Dentro de la tendencia que toma como modelos arquetípicos o alegóricos imágenes ambientadas en el mundo rural, nos encontramos frecuentemente con las metáforas construidas sobre animales como protagonistas de los dichos. El hombre del campo (el «mago» o el « mauro») echa mano de objetos e «indumentos» propios de su entorno y que nos resultan familiares, construyendo así el dicho de manera simple y comprensible para sus destinatarios. Perros, gatos, cabras, bueyes, burros o gallinas forman parte de ese imaginario doméstico ordinario de antaño y que hoy sobrevive, aunque sea con carácter marginal (en los pueblos, con el gallinero en el traspatio o en el «cachito (de) tierra» con otros animales de corral).

Este refrán asevera que «entre más gallinas, menos huevos», observando una forma gramatical peculiar. El «entre» es una preposición que en el español de Canarias se emplea a menudo con valor de locución adverbial para expresar incremento: «entre más», similar a la forma «cuantas más» o «mientras más» (menos usuales y más propias del español estándar). Estableciendo una relación inversamente proporcional entre el número de gallinas ponedoras y la cantidad de huevos que resultan de la puesta («a más gallinas, menos huevos»); razonamiento que parece incurrir en un contrasentido, pues en toda lógica, la presencia de un mayor número de ejemplares, debería traer como resultado más huevos que cuando hay menos gallinas. Independientemente de la diversas causas que puedan darse y que lleven a estos animales a producir más o menos huevos (ya sean las temperaturas extremas, menos horas de luz solar o falta de alimento), el dicho trata de subrayar el resultado exactamente contrario a lo que cabe esperar. Y con tal sentido se emplea, con carácter general, este proverbio que trata de poner en evidencia una situación en la que los resultados que se obtienen se alejan de la estimación lógica y en sentido opuesto a lo esperable, deseable o previsible.

La metáfora recurre a un simbolismo universal, como lo es la imagen del huevo. El huevo, en las distintas tradiciones, es símbolo de «lo potencial, del germen, de la fertilidad, de vida, de creación…» y, por ende, de productividad y abundancia… Lo que en cierto modo rememora la fábula de la gallina de los huevos de oro como fuente de riqueza; o en sentido similar la máxima que aconseja: «No poner todos los huevos en la misma cesta», que llama a ser cautos y no invertir todo el patrimonio en un único objetivo. La imagen de los huevos se asocia, en sentido figurado, al beneficio o reparto de lo producido, ya sea crematístico o material, y la metáfora nos sugiere que las expectativas de obtener ganancias o la productividad son mayores a las realmente obtenidas a la postre.

Puede ser empleada en ambientes mercantiles, en lo referido a la participación en un negocio. En tal sentido podría entenderse que entre más socios sean para compartir («entre más gallinas»), menos toca a repartir («menos huevos»). Se aprecia en estos casos la menor concurrencia en el reparto y se suele expresar en ocasiones en dichos como: «Entre menos bulto, más claridad». Puede adaptarse también con versatilidad a supuestos de particiones hereditarias. En el sentido de que cuanto mayor sea el patrimonio a dividir, con frecuencia mayores son las cargas a soportar y, a la postre, menos queda. [«Estuvieron metidos en pleitos una partida de años, y ahí más allá repartieron la herencia, pero entre los abogados y Hacienda, se lo comieron casi todo»].

La paremia podría ser cuasisinónimo o similar a aquella otra que dice: «Entre más gatos, más ratones», que igualmente inspirada en el mismo entorno doméstico/rural que la anterior viene a expresar que, a veces, cuantas más precauciones se adopten ante una situación dada, más problemas surgen. Pero cuando se trata de gallinas ponedoras y una posible explicación cabal a la menor intensidad en la puesta, quizás la respuesta se vislumbre en dichos como estos: «Cuando el amo cierra el puño, la gallina cierra el culo», que censura la actitud cicatera y sugiere la necesidad de ser generoso si se quiere cosechar resultados; o aquel otro que dice: «Los lunes, ni las gallinas ponen», que evidencia las dificultades de reemprender la semana laboral.