Un Emérito con una amante llamada Carina, un comisario que domina las cloacas, un ministro del Interior con un reclinatorio en el despacho, cortesanos y súbditos que los sufren, campañas de desprestigio contra políticos de izquierda... Juan Madrid mira a su alrededor y se cabrea y escribe libros.

¿En una novela sobre la corrupción era inevitable que saliera Valencia?

Sí, pero también se podría hablar de cualquier ciudad española. A Valencia le han tocado unos políticos especiales en un momento histórico determinado. Pero no hay una geografía de la corrupción, sino momentos históricos donde determinados lugares han sido protagonistas porque ocurre una especial corrupción. La corrupción es la base de la sociedad capitalista actual, pero cuando aquí hablamos de corrupción nos referimos a lo que está fuera de la ley.

El problema parece tan arraigado en nuestra historia que Delforo, uno de los protagonistas, es más historiador que investigador.

Es un investigador malgré lui, es quien gestiona aquí los grandes interrogantes que ha de tener cualquier novela. Yo lo soluciono poniendo de manifiesto unos males que son antiguos, que en este caso provienen del año 1975 con la muerte de Franco, cuando se producen los Pactos de la Moncloa y el gran engaño que ocurre.

¿Qué gran engaño?

Crear una democracia que no es la que se buscaba, desmontar la base industrial del país para privatizarla, igual que hacen con la sanidad, crear grandes emporios bancarios que son los dueños del país, acabar con los sindicatos y la clase obrera para llevar la base económica al Tercer Mundo. Queda un país de turismo y consumista.

¿Ese estado delincuencial al que se refiere en la novela nace en 1975 o viene de antes?

Siempre ha habido, claro. Es evidente que la sociedad capitalista es delicuencial.

¿El capitalismo es inevitablemente delincuencial?

No, pero no existe el capitalismo bueno. Se ha intentando pero siempre ha fracasado. Nos quieren convencer de que por lo menos esta no es una sociedad estalinista en la que hay comida pero no hay libertad. Tampoco aquí hay libertad cuando te echan del trabajo y no hay que comer y cada vez se crea más desempleo… Franco crea un estado delincuencial, eso está clarísimo, pero desde 1975 en España se está abortando la posibilidad de crear una sociedad mejor gracias a una policía que pacta con empresarios para atacar a ciertas personas. Es lo que hace gente como Villarejo, que no sale en mi novela pero sí sale un comisario y un servicio de inteligencia que tiene a todo el mundo fichado. ¿Tú sabes los servicios de información que hay en España? La Guardia Civil, la Policía Nacional, la Local… Cada división tiene un servicio de información, Tierra, Mar y Aire… Hay más de 60 servicios de información.

¿Por eso, como también apunta en la novela, había tanto miedo a que Pablo Iglesias pudiera acceder a esa información por su cargo de vicepresidente?

Mi tesis es que desde la República el Estado ha actuado para que los comunistas no entraran en el Gobierno y lo mismo ha pasado ahora con Podemos. ¿Por qué ha habido tanto miedo? Porque si entran se van a enterar de las cosas y van a contar las tropelías y las estafas, aunque después no vaya a pasar nada. Bárcenas ha contado todo con pruebas y no ha pasado nada porque esto, como decía antes, es un estado delincuencial.

¿Qué papel juega en este estado delincuencial ese Emérito de su libro Gloria bendita?

Es uno más. El rey es un resorte del Estado pero no el único. El problema es una clase social, a la que él pertenece y que sale en la novela y que pide ayuda a los servicios de inteligencia para poder seguir haciendo esto y lo otro. Esto que he escrito yo no lo han explicado en ningún periódico.

¿Y por qué?

Date tú la respuesta, yo no la tengo.

¿Ha llegado a tener miedo de publicar esta novela?

No, en absoluto.

¿La hubiera escrito en 1980, cuando debutó como escritor?

No, pero porque no tenía la inteligencia ni la sabiduría que tengo ahora. Pero en mi primera novela ya hablo del escándalo de los pactos de la Moncloa y cuestiono la Transición. Y aparecen grupos fascistas y falangistas. Hablo de lo mismo, pero esta es superior porque tengo más años y sé más.

El boom de la novela negra española coincide con la Transición y el inicio de todo esto que usted denuncia. ¿Tienen que ver una cosa y otra?

La novela negra es la que mejor refleja que esta es una sociedad insegura, en la que te puedes quedar sin trabajo inmediatamente y no pasa nada, en la que el Estado no te protege y no te da un salario suficiente. Los discursos oficiales están desgraciadamente en los periódicos, que son los que se dedican a reflejar el discurso oficial y lo que opina el Estado.

¿Y escribir de todo eso en forma de novela soluciona algo?

Estoy haciendo lo que tiene que hacer un escritor, que es reflejar la sociedad en la que vive. Podría mentir y contar otra historia o recordar cuando era un niño pequeñito. Pero no, quiero contar lo que vivo y que me llama la atención porque estoy cabreado.

¿Más cabreado que nunca?

Sí, estoy llegando al límite porque lo que está ocurriendo en este país es demasiado.

¿Se escribe mejor estando cabreado?

Sí, cuando estoy cabreado escribo mejor. Y lo que quiero es emplear cada vez menos palabras en lo que escribo.

¿Menos todavía? Usted es conocido por la economía de su lenguaje.

Sí, pero creo que estoy ganando en precisión. Esta novela es más concisa que las anteriores que he escrito. Admiro mucho a autores como Kent Haruf y Rubén Fonseca, que escriben con mucha precisión. Y otro grande para mí es Isaak Bábel y, por supuesto, Dashiell Hammet.

¿Ha perdido la novela negra precisión y conciencia de clase?

La novela negra no es buena o mala, lo son los escritores que la escriben. Hay novela negra mala de escritores buenos, o novelas magníficas de escritores regulares. Es muy difícil hacer una buena novela redonda, que empiece y acabe bien. Yo lo intento y me enfrento ante ese interrogante de si mi nueva novela será mejor que la anterior que escribí.