Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, fundadores de Lacaton & Vassal, y ganadores del Premio Pritzker 2021, se han destacado por un principio muy interesante, relacionado desde mi punto de vista, en parte, con el respeto al patrimonio histórico, al pasado, esté este protegido ya o aún no, el principio es el de «nunca demoler» y su visión de sustentabilidad entendida como un balance entre lo económico, lo medioambiental y lo social. Martha Thorne, decana e impulsora del IE School of Architecture and Design y directora ejecutiva del Premio Pritzker de Arquitectura hasta la edición de este año, y que será sustituida en 2022 por la italiana Manuela Lucadaccio (dos grandes y excelentes conocedoras de lo mejor del panorama arquitectónico mundial), ha explicado con mucha claridad algunas de las razones por las cuales los franceses Lacaton & Vassal han sido merecedores del Pritzker.

Lacaton & Vassal han desarrollado más de una treintena de obras en Europa y África occidental, desde instituciones culturales privadas a espacios públicos, viviendas sociales y planes maestros. Una de sus obras más importantes, la remodelación de 530 viviendas en Burdeos, ganó otro de los grandes premios del panorama internacional en materia de arquitectura, el EU Mies Award en 2019, demostrando lo lejos que ha llegado ya su principio de «nunca demoler».

El jurado del Premio Pritzker destacó de ellos la «humildad en un enfoque que respeta los objetivos de los diseñadores y diseñadoras originales sin olvidar las aspiraciones de los residentes de los edificios que han diseñado». Independientemente de la escala de cada proyecto, desde una pequeña plaza en la ciudad de Burdeos, hasta el Palais de Tokyo en París, siempre intentan tener en cuenta sus principios y valores.

Lacaton & Vassal se enfrentan a cada proyecto convencidos de que lo que ya existe (sea un edificio, un palacio abandonado, un contexto, y una historia propia) tiene valor, y que su papel como arquitectos es entender, respetar y aceptar lo que existe, al mismo tiempo que intentan sumar, añadir valor de manera respetuosa a lo existente.

Anne Lacaton (1955, Saint-Pardoux, Francia) y Jean-Philippe Vassal (1954, Casablanca, Marruecos) se conocieron a finales de la década de 1970 durante su formación formal en arquitectura en la École Nationale Supérieure d’Architecture et de Paysage de Bordeaux. Lacaton pasó a realizar un máster en planificación urbana de la Universidad de Bordeaux Montaigne (1984), mientras que Vassal se trasladó a Níger, África occidental para practicar la planificación urbana.

La pareja tiene una historia personal curiosa, Africa les unió. Lacaton visitaba a menudo a Vassal, y fue allí donde comenzó la génesis de su doctrina arquitectónica, ya que fueron profundamente influenciados por la belleza y la humildad de ahorrar recursos dentro de los paisajes desérticos del Africa Sahariana y concretamente por Níger. “Níger es uno de los países más pobres del mundo, y la gente es tan increíble, tan generosa, haciendo casi todo sin nada, encontrando recursos todo el tiempo, pero con optimismo, lleno de poesía e inventiva. Realmente fue una segunda escuela de arquitectura ”, recuerda Vassal.

Pero para mí el edificio más bonito que he podido visitar de ellos es el Palais de Tokyo, en París. Originalmente fue inaugurado en 1937 y tras décadas de abandono fue rehabilitado por Lacaton & Vassal, abriéndose de nuevo al público en 2002. Se trata de un espacio cultural histórico al que los arquitectos supieron infundir nueva vida.

Dulce Xerach Pérez. Abogada y doctora en Arquitectura. Investigadora de la Universidad Europea