de historias, de experiencias en directo –tanto por parte del público como para nosotros mismos–, no solo es algo necesario, sino que además gusta y mucho. Sobre todo después de lo que hemos pasado. Yo soy un ciudadano que cree que hay que priorizar la salud por encima de la economía, pero a día de hoy, tal y como estamos, intentando sacar la cabeza o vislumbrando ya una luz al final del túnel, creo que también es justo que, después de lo que hemos sufrido, podamos salir a disfrutar de una cena o de un espectáculo de teatro.

‘Principiantes’ habla de amor. Pero, ¿de qué habla Javier Gutiérrez cuando habla de amor?

El amor es un tema muy peliagudo que nos acompaña casi desde que nacemos hasta que morimos. Pero creo que no estamos suficientemente educados para saber amar en la mayoría de los casos. Siento mucha envidia de aquellas personas que se sienten plenas, felices y llenas con el amor, porque es un recorrido muy complicado en el periplo vital de cada uno. En este caso, en el escenario, ponemos en cuestión la vida de dos parejas, una más madura, con una relación un tanto tóxica, y otra pareja que comienza, que está en la primavera de su relación. Todos nos vamos a ver reflejados de una forma u otra porque se habla del amor, del desamor, de la infidelidad, de si estamos realmente enamorados o no y de si la pareja con la que estamos –con la que nos levantamos y nos acostamos, a la que contamos nuestras intimidades– es la compañera o el compañero de viaje ideal. Es un espectáculo que versa sobre el amor, pero no es un espectáculo fácil, no es nada complaciente para el espectador. Igual que en los textos de Raymond Caver, la adaptación teatral invita a la reflexión y requiere de espectadores activos.

¿Las redes sociales están idealizando las relaciones amorosas?

Evidentemente. Vivimos en un mundo quizá demasiado dominado por las redes sociales, en las que contamos la vida que queremos contar. O quizá idealizamos demasiado nuestra propia vida en aras de dar una imagen que no se corresponde con la realidad. Después, de puertas para adentro, supongo que la vida de las personas que hablan de esa ‘otra vida’ en las redes sociales no será igual. No sé si será peor o estará en las antípodas de los que nos venden a través de fotos de viajes y de experiencias casi irrepetibles, pero quiero creer que la vida de los demás no es la vida que se corresponde con las redes sociales. Ni hay que fiarse demasiado de ellas ni creo que sean un buen ejemplo.

¿Cómo está siendo volver a trabajar con Andrés Lima?

Un placer. A Andrés lo conozco desde hace veinte años. He tenido la inmensa suerte, honor y privilegio de haber trabajado con él, de que me haya dirigido durante diez o más espectáculos en la etapa de Animalario y después. Siempre es un director de referencia para mí, en el que pienso para cualquier trabajo que acometo. Mi primera opción para casi todo, sea un drama o una comedia, suele ser Andrés Lima. Me entiendo muy bien con él. En este caso, para hablar de amor y de desamor creo que no había nadie más adecuado que él, pero haga lo que haga, siempre es un director muy interesante y para mí es de los mejores, si no el mejor director de escena de este país.

Dicen que el amor no tiene edad. ¿Y el éxito? A sus 50 años, le siguen lloviendo los trabajos...

El amor no tiene edad y el éxito tampoco, ni la popularidad o el reconocimiento al trabajo. El amor, igual que el trabajo, igual que casi todo en la vida, hay que vivirlo con pasión. Y luego, por ende, vendrá lo demás. Nunca pienso en los objetivos ni en los resultados, sino que me zambullo en un proyecto, en un personaje, y trato de conquistar el corazón o el cerebro del espectador. Todo lo demás, viene por añadidura.

En una entrevista con Andreu Buenafuente, Mario Casas decía hace poco que un actor vive con el miedo a que no le llamen para trabajar. ¿También le pasa a usted?

Sí, claro. Esta es una profesión de dientes de sierra en la que nunca sabes por qué suena el teléfono ni por qué deja de sonar. Muchas veces me sorprendo cuando un director o una directora me ha llamado para una película o me encomienda un personaje en el que yo jamás habría pensado para mí; pienso que se han equivocado al contar conmigo, y esa siempre es una sensación que está latente, muy presente en nuestro oficio. Ya no solo entre la gente que trabaja, sino también entre los que hace tiempo que no escuchan sonar el teléfono. Hay un estudio reciente –elaborado con entrevista a 3.000 bailarines y actores– que arroja un dato trágico y desesperanzador: el 97% de ellos no ha ingresado ni un solo euro en el año 2020 en plena pandemia. Es una profesión en la que siempre estamos en la cuerda floja, en el alambre, e independientemente de que tengas talento o no, siempre dependes de esa porción de la tarta que es la suerte y de que alguien se acuerde de ti. Pero es cierto que cuanto más trabajas y mayor es tu visibilidad, más trabajo te ofrecen. El trabajo retroalimenta el trabajo, y por eso hay mucho miedo a perder esa visibilidad, a que parezca que se han olvidado de nosotros.

¿Los premios ayudan?

Los premios, premios son. Pero con los premios uno no come, y además muchas veces no son justos. Los premios están muy bien para alimentar el ego de cada uno y hacer feliz a la gente que te quiere o para darle visibilidad a un proyecto, pero más allá de eso no creo que una actriz o un actor que tenga o deje de tener premios es mejor o peor.

¿Le resulta curioso hablar de un mal momento para el sector cultural cuando ha salvado a muchos durante esta pandemia?

Sí. No me canso de repetirlo. La cultura, igual que la educación y la sanidad, es un pilar básico en cualquier sociedad. Estos meses hemos comprobado que es muy necesaria. En plena pandemia, hemos acompañado a ciudadanos que han estado muy solos. Hemos servido de bálsamo, de salvavidas, para muchísima gente que lo ha pasado realmente mal. Y no solo el cine, hablo de la cultura en general: un buen libro, un buen disco, un poema o un dibujo. La cultura nos ha ayudado a llevar de mejor manera esta horrible época en la que ha habido tanta gente enferma y, por desgracia, en la que han muerto tantas personas. La cultura ha estado ahí. Y no debemos olvidarnos nunca; los políticos, los primeros, pero también nuestra sociedad debe darle valor a eso. Hemos estado ahí cuando más nos han necesitado.

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