Barcelona ha sido nombrada hace unos días Capital Mundial de la Arquitectura 2026 por la Unión Internacional de Arquitectos. La capital catalana ganó a la candidatura de Pekín y será la sede de la conferencia trienal y la asamblea general de la UIA tras Copenhague, que ostentará ese honor en 2023.

Para quienes no lo sepan, la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) es una organización no gubernamental creada en Suiza en 1948 de la que hoy forman parte millones de arquitectos. Cuenta con el importante respaldo de la Unesco y tiene como objetivo promocionar y destacar el papel de la arquitectura y la planificación urbana en la configuración de un futuro sostenible y su capacidad para abordar los desafíos globales del planeta.

La UIA designa cada tres años cuál será la ciudad Capital Mundial de la Arquitectura que durante ese tiempo se convierte en un foro internacional de debate sobre temas relacionados con el medio ambiente urbano, sobre la arquitectura en general y sobre las problemáticas de cada época, en la nuestra el crecimiento de las ciudades y el reto de afrontar como especie el cambio climático.

La propuesta ganadora presentada por Barcelona se tituló One today, one tomorrow (Un hoy, un mañana) y basaba su candidatura en la idea de explorar la relación de la ciudad con los impulsos de sostenibilidad y el futuro de la arquitectura con el objetivo de trasladar a toda la sociedad la importancia y el valor de la arquitectura y el urbanismo.

2026: Barcelona frente a Pekín

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas.

Barcelona ya acogió este congreso en 1996, y fue maravilloso, tuve la suerte de asistir, y la ciudad era en aquel entonces la mejor ciudad del mundo para aprender de arquitectura, de diseño, de buenas practicas en políticas urbanas, de políticas culturales, etc. En 1996 Barcelona logró gran impacto internacional, estuvieron presentes todos los grandes nombres de la arquitectura de entones y más de 9.000 arquitectos procedentes de 87 países, superando todas las expectativas del momento.

La propuesta para 2026 pone a Barcelona como ejemplo de ciudad diversa, cosmopolita, moderna, integradora de ideas y culturas, y,desde luego, es todas esas cosas y muchas más, pero, lo siento, y me entristece tener que escribir que ahora mismo está en franca decadencia en comparación con 1996. Ni el Ayuntamiento, ni la Generalitat tienen la altura de miras y la capacidad de planificar y reflexionar la ciudad, ni los concursos públicos actuales tienen nada que enseñar al mundo, ni se innova, ni se mejora. Simplemente siguen teniendo buena fama en el mundo de la arquitectura porque viven de la inercia de un pasado que no volverá, al menos por el momento.

Por eso, si en mis manos hubiera estado la decisión, conociendo Barcelona como la conozco y la quiero, hubiera elegido Pekin, porque, a pesar de todos sus defectos políticos, esa sí que es una ciudad en plena eclosión, en pleno cambio, en plena experimentación, con muchísima energía en arquitectura y con unos concursos atrevidos como los que se convocaban en Barcelona (y en Tenerife, y Bilbao y Santiago de Compostela, y no muchos sitios más ) en los años 80 y 90 del siglo XX.

Y aunque en 2026 este congreso esté programado para coincidir con la tan esperada finalización de la Sagrada Familia a tiempo para el centenario de la trágica muerte de su arquitecto Antoni Gaudí, y aunque el Colegio de Arquitectos de Cataluña hace lo que puede y trata de conseguir aliados para que la ciudad acoja también la Nueva Bauhaus europea que será anunciada en septiembre como parte del plan de recuperación de la Unión Europa y aunque allí se celebrará la 25a edición de la Bienal de Arquitectura y Urbanismo de España (BEAU) y muchas cosas más que intentan los que aún no han tirado la toalla, no me queda más opción que lamentar que Barcelona ya no es el referente que era ni en arquitectura, ni en literatura, ni en cultura en general. El presente no es el mejor momento de esa querida ciudad, y temo que pasará al menos una generación para que resurja de sus problemas y tal vez entonces volvamos a tener allí (y aquí) políticos con la altura de miras que tuvo el alcalde Pascual Maragall.

Dulce Xerach Pérez Abogada y doctora en Arquitectura. Investigadora de la Universidad Europea