Socialista convencido, preso político durante más de un lustro, padre de tres hijos y un ser «noble y bueno». Así era el Felo Monzón más humano y defensor de la Escuela de Luján Pérez. Miguel, el segundo hijo del creador Felo Monzón, lo tiene claro: «Dentro del artista había una buena persona». Esta es la sinopsis más humana del protagonista de la exposición que se puede visitar hasta el 24 de julio en la Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias de La Laguna. «Si lo que quiere saber es cómo era mi padre en casa se lo puedo abreviar diciendo que era un gran artista, una persona generosa con los demás, un ser al que nunca se sintió atraído por el dinero ni la fama... Era una persona buena», resumen el varón que se sitúa justo en medio de Rafael y Felipe, los otros dos hijos de Felo Monzón.

Miguel tira de la gran biblioteca que su padre tenía en su casa para apuntar su generosidad. «Siempre estuvo abierta para cualquier consulta; había miles de libros, revistas de arte, catálogos... De vez en cuando alguien tocaba a la puerta para realizar alguna consulta», recuerda sobre las visitas habituales que realizaban artistas de la talla de Manolo Millares (1926-1972), Tony Gallardo (1929-1996) o Martín Chirino (1925-2019). «Mi padre era una persona fácil de abordar en una calle y a la que le pedían ayuda y consejo», remarca Miguel Monzón.

Las «heridas» del franquismo

«A mi padre lo metieron en un campo de concentración por rojo», relata sin titubeos su hijo sobre un periodo de su vida que se extendió entre 1936 y 1940. «A él le costaba hablar de esos años. De hecho, cuando lo picábamos —él y sus hermanos— para que contara algo, siempre nos decía que eso formaba parte del pasado y que había que dejarlo atrás», destaca sobre la «nobleza» de un ser que al final siempre deslizaba alguna de las torturas o perrerías que le hicieron durante los años que pasó preso en la prisión militar de Las Palmas de Grann Canaria, en La Isleta, en la prisión de Fyffes de Santa Cruz de Tenerife (de esa época es un cuadro que está situado a la entrada de la exposición que se puede visitar en La Laguna: Composición canaria (1937), elaborada en óleo y tierra del Teide. Y finalmente la reclusión en Gando. «Su familia lo acabó reclamando —se le abrió un proceso de depuración y fue juzgado en un consejo de guerra— porque temían que podría acabar en el fondo del mar, como otros muchos, y regresó a Las Palmas», cuenta de los sufrimientos que pasó en los años posteriores a su detención cuando era Secretario General de las Juventudes Unificadas. «Ellos sabían que habían pillado a un pez gordo y se lo hicieron pagar». Felo Monzón, afiliado al Partido Socialista Obrero Español desde 1929, participó entre los años 1972 y 1973 en una publicación clandestina llamaba Avance, aunque su actividad política pública la desarrolló en las filas de Unión del Pueblo Canario (UPC), formación con la que llegó a ser consejero del Cabildo Insular de Gran Canaria hasta 1983. Ese mismo año regresó a las filas del PSOE-PSC.

La Escuela de Luján Pérez

Felo Monzón fue director de la Escuela de Luján Pérez, su «otra familia», desde 1957 a 1989. «Le gustaba aleccionar e impulsar el talento de los jóvenes y eso ocasionaba alguna que otra pequeña discusión en casa. Nada serio. Más de una vez lo escuchamos peleando (risas) con mi madre porque él guardaba parte de su salario (en aquellos años trabajaba como proyectista de muebles) para comprar cartulinas, óleos, lápices... Pagaba el material de los alumnos que no podían costeárselo». De su etapa en este centro, Miguel recuerda los días en los que las preocupaciones por el futuro inmediato de la institución trazaban un surco de preocupación en el rostro de Felo Monzón. «Había que pagar recibos y no había dinero, pero él siempre se las arreglaba para que la escuela siguiera abierta», cuenta sobre los equilibrios que tuvo que hacer el primer Premio Canarias de Bellas Artes e Interpretación (1984). «El hecho de que se lo dieran a él en un ciclo donde las obras realizadas por César Manrique (1919-1992) y Pepe Dámaso (1933) estaban en auge significó que no solo era un buen artista sino una gran persona», señala emocionado el impulsor de un proyecto en Facebook para realzar la figura de Felo Monzón.

«Creo que al final están valorando la persona en general, no solo al creador que fue capaz de construir un estilo propio y que supo evolucionar», reitera Miguel Monzón en relación a un artista con dos familias: la biológica y la que construyó en torno a la Escuela de Luján Pérez. «Él dibujaba en casa, pero el taller lo tenía en la escuela; allí se pasaba las tardes hasta las nueve o diez de la noche que regresaba a casa», concluye.