Raffaella Carrà, dio este miércoles su último paseo por Roma, la ciudad en la que la cantante, actriz y presentadora italiana residió en los últimos años de su vida, y en donde también, desde los años 70, fue primero encumbrada como oda festiva, libre y vanguardista de la sociedad italiana y europea. Empezó así la larga despedida de tres días que Italia ha preparado para la diva, una conmemoración de pocos precedentes recientes, tanto por la grandilocuente organización como por las tantas personas —muchas de ellas, de edad avanzada— que se acercaron para aplaudir, o se asomaron a los balcones de sus edificios, al paso del coche fúnebre color gris claro de la difunta.

El cuerpo de Carrà, fallecida el lunes, partió poco antes de las cuatro de la tarde de la vía Nemea 21, la residencia romana de Raffaella en el artístico barrio de Vigna Clara. Desde allí, la procesión se adentró por una Roma húmeda y calurosa, pasó por distintas sedes de la RAI, la televisión pública italiana en la que la diva forjó su carrera italiana, e hizo también una parada en el Teatro delle Vittorie, escenario en 1970 de uno de sus primeros éxitos en blanco y negro, 'Canzonissima'. 

Desde estos lugares-símbolo, el cortejo fúnebre, cuyo recorrido la RAI retransmitió en directo como si se tratase de la muerte de un ídolo de rock o de un Papa, se dirigió hacia su último destino: el ayuntamiento de Roma, el Campidoglio, donde la alcaldesa de la ciudad, Virginia Raggi, saludó al excompañero de Raffaella, Sergio Japino, reconvertido en los últimos días en la cara visible de la familia. Allí, según el programa, el féretro se expondrá al público en la sala de Protomoteca también este jueves hasta la medianoche, y luego el viernes hasta una hora antes del inicio de los funerales en la iglesia romana de Santa Maria en Ara Coeli, previstos para ese día al mediodía. 

Además de dar el último adiós a la cantante italiana, ahora recluida en un modesto ataúd de madera, el suceso también sirvió para recordar los años dorados de la televisión italiana. “Una época que con ella se muere y no volverá”, como dijo Sandra Milo, veterana actriz y musa de Federico Fellini. “Sonreía siempre”, añadieron otros excompañeros. Como ellos, muchos expusieron así su emoción, mayor o menor según lo cerca o lo lejos que estaban de las ideas —provocadoras, progresistas, feministas— que Raffaella defendió públicamente en vida. 

Estandarte gay

Como Rolando Mangili, un entrenador de crossfit de 32 años, que habló de ella como “un estandarte gay y LGBTI fuera de lo común, por todo lo que hacía y cómo se presentaba, su alegría y su polifacetismo”. O Concetta Petrucci, una ama de casa de 53 años nacida en la región de los Abruzos, quien dijo no haber olvidado las polémicas que estallaron en su pueblo cuando por primera vez Raffaella mostró el ombligo, durante un programa de televisión que en su momento incluso irritó al mismísimo Vaticano. “Era una adelantada de su época, un mito de emancipación y libertinaje”, subrayó la mujer a este diario. 

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Otros, inmersos en menesteres más contemporáneos, también aprovecharon el momento para reclamar que los homenajes a Raffaella contribuyan a la aprobación de una propuesta de ley contra la homofobia y transfobia, actualmente estancada en el Parlamento italiano por la feroz oposición de la derecha y de la ultraderecha. “Ella así lo hubiera querido”, llegó a decir un director de documentales.   

Incluso los escaparates de las librerías romanas tuvieron reflejos, con sus múltiples libros sobre la cantante repentinamente aparecidos en las vitrinas. Mientras que una fuente fiable recordaba las primeras apariciones de Carrà en España a finales de los 70 del siglo pasado, después de que Antonio Asensio, el hoy difunto fundador del Grupo Zeta, la introdujese en los ambientes que le permitieron hacerse conocida en la Península Ibérica. Testigo de ello fue la célebre entrevista, concedida a la revista 'Interviu' en 1977, en la que Raffaella llegó a decir que ella “siempre” había votado al Partido comunista.