eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

CANARISMOS

Dios aprieta, pero no ahoga

Luis Rivero

Cuando se atraviesan momentos de dificultad, se suele echar mano de este viejo refrán castellano a modo de consuelo y casi tratando de buscar una explicación a lo aparentemente inexplicable. Entre el amplio elenco de dichos y proverbios de clara influencia religiosa se sitúa la sentencia que comentamos y de la que si intuyen claras resonancias bíblicas. La paremia es sinónima de aquella otra que dice: «Cuando Dios da la llaga, da la medicina», ambas con origen e inspiración en el Libro de Job, personaje que en la tradición judeocristiana se presenta como paradigma de la fe inquebrantable, la paciencia y la perseverancia [Job 5,13: «Pues él es el que hiere y el que venda la herida, el que llaga y luego cura con su mano»]. Viene citada por primera vez en el Quijote y, en sus distintas versiones, en otras obras de la literatura clásica [«Dios lo hará mejor —dijo Sancho—; que Dios, que da la llaga, da la medicina; nadie sabe lo que está por venir: de aquí a mañana muchas horas hay, y en una hora, y aun en un momento, se cae la casa» (Q, II-XIX)]. Tal como la conocemos, recurre a esta Pérez Galdós (en Misericordia):«No te apures, que Dios aprieta, pero no ahoga, y aquí estoy yo para que no ayunes más de la cuenta, que el cielo bien ganado te lo tienes ya [...]». Su universalidad queda también documentada en otras lenguas del entorno cultural en registros tales como: «Dio non manda se non quel che si può portare» (en italiano); «Deus escreve certo por linhas tortas» (portugués) o en francés, «Dieu ne veut pas la mort du pécheur». Otras variantes o sinónimos del mismo refrán que se emplean o se pueden escuchar en las islas son: «Dios escribe derecho con renglones torcidos» o «Dios da el frío conforme a la ropa». Todas ellas vienen a significar que, según una creencia popular bastante arraigada, Dios [en un sentido profano, se puede entender como «el destino»] coloca al hombre ante distintas tribulaciones y encrucijadas, pero da también la solución o el remedio a sus problemas. Este constructo es una manifestación de los sedimentos ideológicos que permean en el léxico de una cultura que hunde sus raíces en la tradición judeocristiana y que lleva a justificar en ocasiones una desgracia, por dolorosa que sea, con un simple alegato, muestra de resignación ante la omnipotencia divina: «Dios lo quiso». Como mismo ocurre con esa especie de «sujeción al consentimiento» que gobierna casi todas las cosas, incluso nuestras vidas: «Si Dios quiere»; condicional del que se echa mano a menudo, apelando a esa misma omnipotencia, lo que hace pensar en una suerte de salvoconducto para andar por la vida y que discrecionalmente expide la autoridad divina de la que todo depende.

«Apretar» es sinónimo de estrechar, presionar, oprimir, acosar, constreñir, «echar manos al cuello» con intención o amago de sofocar. La imagen («Dios aprieta») nos traslada la idea de los distintos avatares por los que podemos atravesar y que nos provocan desconcierto y angustia, o en general, nos colocan ante una situación de dificultad hasta casi perder toda esperanza de remontarla. Ante ello, surge con ánimo reparador el «pero no ahoga», que adversa y explica que por mucho que arrecie el temporal o apremien las dificultades, nunca llegarán a «asfixiarnos» ya que siempre podremos (al menos nos queda la esperanza) vencer los obstáculos y superar el problema que «nos trae de cabeza». Y conforme a esta creencia popular, se exhorta a confiar en la divina Providencia y a aceptar sus «designios». Y en sentido más profano, puesto que el dicho es de dominio general sin que necesariamente el hablante se identifique con un credo religioso, a confiar en el hado o el auxilio del destino y en que «el tiempo todo lo cura». Por eso, cuando vivimos ante la incertidumbre que nos genera aflicción y la desesperanza que provoca un suceso adverso, surge como un bálsamo una voz que infunde ánimo y esperanza: «Dios aprieta, pero no ahoga».

Compartir el artículo

stats