En el Conservatorio Profesional de Música de Santa Cruz de Tenerife combaten el Covid-19 a golpe de pentagrama. Se han propuesto plantarle cara con la música –como no podía ser de otra manera– y han adaptado su vida a las estrictas normas sanitarias. A principios de curso retomaron las clases presenciales y, desde entonces, han transformado el centro para proteger del virus a alumnos y profesores. Las puertas y ventanas de las aulas permanecen siempre abiertas para garantizar la ventilación y, por supuesto, las mascarillas y los termómetros se han convertido en su principal aliado.

Varias alumnas del coro de voces blancas. Andrés Gutiérrez

Pero esa no ha sido la única transformación. Alumnos e instrumentos han tomado todos y cada uno de los espacios de este edificio de casi treinta años de historia. Actualmente los profesores del Conservatorio imparten sus lecciones en los lugares más insospechados, incluso en la cafetería o el auditorio. La música lo ha ocupado todo y eso es gracias a la enorme capacidad de adaptación de su equipo directivo, de sus docentes y sus alumnos. Han vaciado muchas de sus salas de armarios y mobiliario para garantizar la distancia de seguridad y han dividido las clases para que cada grupo sea aún más reducido.

Imagen de otra de las aulas del centro. Andrés Gutiérrez

El centro vive estos días uno de sus procesos más ilusionantes. Ha abierto el plazo de solicitud de matrículas e inscripción a las pruebas de acceso para la veintena de especialidades que imparten. “Estará abierto hasta el próximo 30 de abril”, explicó María Cristina Vargas, directora de la institución. Esta convocatoria afecta tanto al alumnado de nuevo ingreso como al que cambia de nivel educativo. Para el curso 2020-2021, se ofertarán un total de 247 plazas para una veintena de especialidades instrumentales y otras 60 para Iniciación Musical. “Entrarán alumnos desde los siete años, en Iniciación, y afectan también a los alumnos de Elemental, a los que quieren acceder a primero de Profesional y a cualquier otro curso”, detalló. La Consejería de Educación del Gobierno de Canarias es la encargada de la oferta de plazas, que diseña en función de las peticiones que se realizan en el periodo de preinscripción. “Tenemos que tener en cuenta un dato muy importante: a pesar de la pandemia, las cifras son iguales o mejores que el año anterior”, destacó Vargas.

Una clase de percusión. Andrés Gutiérrez

Actualmente, un millar de alumnos estudian en este conservatorio y compaginan su vocación y formación musical con la educación reglada. El esfuerzo es ímprobo pero merece la pena. “No es fácil pero tienen vocación”, destacó la directora. “Para cualquier persona la educación musical es un aspecto fundamental. En estos tiempos en los que vivimos rodeados de tecnología, aquí crean amistades que son para toda la vida y les enriquecen. Un estudio ha demostrado que los niños y adolescentes que estudian música son mucho más organizados. Ellos lo viven con ilusión, hay un gran ambiente”, aseguró.

Otro detalle del ensayo del coro. Andrés Gutiérrez

Este centro lleva a gala haber iniciado multitud de proyectos para abrir sus aulas a la sociedad, dar a sus alumnos la oportunidad de subirse a los escenarios desde muy temprano y colaborar con multitud de instituciones culturales. Esas iniciativas se han visto limitadas por el Covid pero profesores y estudiantes siguen luchando cada día para que la música suene, pase lo que pase.

Una clase de timple. Andrés Gutiérrez

Las pruebas de acceso, que se celebrarán entre el 9 y 22 de junio, también tendrán que ser adaptadas a los protocolos sanitarios. Y no será fácil. “Con la pandemia, todo se complica. Tenemos que controlar y limitar las entradas. El acceso de los padres no está permitido, por ejemplo, para una mayor seguridad en el recinto”, explicó la directora.

El coro de voces blancas. Andrés Gutiérrez

Si el año pasado ya fue difícil organizarlas, este 2021 tampoco se los pondrá fácil. En el curso anterior se prepararon dando cita previa y prescindiendo de la figura del pianista acompañante. Normalmente todos los instrumentos –menos el piano, la guitarra o el timple– tocan con un pianista acompañante. Para que eso sea posible este año, y dado que cantantes e instrumentistas de viento deben interpretar sin mascarilla por evidentes razones, tendrán que instalar varias mamparas de seguridad. “Es un poco complicado pero tenemos que hacerlo”, insistió Vargas.

En total, este año se han tramitado 379 preinscripciones y la Consejería ha concedido un total de 247 plazas. Los instrumentos favoritos continúan siendo el piano, el violín o el clarinete, por ejemplo. Pero el tesón de su claustro, compuesto por 120 profesores, ha conseguido que poco a poco sus estudiantes se vayan interesando por otros, especialmente los de la familia del viento-madera. Si el año pasado demostraron su motivación ofreciendo clases online desde el primer momento de la pandemia, la comunidad educativa continúa ahora luchando por mantener el gran nivel de este centro, que incluso ha tenido que adaptarse para ofrecer clases matutinas a los alumnos a los que se les modificó su horario en la educación obligatoria.