La novela Los días rojos, de Miguel Herráez, revive en el plano de la ficción histórica la presencia y complicidad de altos cargos nazis en la España tardofranquista para poder hablar de "represión, memoria, denuncia y cierto lirismo, dentro de lo cochambroso que fue la dictadura de Franco".

Este relato de ficción, publicado por la editorial Piel de Zapa, parte de la connivencia del régimen de Franco con dirigentes nazis que, tras la derrota de Berlín en la Segunda Guerra Mundial, huyeron de Alemania para encontrar refugio en España.

Algunos de estos nazis se refugiaron en València y, sobre todo, en la zona costera de Alicante (Dénia, Calp o Xàbia). «Recibieron el permiso para vivir tranquilamente acá. Ese permiso -afirma- vino impulsado no solo por el Régimen, también el Vaticano colaboró en la fuga de parte de esos asesinos y muchos quedaron sin persecución en la propia Alemania o en Austria. En la novela, claro, doy sintonías con todos estos datos».

Con una acción situada en los años setenta del siglo XX, los personajes de «Los días rojos» son gente comprometida contra la dictadura, como "el propio protagonista que, aun teniendo muy claro del lado en el que está, el de los buenos, en ocasiones titubea por el exceso de rigidez ideológica de algunos partidos de la izquierda de entonces", resalta el autor.

"En los setenta, más aún en el ámbito universitario, se tenía muy claro hacia dónde había que golpear", afirma Miguel Herráez, que añade: «No era posible que un país europeo se rigiera todavía por un sistema autoritario, reaccionario».

Aunque es un relato de ficción, Herráez, que es profesor de la Universidad Cardenal Herrera-CEU, comenta que hay unas fuentes documentales que le sirven para establecer el marco histórico. "Lo que tendría de testimonio personal es el hecho de que viví siendo un adolescente el tardofranquismo y me reconozco en los guiños sociales y culturales que establezco".

La trama se desarrolla en una época, la década de los setenta, marcada por la transición, en la que, según el escritor, "se hizo lo que se pudo tras un túnel de cuarenta años de oscuridad. Fueron años complicadísimos, tiempos de zarandeos y desestabilizaciones por algunos de los sectores que no creían en el sistema democrático".

«La situación polarizada obviamente se dio. La diferencia es que la acción de la extrema derecha era muy activa en la calle al principio de la Transición, mientras que los principios revolucionarios de la extrema izquierda solían quedarse en papel. ¿Siguen ahí? Lo cierto es que parecía que en los últimos veinte años se había superado ese trauma, pero de un tiempo a esta parte vuelve a latir, si bien, afortunadamente solo en el terreno de la dialéctica verbal. No pasa de ahí».

Escrita en primera persona, Los días rojos arranca con la voz del protagonista, un joven universitario militante antifranquista que se deja captar por una organización política clandestina. El trabajo que se le asigna es vigilar y controlar los movimientos de un famoso nazi para que pueda ser capturado.

«Al principio se siente desorientado, pues es un tipo de cometido que va más allá de sembrar panfletos o protestar en la calle o en la misma facultad contra el régimen. Es una acción diferente, en la que él se acomoda porque sabe que actúa desde el lado del bien», cuenta Herráez.

Con un toque de ironía e incluso en ocasiones de un cierto humor melancólico, la novela explica las pesquisas de este joven militante antifranquista para perseguir a un personaje como Otto Skorzeny, ingeniero y comandante de las SS, acusado de crímenes de guerra y que en la realidad terminó sus días viviendo en Alcudia (Mallorca).

Estudioso del novelista argentino Julio Cortázar y autor de ensayos como La estrategia de la postmodernidad en Eduardo Mendoza (1998), Miguel Herréz también ha cultivado la ficción con obras como Click (1994), Confía en mí (1999), Bajo la lluvia (2000), Detrás de los tilos (2007) y La vida celular (2014).