¿Difícil ese desnudo?

Soy una kamikaze, pero tenía pudor, o más bien vértigo, de poner en un libro mis poemas, que desde hace muchos años no escribo, vomito.

El amor y el desamor son asuntos privadísimos.

Yo he vivido el amor y el desamor con una intensidad brutal. Soy muy melodramática, muy chica Almodóvar. De las que ríen y lloran a la vez. El amor en general es mi motor –¡nací el 14 de febrero!–. A las mujeres, a los amigos, a la profesión, a mis padres.

Lucía y Manuel se llaman.

Gracias a ellos soy libre. Ellos han estado ahí en los momentos de bullying, cuando he sufrido agresiones... Me han enseñado a sobreponerme y a creer que podía llegar donde quisiera.

Le dedica otro a una niña que murió. ¿Quién era, si no es indiscreción?

Era mi mejor amiga. Teníamos ocho años y, jugando juntas, la atropelló una moto. Podía haber sido yo... Fue la primera vez que se me rompió el corazón. Es uno de los motivos por los vivo en el presente.

¿Se lo han roto muchas veces más?

A veces no me han querido bien, pero me han querido.

“Anhelar caviar y elegir chopped”, escribe. ¿Se refiere a eso?

Algún amor parecía caviar y, de repente, vi que era chopped. Creo que hay tanta gente que no sabe amar, que se conforma y no siente...

¿Qué es querer bien?

Que te respeten y te cuiden, que te acompañen y no te impongan.

Más. “Bajo el glamur solamente estoy yo”. ¿Quién exactamente?

La Itziar que entrega su corazón sin filtros. Quizá lo que sorprende a quien no me conoce es que soy muy cariñosa.

Una kamikaze cariñosa.

[Ríe] Si siento, voy. Mi guía en la vida siempre ha sido preguntarme: “¿Lo hago o no lo hago? ¿Si lo hago, me arrepentiré?”. Intento ser consecuente y cuando decido algo, nadie me para.

¿Su última decisión de riesgo?

Exigir garantías sanitarias para los actores. Salvo los deportistas, somos la única profesión que trabaja sin mascarilla y sin distancia de seguridad. Nos tocamos mucho y, a veces, hay que morrearse. Si no te dan garantías, te ponen en la tesitura de elegir entre salud o trabajo. Y si eliges salud, eres una mala profesional. Yo lo he hecho. Por el sobrepeso, tengo riesgo elevado de acabar en la UCI y he perdido trabajos.

En usted no va el callar.

Simplemente lucho por mis objetivos y por las causas que me parecen justas. Quería ser actriz, cayera quien cayera, y cuando me han dicho “no”, no he hecho caso. Y he peleado por los derechos humanos, como voluntaria en varias oenegés. No quiero ser el Dalai Lama. Intento cambiar el mundo desde lo que me es próximo.

Es usted una pionera en la celebración desacomplejada del cuerpo.

Aunque cada vez me doy más cuenta de que hay gente que me tiene como referente, no soy portavoz de nada. Si en esta sociedad te dicen que eres valiente por ser tú misma, es que hemos de revisar muchas cosas.

Cierto. ¿Sus haters siguen ladrando, o se han cansado?

Siguen ahí. Entre en Twitter y lea los comentarios a los post del libro en los que aparezco desnuda.

Twitter también le ha traído interesantes nuevas.

Durante el confinamiento, alguien vio una foto mía en la que emulaba a una musa de Botero y me comentó que yo podía padecer lipedema, una enfermedad degenerativa hormonal y progresiva que sufrimos un 11% de mujeres en el mundo.

¿Estaba en lo cierto?

Sí. Desde que lo descubrí, estoy en tratamiento, porque existe riesgo de hacer un colapso linfático. Intento evitar los alimentos inflamatorios y, cuando tenga un hueco en la agenda, me operaré las piernas.

¿Se imagina siendo otra?

Solo me interesa la salud. Tampoco me transformaré tanto. Me reconoceré. Además, tal y como soy, no me ha ido nada mal, se lo puedo asegurar.