Irene Moray (Barcelona, 1992) recibió en 2020 el Goya al mejor corto de ficción por ‘Suc de Síndria’, cinta en la que aborda el proceso de sanación de una mujer que ha sufrido abuso sexual. La también fotógrafa, que está escribiendo el guion de su primer largo junto a Irene Solà y Jan Mateu, afirma que «lo que quiero cuando hago cine es explicar el mundo de otra manera». 

¿Qué le hizo mostrar el abuso sexual desde la perspectiva de una mujer que quiere recuperar su placer?

Es una decisión y es una forma de ver el mundo. Rodar una violación no sé hasta qué punto es una denuncia o es perpetuar la violencia. Me molestaba cómo estaba explicado este tema, que se cuestionara que una mujer que hubiera sufrido un abuso pudiera salir con las amigas y reír. Varias personas cercanas a mí lo han vivido, son mujeres muy fuertes, pero también son divertidas y también se enfadan. Para mí el corto es una oda a todas ellas. Quería ser muy respetuosa para mostrar que esta persona todavía carga con esta herida y aunque ya ha hecho un trabajo, aún le queda mucho por hacer. Es un momento muy concreto de su vida, un momento de esperanza. Se trata la cuestión de reconquistar su cuerpo, su placer y su alegría de vivir. Hablar de una chica que reconecta con su cuerpo y es capaz de disfrutar con su pareja después de un abuso era algo que no había visto en el cine y que tenía ganas de contar.

La víctima de la manada de Sabadell tuvo que enfrentarse a un duro interrogatorio por parte del fiscal.

Creo que tenemos que cambiar el chip y cuando una mujer denuncia una violación o un abuso, creerla de entrada. Pero lo mismo que si viene alguien y nos dice que le han robado. Por qué esto ocurre solo con la violencia sexual. Durante muchos años estos delitos estaban normalizados, no se consideraba ni que estuvieran mal. Claramente hay muchos fiscales y jueces que aplican una visión machista y tal vez se debería formar a todos estos profesionales con una mirada de género. Todavía nos queda mucho que aprender, y me incluyo, para saber cómo gestionar estas cosas.

En su corto también dibuja un personaje masculino poco habitual.

Se ha hablado mucho sobre los personajes femeninos que faltaban en la historia del cine o que se construían desde una mirada masculina. Creo que esto también pasa con los personajes masculinos. Hemos visto personajes masculinos muy tóxicos y yo tenía ganas de crear un referente que fuera una persona que cuida, que escucha, que está al lado de ella. Hay una parte de inseguridad, piensas que tu pareja no puede llegar al orgasmo porque tú no lo haces bien, pero la quieres tanto y le quieres dar tanto apoyo que dejas tu neura a un lado y decides esforzarte en ser la mejor persona. Es un ambiente de ternura que me interesaba explicar porque también siento que a veces castigamos mucho a los personajes, no quería que mi protagonista padeciera de más.

¿Diría que tratar la violación desde ese punto de vista es incluso revolucionario?

Yo creo que el corto ha funcionado porque sí hay algo revolucionario y diferente, no en la forma, pero sí en la manera de mirar el mundo. Al final, lo que quiero cuando hago cine es explicar el mundo de otra manera. Ojalá inspire el cambio, no soy una flipada que piense que va a cambiar el mundo pero sí se puede inspirar, abrir los ojos a cosas que no te habías planteado, reconocer que puedes tener una pareja que te acompañe cuando no estás bien o que me puedo permitir disfrutar cuando estoy dolida o triste.

¿Cómo ha influido su faceta como fotógrafa en su cine?

He trabajado mucho como fotógrafa y he cobrado más que como directora, pero siempre tenía la sensación de que no era suficientemente buena. Y con el cine, a pesar de que soy muy perfeccionista, si la emoción llega me siento satisfecha. Veo muchos fallos en mis cortos, pero si emocionan me siento realizada. Pero claramente, el ojo que he entrenado durante quince años haciendo fotos me sirve mucho a la hora de rodar.

¿Se siente parte de un movimiento de mujeres cineastas?

Más que de un movimiento, me siento parte de una red. Siento que hemos entendido que el éxito de una es el éxito de todas. Es verdad que hay diferentes formas de hacer cine, es algo que estoy hablando con otras directoras. Mi manera tiene un arco que no se parece tanto al orgasmo masculino sino al femenino que sube y baja más despacio. No solo hay una forma de hacer cine y vamos a encontrar nuestra manera de explicar el mundo entendiendo y defendiendo que cada directora tiene su voz, que no solo hay una voz femenina, que hay tantas voces como directoras.