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‘Modern love’: ocho formas de experimentar el amor

Son historias reales que le han ocurrido de verdad a gente normal y corriente, aunque incorporan algunos elementos ficcionados

Dominique Fishback e Isaac Powell.

Las historias reales que aparecen en la columna sobre relaciones de ‘The New York Times’ dieron pie a una serie de Amazon Prime Video de la que la plataforma acaba de estrenar su segunda temporada, una antología de sentimientos servida por John Carney, el director de ‘Once’ y ‘Sing Street’.

En el último año y medio, la pandemia nos ha enseñado muchas cosas, y una de ellas ha sido a valorar los pequeños gestos a los que antes prácticamente no les dábamos importancia por cotidianos: los abrazos, los besos, las caricias, una conversación cara a cara... Después de que el confinamiento nos privara durante meses del contacto más estrecho fuera de nuestra burbuja, series como Modern love nos ayudaron a recordar lo importante que es el amor en nuestras vidas. Pero no solo el romántico, sino en cualquiera de sus expresiones, como el familiar, el de los amigos, desde el punto de vista sexual, hacia uno mismo, platónico... Siempre actúa como un motor que nos empuja a seguir adelante, aunque a veces venga acompañado de sinsabores.

Amazon Prime Video acaba de estrenar la semana pasada la segunda temporada de esta antología sobre sentimientos inspirada en los artículos de la columna homónima de The New York Times en los que los lectores del diario comparten sus experiencias amorosas desde el año 2004, y supervisada por John Carney (Once, Sing Street).

Son historias reales que le han ocurrido de verdad a gente normal y corriente, aunque incorporan algunos elementos ficcionados, y ahí radica parte de su fuerza. Es fácil poder identificarse con ciertas situaciones, porque ¿quién no ha sentido cosquillas en el estómago en una primera cita? ¿O quién no ha sufrido alguna vez con una pérdida? Otras historias, sin embargo, sorprenden porque cuesta creer que sean auténticas por su rareza, como la de la chica con un trastorno del sueño que duerme de día y vive de noche, una muestra más de que la realidad supera a la ficción.

Episodios independientes

Como en la anterior entrega, esta nueva tanda de ocho capítulos está compuesta por episodios independientes de alrededor de media hora de duración, sin ningún tipo de continuidad. Ninguna historia está ligada a la anterior ni a la siguiente. Antes, el nexo de unión fue tener la ciudad de Nueva York como telón de fondo, pero este año ni siquiera eso, ya que aunque la mayoría de los capítulos se rodaron en EEUU (en Albany, Schenectady y Troy, en el estado de Nueva York), otros se trasladaron a Dublín (Irlanda). No hay fronteras para el amor, aunque lo escriban los lectores de The New York Times.

El reparto vuelve a ser esta vez otro de los grandes fuertes de Modern love. Si en la pasada temporada contó con actores como Anne Hathaway, Tina Fey, Dev Patel, Andrew Scott, Andy García y Cristin Milioti, en esta ocasión las historias las protagonizan otro buen puñado de solventes intérpretes entre los que se encuentran Minnie Driver (Círculo de amigos), Kit Harington (Juego de tronos), Tobias Menzies (The Crown), Anna Paquin (True Blood), Lucy Boynton (The politician) y Garrett Hedlund (Tron: legacy). Ninguno aparece en más de un episodio, y eso que los finales de muchos capítulos podrían continuar más allá porque algunas tramas quedan abiertas, dando pie a que la audiencia deje volar su imaginación.

El hecho de que las historias estén basadas en casos reales no impide que alguna de ellas incorpore ciertos toques fantásticos, como cuando uno de los protagonistas se imagina lo que le haría al hombre que ha provocado su ruptura matrimonial. Obviamente, nada bueno. El ritmo es también muy distinto según el capítulo. Así, aunque en general sea bastante pausado, en el episodio protagonizado por una adolescente se vuelve más vertiginoso, acorde a cómo viven los jóvenes que han crecido enganchados a los móviles y las redes sociales.

El sentimiento de pérdida está muy presente en esta temporada, a raíz de rupturas sentimentales, muertes o enfermedades. Pero no se piensen que Modern love es una serie fatalista (sí a veces lacrimógena). Siempre prima la esperanza y los personajes aprenden a recomponerse de situaciones difíciles. El primer episodio, por ejemplo, aborda las dificultades de una pareja con horarios cambiados, en la que él vive de día (Gbenga Akinnagbe) y ella (Zoë Chao), de noche, casi como si se tratara de un cuento; el segundo, dirigido por el actor y cantante Andrew Rannells y basado en un ensayo personal que escribió para la columna de The New York Times, muestra con bastante originalidad cómo dos jóvenes (Marquis Rodríguez y Zane Pais) tienen recuerdos diferentes sobre su noche de pasión.

Romanticismo en la era Tinder

En el tercero, una adolescente (Lulu Wilson) que empieza a sentir algo por una compañera se plantea su sexualidad a través de un test online; en el cuarto, una chica (Dominique Fishback) trata de que su mejor amigo (Isaac Powell) pase a ser algo más, y en el quinto, un exmarine (Garrett Hedlund) establece una particular complicidad con la mujer del hombre que destrozó su matrimonio (Anna Paquin).

El sexto lo protagonizan dos desconocidos (Lucy Boynton y Kit Harington) que coinciden en un tren de Galway a Dublín y prometen reencontrarse a las dos semanas, pero la pandemia les pone las cosas difíciles; el séptimo, quizá el más emotivo, ahonda en el vínculo de una viuda (Minnie Driver) con el coche de su difunto marido (Tom Burke), y el octavo, en la capacidad para superar un bache de una pareja separada con dos hijas que se da otra oportunidad (Tobias Menzies y Sophie Okonedo). El romanticismo sigue vivo en tiempos de Tinder.

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