Ciudadano Polanco no es un libro sobre el empresario y accionista mayoritario del Grupo Prisa. «Es un libro sobre lo que habría que hacer para garantizar la supervivencia del periodismo tal como alguna vez fue soñado». Así lo describe su autor, el periodista tinerfeño Juan Cruz, a quien le unió una relación de amistad con Jesús Polanco durante años. «Estoy aprendiendo más ahora sobre el concepto de periodismo que él tenía al ver cómo la gente reacciona ante los hechos que se narran en el libro que cuando viví aquellas cosas; porque cuando uno vive las cosas lo hace atolondrado y luego viene la realidad, que transforma aquellos sueños en melancolía», relata el escritor portuense.

¿Es el libro que más ha tardado en escribir?

De esfuerzo es el que más me ha costado, pero de tiempo no porque he escrito otros igualmente laboriosos. Este era delicado porque no dependía de mi memoria sino de las cosas que me fuera diciendo la gente. Este libro tiene de mí solo la redacción y algunos capítulos pero es un libro colectivo. No es un libro de autor sino sobre un personaje.

El desarrollo del libro sufrió un parón después de que Polanco decidiera abandonar el proyecto. ¿Tuvo la tentación de seguir con el libro sin su permiso?

Soy un periodista todo el tiempo, de modo que cuando tengo una tarea siempre pienso que debo llevarla a cabo. Cuando me hacen un encargo, lo hago como si fuera una obligación moral y laboral. Así que para mí era un tarea incompleta. Cuando me pidieron que la siguiera, primero tenía que saber cómo lo haría porque publicar esas conversaciones sin más hubiera dado lugar a un documento, no a un libro. Por eso quise hablar con algunas personas decisivas en su entorno y fuera de él y eso generó una conversación coral sobre un personaje sobre el que había un enorme silencio. El silencio ha sido para mí el motor del libro; fue un silencio culposo, querían culparlo para siempre.

Le unía una estrecha relación con Polanco y a lo mejor por eso decidió plasmar diferentes facetas de su vida. ¿Descubrió algún episodio o pensamiento que le sorprendiera de él?

Más bien entré en contacto con un Polanco que no conoce la gente, con su afecto, su preocupación por las personas que lo rodeaban y su capacidad de perdón con aquellas personas que le habían sido desleales o infieles.

Este libro surge después de que Polanco fuera consciente de todo lo que se decía de él. ¿Trata aquí de expresarse como no lo había hecho antes y explicarse ante la sociedad?

Él nunca fue reacio a explicarse; de hecho no ocultaba su opinión en las entrevistas que se le hicieron –que fueron pocas–, en las juntas de accionistas o en cualquier otro ambiente. Lo que pasó es que pesó más el insulto que sufrió que las explicaciones que dio. Sufrió insultos en libros, en autos judiciales y en medios de comunicación y él no podía contrarrestar eso continuamente. Tampoco usó los medios que tenía para defenderse y sus medios defendieron la gestión del Grupo pero no su gestión. Era un hombre poderoso pero no de ego poderoso.

Su historia es un reflejo de cómo actúa la sociedad, en la que la calumnia cala más que las buenas acciones.

Él sufrió una calumnia muy concreta. Se decía que él robaba el dinero de los asociados de Canal+ y eso era mentira, pero se fabricó la mentira y la gente empezó a sospechar. Cualquier cosa que dijo para explicarse era utilizado. La calumnia es un fenómeno muy interesante, porque es una mancha que no quita ni la buena voluntad. A mucha gente le venía bien imaginar a un Polanco delincuente y en la cárcel porque hubiera desarticulado por completo la construcción moral del Grupo Prisa.

Con el repaso que realiza Polanco sobre su carrera, el lector se puede hacer una idea de la importancia que tiene el Grupo Prisa para España, tan presente en diferentes facetas.

Sería interesante que la gente leyera el libro de estilo de El País y que juzgara qué dice porque fue el que manejó Polanco para dirigir el Grupo y exige de los periodistas respeto a la verdad. Como Antonio Machado decía, ‘arbitrar los medios imprescindibles para que la verdad no fuera la verdad de uno, sino la verdad colectiva sobre los hechos’. Cada vez que El País se equivocó, cumplió con su libro de estilo y pidió perdón.

Han pasado 14 años desde su muerte, ¿que diría Polanco de la situación actual de España?

Precisamente a ese respecto hay un capítulo en el que entrevisto al arquitecto Ricardo Aroca, que siempre le pinchaba en las juntas de accionistas. Él cuenta que una vez le preguntó por cuál creía que era el provenir de este país en 2007, cuando parecía que estaba a punto de volver al poder de este país el PP, y él habla del partido de ese momento, que se parece al actual. Lo que comentaba que estaba sucediendo se parece bastante a lo que está ocurriendo ahora.

Isabel Polanco, la hija del empresario, es la otra gran protagonista del libro.

Para poder centrarme en ella hablé con sus hermanos, con sus compañeros de trabajo y sobre todo, me sirvieron los años que pasé a su lado en Alfaguara y Santillana. Tengo la certeza de que esa pérdida fue decisiva y triste para el Grupo, que hoy sería otro si ella hubiera estado viva. Era una mujer de una energía positiva extraordinaria y eso se veía en el modo de relacionarse con la gente. Tan solo una vez la vi fuera de sus casillas. Tenía un enorme sentido de la justicia, que se parece, digan lo que digan, al de su padre.