¿Qué tiene preparado para sus actuaciones en Tenerife y La Palma?

Venimos con un cuarteto. Con dos de los miembros, el bajista y la violinista, ya venimos tocando desde hace diez años pero con el batería no, es una nueva incorporación. El repertorio será prácticamente inédito, son cosas que he venido escribiendo durante la pandemia y algún tema reciclado de álbumes anteriores.

Así que estos dos conciertos son una oportunidad única para que los canarios descubran su nueva música.

Sí, en realidad teníamos que haber venido el año pasado a este festival pero no pudimos viajar porque las cosas estaban aún más feas que ahora. Han sido 15 meses de no actuar porque, aunque hemos hecho algunas cosas virtuales, no habíamos podido montarnos en un avión para venir a Europa. Allí, en Nueva York, hemos hecho cosas contadas, con pequeño aforo y al aire libre. Así que hemos aprovechado este tiempo para escribir cosas.

¿Y cambia ahora la percepción que tiene del directo con esta nueva realidad?

Tratamos que no nos afecte. Lo que tenemos son muchas ganas de actuar porque tenemos hambre atrasada.

A la hora de componer, ¿le ha inspirado esta situación?

No, al principio la cosa estaba muy densa y a mí no me dio por ser muy creativo. Todo el mundo estaba muy gris y muy abajo pero luego nos hemos venido arriba. Ha sido una época rara porque no hemos socializado, pero en lugar de amargarse hay que tratar de ser creativo y productivo.

Usted viene de Nueva York. ¿Se conoce allí un festival como el Canarias Jazz & Más?

Conocía el festival y a su director porque coincidimos en algunas ferias que se celebran en Europa. Además, hace 15 años, cuando vivía en España, ya sabía de este festival obviamente porque es referente en el sector, similar al de Vitoria o de Donosti, y junto con ellos es uno de los tres más importantes del país.

Cuando empezó en el mundo del jazz viajó a Estados Unidos para formarse y también porque sostenía que en España no se entendía este género como en otros lugares. ¿Ha cambiado su percepción con el paso del tiempo?

Cuando me fui en 1997 lo que quería era estudiar. En España había escuelas con programas pero no eran reglados y la alternativa del conservatorio de música clásica no era lo que me apetecía, pero a partir de 2001 empezaron las primeras formaciones. Tampoco es que me fuera al extranjero para sacarme un título pero las cosas se dieron así y ya llevo unos 16 años viviendo en Nueva York.

Lo que está claro es que existen diferentes panoramas dentro del género en la actualidad y usted es conocedor de muchos de ellos. ¿Existen diferencias palpables entre lo que se hace en las dos orillas del Atlántico?

Nueva York es la meca de este género y hay mucha gente propia de allá que lleva generaciones dedicándose a esto. También existe otra tanta gente que va y viene para empaparse de la energía de la ciudad. La parte negativa precisamente es que el ambiente allí es demasiado competitivo. Allí siempre habrá mayor oferta, tanto de sitios para disfrutar como de gente que se está formando. Pero aquí creo que la escena cada vez está más potente. Ha habido un antes y un después desde que aparecieron esas escuelas en España. También tengo que decir que, aunque no he perdido del todo los lazos con el país, sí que estoy desconectado con muchas de las cosas que se han hecho aquí.

Lo que es innegable es que Nueva York se convierte en un viaje obligado para todos aquellos que quieran disfrutar y hacer jazz.

Sí, eso seguro.

Como buen músico de jazz ha experimentado con diferentes géneros musicales a lo largo de su carrera. ¿Tiene alguna fusión pendiente?

Cuando me establecí en Nueva York tenía una actuación fija en un restaurante donde tocábamos un repertorio estándar y allí uno de los habituales era un pianista que me sugirió crear algo propio. Yo ya venía haciendo mis pinitos pero tampoco es que sea totalmente fiel a ningún género, sino que voy haciendo pinceladas de todo. En realidad, en la música de uno sale lo que ha escuchado y lo que le gusta. A veces toco con músicos estadounidenses que desde pequeños han tocado en iglesias, por ejemplo, y esa es otra manera de aproximarse a nueva música. Así que yo trato de rodearme y nutrirme de todas esas cosas sin pensar demasiado en algo concreto.

Y, precisamente, ¿qué influencias diría que tienen los temas que presentará durante el Canarias Jazz & Más?

Son temas más jazzeros. Antes de la pandemia, el último trabajo que hicimos fue una suite con un cuarteto de cuerda y uno de jazz en Almadraba. Lo grabamos, lo presentamos e hicimos proyecciones, fue un espectáculo muy completo porque además tuvimos la suerte de grabar con el gran Ron Carter. Después vino la pandemia y no pudimos sacar a la luz este álbum, que finalmente verá la luz en formato LP este otoño. Eso es lo último que tengo documentado pero está escrito hace unos cuatro años. Eso es muy complicado moverlo ahora porque es mucha gente. Ahora lo que he estado escribiendo son temas más sencillos y basados más en la tradición jazzística.

¿Se plantea grabar estos temas en un nuevo trabajo?

Mi idea es hacer una trilogía de duetos con diferentes invitados, pero es tan solo una idea.

Lo definen como metódico y organizado. ¿Qué tal casan esos dos términos con la improvisación tan propia del jazz?

Me gustaría ser un poco más anárquico y soltarme más la melena, que no tengo. Los temas que hacemos son como un mapa de ruta y a partir de ahí tratamos de olvidarnos de todo lo aprendido y que pasen cosas sobre el escenario mientras escuchamos e interactuamos entre nosotros. La mayoría de veces pasan cosas que no estaban previstas, algunas veces nos sentimos mejor y otras peor.