En el gran juego del puzle que da forma a la cartografía de las revistas de vanguardia en España, faltaba todavía una pieza, pues hasta fechas muy recientes se desconocía la existencia de una segunda entrega de la revista de cultura y política que dirigió el poeta Domingo López Torres. El Diccionario de las vanguardias en España (1995), de Juan Manuel Bonet, atribuye a Índice una sola entrega, tal y como fue presentada en la cuidada edición facsímil de las revistas Cartones e Índice publicada en 1992 por el Gobierno de Canarias, a cargo de los profesores de la Universidad de La Laguna Andrés Sánchez Robayna y Nilo Palenzuela. Grande fue la sorpresa del Conservador de TEA Tenerife Espacio de las Artes, Isidro Hernández, cuando en 2017 dio con el paradero de un ejemplar de la segunda entrega de esta publicación, hasta ahora desconocido.

Las revistas cumplieron un papel fundamental durante el periodo histórico de la vanguardia en tanto que órgano de expresión y comunicación de ideas y posturas estéticas. Índice fue una revista de contenido social y políticamente vinculada a corrientes izquierdistas. Impresa en los talleres de Juan Sans, en la santacrucera calle Suárez Guerra, aparece en marzo y abril de 1935 bajo la dirección del poeta y crítico Domingo López Torres. En palabras de su director, esta publicación venía a situarse «más cerca de lo documental que de lo literario», y pretendía combatir contra el «eclecticismo y toda manifestación de mediocridad, conformismo y barroquismo teórico». Asimismo, el poeta subraya el hecho de que, «si esta revista de juventud consigue hacer desfilar por estas páginas los más urgentes problemas que se plantean hoy a la humanidad», se habría logrado sobradamente su objetivo: «situarse en los momentos aurorales del mundo al lado de los que levantan los cimientos de la nueva cultura».

En efecto, Domingo López Torres (Santa Cruz de Tenerife, 1910 – Santa Cruz de Tenerife, 1937) fue un intelectual revolucionario, autodidacta y el más genuino representante del Surrealismo en Canarias. Con apenas 16 años publica una serie de poemas sueltos en la revista Hespérides y participa en el grupo interdisciplinar Pajaritas de Papel. En 1930 se integra en Cartones su primer poemario, Diario de un sol de verano. Desde la primera entrega, fue redactor de Gaceta de Arte, revista cultural de vanguardia aparecida en 1932. A la par de la evolución de las publicaciones de Gaceta de Arte, experimenta una radicalización política y estética que culmina trágicamente en Lo imprevisto. En estos últimos años varias generaciones de estudios han editado la obra de López Torres, desde sus primeros poemas de signo vanguardista, recogidos por C. Brian Morris y Andrés Sánchez Robayna, hasta la publicación de su último poemario Lo imprevisto en 1981.

Las imágenes que ilustran las portadas de Índice se las debemos a Luis Ortiz Rosales y George Grosz. El dibujo de Rosales se vale de la iconografía de la pietà para evocar el sufrimiento de un mundo cada vez más abyecto, y el de Grosz establece una caricatura del sistema capitalista mediante un personaje grotesco que abraza una montaña de dinero, impasible ante la súplica de una niña famélica. Ambos tomos recogen ensayos de figuras conocidas dentro del panorama cultural del momento, como Pedro García Cabrera o Eduardo Westerdahl, que anhelaron una sociedad nueva en la que las clases proletarias ganaran protagonismo. López Torres armó esta publicación con una marcada vocación marxista en el intento de mantener viva la llama de la utopía que alentaba un mensaje de renovación y protesta, aún más radical en el segundo número.

Tal y como se plantea en algunos de los textos críticos de esta edición, Índice podría considerarse un proyecto que se forja a contratiempo. Si bien el Movimiento Surrealista estaba distanciándose de la esencia dictatorial de la ilusión del comunismo, en Índice aún se ensalza ese «mito soviético». Ejemplo de ello es la respuesta del Dr. Alfredo Apfel a la encuesta formulada por la revista Minotaure que, si bien López Torres la incluyó en el primer número por considerarla «de verdadero interés social», hoy se lee como un intento de despertar la consciencia social a través del retrato idealizado de una cárcel soviética. La radicalización del segundo número se refleja desde la inclusión de un poema de Rafael Alberti titulado ¡Abajo la guerra imperialista!, consecuencia de esa poesía sometida a lo documental que se proclamaba en el Itinerario de Índice, hasta la Carta de Moscú de Gregor Gog, que evidencia una posición cada vez más cercana al marxismo. La sorpresa es por partida doble al hallarse en este número un poema inédito de Emeterio Gutiérrez Albelo, Delantera de paraíso, de fuerte carácter revolucionario y que bien podemos insertar en su época plenamente surrealista.

Su aparición en un contexto sociohistórico tan oscuro y frágil fuera, probablemente, la causa del silencio que cayó sobre esta segunda entrega. Silencio condenado, en segundo lugar, por todos aquellos que ocultaron o hicieron desaparecer sus ejemplares de esta efímera revista, peligrosamente de izquierdas y de reducida tirada, por miedo a las represalias tras el alzamiento militar de 1936. La libre expresión de las ideas políticas en los ensayos de Domingo López Torres le condenó al encarcelamiento en la prisión de Fyffes, de donde resulta Lo imprevisto, poemario ilustrado por su amigo Luis Ortiz Rosales. En febrero de 1937 se le condujo en un barco-prisión hasta la bahía del puerto de Santa Cruz, donde fue vilmente asesinado y arrojado en un saco al mar a manos de fascistas. López Torres vería por última vez esa «brisa azul de las primeras horas» a la que cantó en sus poemas.

La cuidada edición facsímil que publica TEA Tenerife Espacio de las Artes ha estado a cargo de Isidro Hernández, quien firma el primero de los textos. Le sigue la sagaz visión del profesor emérito de la Universidad de California C. Brian Morris, a quien conocemos por ser autor de uno de los títulos de referencia sobre El Surrealismo y España (1936), y por sus continuos trabajos sobre la vanguardia canaria, especialmente sobre la poesía de Pedro García Cabrera. Su estudio resulta fundamental para esclarecer la multiplicidad de corrientes políticas e idearios sociales que, bajo el calificativo «de izquierdas», convergieron en ese momento. Por su parte, Alejandro Krawietz ofrece un acercamiento a las revistas de vanguardias como género y sistema de difusión de la nueva literatura. Por último, Isabel Castells Molina realiza un enriquecedor análisis del poema Delantera de paraíso de Emeterio Gutiérrez Albelo, extraordinaria sorpresa para los lectores del surrealismo canario.

Entrega que, a su vez, supone un giro de 180 grados en la concepción que se había tenido de la vanguardia histórica en España y que nos invita a replantear toda la crítica anterior. El atrevido poeta del mar había esbozado con su revista un alentador atentado contra el arte y la literatura de sillón, tentación que daría en concluir con ese magnífico y moderno episodio del arte insular que dio en ser la vanguardia canaria.