Conoce bien la obra y también sus tiempos, tanto es así que no precisa partitura para interpretarla. El maestro Víctor Pablo Pérez, director honorario de la Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST), mantiene viva su relación con Canarias, más allá de factores como la lejanía y la continentalidad.

«El momento que atraviesa la Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST) es delicado porque, objetivamente, no hay gerente ni tampoco director», y a esto se añade la circunstancia de que una serie de plazas, además de cierta relevancia, permanezcan vacantes desde hace ya un tiempo, como es el caso de la de concertino, solista de segundos violines, chelo, también flauta, clarinete, tuba... Unas ausencias que, sin lugar a dudas, restan brillo al sonido del conjunto.

Víctor Pablo Pérez admite, en tono allegro moderato, que el director insular de Cultura, Alejandro Krawietz, «es muy consciente de que los dos o tres próximos años van a resultar trascendentales para el devenir de la orquesta». Tanto es así que lo que se haga de ahora en adelante sostiene va a marcar el futuro de una formación «que podrá seguir siendo un referente, y además brillante, o bien convertirse en un conjunto de nivel medio».

Con todo, presume que desde el comienzo del nuevo curso «los responsables se pondrán las pilas para sacar a concurso las diferentes plazas», tal es el caso de la gerencia, un cargo que resulta fundamental para definir una estrategia de futuro como institución, y el resto de piezas. «Espero que de aquí a final de año se defina el rumbo adecuado».

Ciertamente. una orquesta puede transitar sin un titular, con directores invitados, «pero no por mucho tiempo», subraya el maestro. «Debe dotarse de una línea estratégica», de un ideario musical, «para de esta forma definir dónde quiere llegar. La orquesta tiene que recuperar su presencia en los festivales españoles, donde hace tiempo está ausente, y por tanto hay que trabajar duro». Y ese proyecto pasa por «montar un equipo directivo que se entienda y se deje la piel, para así aprovechar ese remanente musical que aún conserva la orquesta».

La OST ya no es «una formación novel; tiene treinta y tantos años de historia y un amplio recorrido, con un repertorio reinterpretado con sinfonías de Brückner, Mahler, Brahms, Beethoven... Atesora un bagaje importante».

Y vuelve a insistir en la urgencia de cubrir las plazas de solistas que permanecen mudas, echando mano de las reflexiones del director húngaro Georg Solti, quien afirmaba que una orquesta se crea desde quince columnas, que son los quince solistas, y a partir de ahí se crea el resto, los cosolistas y todos los tutti. «Ahora mismo, en la Sinfónica, de esas quince columnas que describió Solti están faltando nada menos que ocho, más de la mitad, por lo que resulta fundamental que se recuperen y cuanto antes, mejor».

Pero, además, destaca que una de las claves está en escoger a estos ocho líderes «no sólo de manera individual, por tratarse de los mejores intérpretes, sino por ser los más idóneos para tocar junto al resto de solistas y del concertino. El criterio para elegir a los músicos es importante; no basta con que toquen espléndidamente el día de la audición».

Las orquestas se definen –o al menos eso es lo que todas intentan– a partir de un sonido propio, un timbre particular, si bien Víctor Pablo reconoce que este propósito resulta cada vez más difícil. «Todas las orquestas del mundo están plagadas de músicos de diferentes nacionalidades, tendencias y escuelas. El objetivo de un director debe ser el de lograr un tipo de sonido propio y hay que trabajar hacia eso y que, muchas veces, debe estar unido a la propia sala donde trabaja.

Acordes de pandemia

Para el mundo de la música, la temporada de la pandemia ha sido «muy difícil, muy dura». Además de la inevitable parálisis, obligada por la epidemia y sus consecuencias, cuando se ha retomado el compás, las formaciones tuvieron que acomodarse a interpretar programas con plantillas en las que no se superaban los cincuenta músicos, condicionados por el mantenimiento de las distancias. «Aunque la situación epidemiológica en Tenerife se está complicando, espero que a partir por lo menos del mes de octubre todo esto empiece a normalizarse y se puedan utilizar plantillas de músicos completas» y, en consecuencia, se pueda recuperar el sonido del gran sinfonismo. A propósito, el maestro puso dos ejemplos, cuando hace un año, con la OST, hizo una versión reducida de la Primera de Mahler y de igual manera la Séptima de Brückner. «Ahora se trataría de poder volver al concepto de las partituras originales de esas obras», en aquel momento reducidas por cuanto las necesidades obligaron a acomodarse a pequeños formatos.

Y explica, además, que esta circunstancia no es nueva. «Hace un siglo», en 1918 y al término de la entonces llamada Gran Guerra, «en la Sociedad de Conciertos con Arnold Schönberg se tuvo que hacer algo similar». En una Europa devastada por el conflicto bélico, sin apenas orquestas, con los teatros en ruinas, destruidos o quemados, «hubo un empeño decidido por interpretar las grandes obras, pero en versiones reducidas, y de ahí nació esta idea». Y es en ese sentido que la temporada 2021-2022 de la OST pretende recuperar el sonido del gran sinfonismo.

Víctor Pablo Pérez confiesa que no ha sido el responsable de la programación, un repertorio básico y profundo. Su mano aparece, eso sí, en las tres propuestas donde como director se sube al podio. La primera, el 29 de octubre, con la solista Anastasia Kobekina al violonchelo, y las obras Piano espressivo, de F. Velázquez; Concierto para violonchelo, de F. Gulda, y Pulcinella, suit, de I. Stravinsky, previendo que pueda haber aún coletazos del coronavirus, con «una obra de cuerdas y otra para orquesta de jazz, y un clásico», explica; la segunda, el 8 de abril, con «un repertorio de carácter religioso que se suele interpretar en la Catedral de La Laguna», y que cuenta con las voces de la soprano Raquel Lojendio, el tenor Airam Hernández y el barítono Gabriel Bermúdez, acompañados por la Coral Reyes Bartlet, interpretando Canciones bíblicas, op. 99, de A. Dvorak, y Las siete palabras de Cristo en la cruz, de C. Franck, mientras la tercera, el 13 de mayo, «ya para una plantilla de múscios más amplia», que estará protagonizada por la mezzo Catriona Morison, con Canciones y Danzas para Dulcinea, de A. García Abril; Kindertotenlieder, de G. Mahler, y la Sinfonía n.º 8 en Sol mayor, op. 88, de A. Dvorak.

«Sí es verdad que intervine en el programa», desvela, cuando apuntó la posibilidad de contar con un pianista y además director de la categoría de Christian Zacharias, al que ya tuvo como invitado con la ORCAM en Madrid, poniéndolo en contacto con los responsables de Auditorio, y será el alemán quien precisamente abrirá la temporada, el próximo 10 de septiembre, con un programa que está integrado por Las alegres comadres de Windsor, Obertura, de I. Nicolai; Concierto para piano en La menor, op. 54, de R. Schumann; Valses nobles et sentimentales, de M. Ravel; Annen-Polka, op. 117, de J. Strauss, y El murciélago, Obertura, también de J. Srauss.

La JOCAN, hay cantera

En lo más hondo reserva ese proyecto ilusionante: la Joven Orquesta de Canarias (JOCAN). «Siempre sentí que le debía algo a Canarias y especialmente a Tenerife, por todo lo que me habían dado en lo personal y profesional, también al Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC), que nos permitió tocar con grandes solistas».

A pesar de que a causa de un brote de coronavirus se han visto obligado a cancelar la gira por las Islas. Víctor Pablo se siente feliz. «Hay unos proyectos sensacionales». De aquí a un año, la joven orquesta está invitada a un a gira por el País Vasco y, a la vez, participará en la prestigiosa Quincena Donostiarra, con la Tercera de Gustav Mahler y junto a la Joven Orquesta de Euskadi , «Será una gira en solitario y eso es muy ilusionante para los jóvenes, y los chicos están entregadísimos».

Hay cantera, si bien no siempre de todas los instrumentos, pero sobre todo, «espíritu y ganas».

La Ópera, esa niña ‘mimada’

En cuanto a la escena que se vive en Ópera de Tenerife, sin intendente desde el pasado mes de diciembre, tras la salida de Alejandro Abrante, al que siguió en el mes de marzo el adiós del director artístico de Opera (e)Studio, Giulio Zappa, el maestro reconoce que no tiene elementos de juicio. «Lo he vivido desde la distancia». Eso sí, el movimiento de atrezzo le dice que en estos últimos tiempos se ha dado «más importancia, mayor prioridad a la ópera que a la propia orquesta. No sé si es correcto, pero es una realidad». Recuerda que cuando se construyó el Auditorio de Tenerife ya señaló que o la imagen de Auditorio y orquesta caminaban conjuntamente, o no se podría avanzar seriamente. «Esa imagen de un edificio potente, de un icono estético, y el de una formación que entonces era también potente tenían que ir de la mano de una manera armónica y no ha sido así». Considera que se ha hecho un esfuerzo en proyectar la ópera, en detrimento del verdadero motor, que es la orquesta.