¿’Miss Marte’ es muy distinta a ‘Malaherba’?

Sí que lo es. En esta historia hay mucho más suspense, su trama es más compleja y tiene una construcción más novelística. Está escrita en primera persona, aunque el narrador no es el protagonista de los hechos sino el que relata unos sucesos que afectan a otras personas.

¿Lo que sí hay es un claro nexo con el periodismo?

Hay una boda en la que se pierde una niña y 25 años después una periodista, que se llama Berta Solera, acude al lugar en el que se produjo el suceso para grabar un documental sobre lo ocurrido...

¿Escribir de lo que uno mejor conoce o sabe hacer se puede interpretar como un buen ejemplo de deformación profesional?

La ficción es el campo ideal para poder escribir de lo que uno no sabe pero intuye, que es lo importante... Las herramientas literarias proporcionan una libertad mucho mayor que las reglas periodísticas, aunque es verdad que la cabra siempre tira al monte. No puedo negar que en Miss Marte piso un territorio conocido.

¿Tres novelas son suficientes para “arrancarse” la piel de periodista?

Soy periodista antes que novelista porque es a lo que me dedico todos los días, pero son dos oficios que se pueden complementar sin generar ningún trauma. Yo lo hago.

¿Cómo consigue organizar su agenda para subsistir en medio de dos oficios tan absorbentes?

Pues ejerciendo el periodismo de día como Clark Kent (Superman) y de noche haciendo algo de ficción... Esa es la “gran separación” horaria que existe en mi vida.

¿Mantener los “dedos calientes” durante el día hace un poquito más “fácil” que la inspiración venga a visitarle de noche?

La practica de la escritura y observar el mundo es una ayuda: el periodismo es escribir tropezándote con el mundo. La clave es querer contar una historia, un relato real en el caso del periodismo o uno que tú te inventas a través de la ficción.

El Manuel Jabois articulista es ácido, escribe enrabietado y suele ser inconformista, ¿pero cómo es el Manuel Jabois escritor?

El periodista siempre juega en un campo marcado de antemano y con un reglamento que no le pertenece, un código externo que todos conocemos: hay que contrastar y contar lo que ves. Los hechos ciertos, o verdades de una noticia, tienen que estar perfectamente visibles en un artículo de opinión, en una crónica o en un reportaje. En el caso de una novela, en cambio, uno suele pintar el cuadro que estima más adecuado. En la ficción hay normas sagradas, pero la mayoría de las veces te las puedes saltar y no pasa nada...

Para entendernos, que en una novela los límites los pone usted y en una redacción los establecen otros, ¿no?

Algo así (silencio)... Pero si a usted le ponen un horario de llegada a casa de sus padres y se lo salta una y otra vez lo normal es que lo acaben echando, ¿no? En el caso de que no exista ese límite debe ser usted el que aprenda a llegar a una hora decente para que a la mañana siguiente pueda rendir.

¿Aún es pronto para decir que usted ha iniciado el tránsito hacia el mundo literario?

No que va... Me sigue excitando muchísimo el oficio de periodista y, por lo tanto, no me planteo alejarme de él. Soy una persona que se aburre de casi todo, pero el periodismo no ha conseguido aún generar esa sensación de aburrimiento. En mis planes no está convertirme en un escritor a tiempo completo. No sé lo que pasará dentro de diez, veinte o treinta años, pero la idea de abandonar el periodismo está descartada.

¿Pero eso es algo que depende de unas decisiones ajenas?

Si el periódico en el que escribo quiere que siga, yo sigo... Esto es un impulso que aprendí a los 18 años en una redacción y que no va a desaparecer de la noche a la mañana.

¿Ese es un discurso vitalista, puede incluso que algo fantasioso ante un escenario tan adverso, pero usted cree que el periodismo está herido de muerte?

No, no está herido de muerte... La muerte del periodismo es tan vieja como la muerte de la novela. Yo no creo en esos presagios fúnebres, pero es verdad que cada vez que atravesamos una crisis económica, y nosotros vamos a sufrir una muy grave en cuanto arreglemos el tema sanitario, hay cimentos sociales que se resienten. Uno de esos pilares es el de la independencia económica y eso es algo que suele estar cerca de una línea editorial... El periodismo siempre ha tenido que luchar contra presiones externas. Si no son las redes sociales, que aportan cosas muy positivas y otras bastante perniciosas a nuestras vidas, ya buscarán otros enemigos con los que alimentar este debate. Tenemos la sensación de que lo que nos pasa solo nos ocurre a nosotros y eso no es del todo cierto. La defunción del periodismo no llegará mientras haya buenas historias que contar y, sobre todo, buenos profesionales que las quieran contar.