Hace más de 300 años que Canarias despierta el interés de personas de todo el mundo. El Festival Ciente aúna en una ruta el legado de esos naturalistas que han visitado la Isla para estudiarla.

Charles Darwin pudo haber desarrollado un importante trabajo de investigación en Tenerife pero una cuarentena impidió que este hecho se produjera finalmente. En el año 1832, el naturalista inglés arribó al puerto de Santa Cruz de Tenerife para realizar una estancia en la Isla de unos días antes de iniciar su viaje por el mundo, pero la epidemia de cólera que azotaba Inglaterra en ese entonces truncó sus planes puesto que las autoridades españolas le obligaban a pasar una cuarentena de 12 días en el barco. Esa petición habría desbaratado todos sus planes futuros, por lo que decidió seguir adelante con su viaje a bordo del Beagle, con el que finalmente recorrió el mundo durante cinco años. «No viviré tranquilo hasta ver el pico de Tenerife y el árbol drago», afirmaba en aquella época de preparativos antes del inicio del viaje que nunca pudo completar. Él no pudo atracar en Tenerife, pero muchos otros naturalistas antes y después que Darwin sí lo hicieron y, desde entonces, su legado ha ayudado a entender un poco mejor las características de las tierras canarias.

La Hijuela del Jardín Botánico. Carsten W. Lauritsen

La Orotava y las expediciones científicas de los siglos XVIII y XIX es el nombre de la ruta que tuvo lugar el sábado 12 y en la que se descubrieron algunos detalles de aquella época de eclosión investigadora, como el frustrado viaje de Charles Darwin. Esta es tan solo una de las actividades que se desarrollan este mes en el marco del Festival de Teatro y Divulgación Científica (Ciente). Tras esta primera actividad, la programación continúa hoy día 13 con Lulú y la nada, de la compañía Bel Zaid, en el Teatro Unión Tejina a las 12:00 horas. El recorrido se podrá repetir el próximo viernes (18) y sábado (19), así como el último viernes del mes (25), y siempre dará comienzo en la plaza de la Constitución, donde la elevación del terreno da lugar a un mirador que invita a mirar la Isla con los mismos ojos de aquellos millares de naturalistas que durante los siglos XVIII y XIX visitaron Tenerife para estudiar su geografía, su flora y su fauna.

Un instante de la ruta. Carsten W. Lauritsen

Nauzet Delgado es el guía que realiza estas visitas por el casco histórico de La Orotava y que explicó que la fascinación por el pico de Tenerife –tal y como se conocía el Teide antes de que recibiera este nombre–, la localización estratégica del Archipiélago y las peculiaridades de su naturaleza despertaron el interés de los viajeros científicos por Canarias. La ascensión al Teide era objetivo recurrente de muchas de las personas que llegaban a la Isla por aquella época y ese deseo convirtió a La Orotava en un lugar de obligada visita puesto que, tras salir del puerto de Santa Cruz de Tenerife e iniciar el Camino Real hasta La Laguna, la siguiente parada se encontraba en La Villa, de donde partían caminos como el de Chasna, que ascendían directamente hasta el cráter del volcán.

La casa de José de Bethencourt, el primer guía de La Orotava.

La casa de José de Bethencourt, el primer guía de La Orotava. Carsten W. Lauritsen

«Canarias siempre suscitó el interés de Europa porque era a la vez un lugar conocido e ignoto», explicó Delgado quien afirmó que «toda expedición que se preciara paraba en Tenerife en aquellos años, no solo para recargar los víveres sino para realizar alguna que otra investigación». Valiéndose de numerosos grabados de aquella época, el guía comparó los parajes con los que se encontraban los viajeros en aquellos tiempos con los que se pueden disfrutar ahora.

Como no podía ser de otro modo, esta ruta dedicó un destacado espacio a Alexander von Humboldt, el geógrafo prusiano que realizó detallados análisis de la geografía y flora de la Isla, así como de la población o el vulcanismo. Fue precisamente fue el primero que realizó una división de los pisos de vegetación que se dan en Canarias. Es por tanto en esos momento cuando «la naturaleza dejó de ser algo meramente bonito para admirar para pasar a ser objeto de estudio», expresó ayer Delgado, quien continuó la visita accediendo al Jardín Victoria, donde se encuentra el mausoleo masónico de Diego de Ponte del Castillo, diseñado por Adolph Coquet, quien también diseñó el Hotel Taoro de Puerto de la Cruz y quien no dudó en aprovechar si visita a Tenerife para ascender al pico del Teide.

La Hijuela del Botánico fue otra de las paradas del recorrido, aunque los participantes en esta ruta no podrán acceder a este jardín de más de 3.000 metros cuadrados puesto que se encuentra cerrado desde que se inició el confinamiento. Este espacio fue concebido como un centro complementario del Jardín de Aclimatación de La Orotava y tuvo a Hermann Wildpret –el bisabuelo del Premio Canarias de investigación Wolfredo Wildpret– como su botánico mayor. La Hijuela es un museo al aire libre que ha ido evolucionando con el paso de los años, al igual que lo han hecho las más de cien especies que allí se encuentran y entre las que destacan un drago centenario, una secuoya del alba o un ginkgo biloba.

Tras una parada en la casa de José de Bethencourt, considerado el primer guía de La Orotava, la ruta continuó hasta el Centro de Interpretación del Parque Nacional del Teide Telesforo Bravo, donde el participante en la visita se puede sentir como un auténtico naturalista de siglos pasados quien, en su deseo de ascender al impresionante pico volcánico, se informa y aprovisiona con todo lo necesario para disfrutar de esta experiencia única y vital.